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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paradoja alemana

A seis semanas de las elecciones generales alemanas, lo único seguro es que el electorado da muestras de movilidad, tras meses de lo contrario, y que reina la incertidumbre sobre el tipo de Gobierno que habrá de dirigir el país durante la siguiente legislatura. En pocas semanas, los sondeos han registrado corrimientos que hacen arriesgado cualquier pronóstico. En el sondeo difundido el jueves pasado por la primera cadena pública (ARD), la coalición potencial de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y del Partido Liberal (FDP) pierde por primera vez en mucho tiempo la mayoría absoluta y empata, con un porcentaje en torno al 48%, con el que sumarían las principales formaciones de izquierda: el Partido Socialdemócrata (SPD) del canciller Gerhard Schröder, los Verdes del ministro de Exteriores, Joschka Fischer, y la coalición formada por los ex comunistas y el partido fundado por el ex presidente del SPD Oskar Lafontaine.

La formación de una coalición entre estas tres formaciones para impedir un Gobierno conservador-liberal sigue siendo calificada por todos los partidos políticos y medios alemanes como hipótesis descabellada. Pero lo cierto es que la CDU de la candidata a la cancillería Angela Merkel pierde empuje, en parte por las claras divergencias entre ella y el líder bávaro Edmund Stoiber, pero también por torpezas expositivas de la candidata que han planteado dudas sobre su capacidad para encabezar un Gobierno que tendrá que lidiar con complejos problemas económicos. A la vez, el Partido Liberal retrocede en las expectativas de voto a un 6%.

Es cierto que la CDU sigue apareciendo como primera fuerza, con el 42%, mientras que el SPD sigue ligeramente por debajo del 30%. Por su parte, el 8% de los Verdes indica que su electorado no le culpa de los reveses del Gobierno de Schröder. Pero es la meteórica irrupción de la coalición izquierdista lo que ha dinamitado los pronósticos. Ya parece claro que el éxito de la campaña populista de Lafontaine no dañaría sólo a Schröder, sino también a las aspiraciones de Angela Merkel, cuya victoria se daba casi por descontada hace apenas un mes. Es una paradoja sólo aparente que lo que divide a la izquierda pueda acabar perjudicando más a la derecha. Pues el nuevo partido, en la medida que recoge un voto desanimado inclinado hacia la abstención, contribuye a abarcar un arco mayor del electorado y devuelve las esperanzas también al electorado socialdemócrata clásico.

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Otra paradoja de la situación es que haya sido el canciller federal, y no la principal candidata a sucederle, quien se ha mostrado más interesado en celebrar un debate televisivo. Sin duda, ambos consideran que Schröder no puede sino mejorar una imagen que ha estado por los suelos en los pasados meses, y que la profesionalidad y dominio de la imagen del canciller puede resaltar frente a las inseguridades de Merkel. Una significativa novedad revelada por los sondeos es el aumento de los partidarios de una grosse koalition entre los dos grandes partidos, preferida por el 39% del electorado para afrontar unas reformas que todos juzgan imprescindibles, mientras que los partidarios de una coalición entre conservadores y liberales no alcanzan el 30%. En contra de esta solución está el evidente riesgo para el sistema democrático de un Gobierno sin oposición ni alternativa parlamentaria real, lo que podría ser caldo de cultivo para las formaciones antisistema. Los sondeos pronostican para la coalición de Lafontaine y los ex comunistas en torno al 10% de los votos, con la particularidad de que aparece como posible lista más votada en varios Estados de la antigua RDA. Un panorama, en resumen, más abierto de lo esperado pero no menos inquietante.

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