_
_
_
_
_
Ciencia recreativa | GENTE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No digas a Dios lo que debe hacer

Javier Sampedro

Sería el colmo que Einstein hubiera deducido la expansión del universo 10 años antes de que Edwin Hubble la descubriera con su telescopio. La gente, que ya estaba mosca con la inverosímil sagacidad de la teoría de la relatividad, habría colmado su sospecha de que el físico judío recibía filtraciones interesadas del Supremo, departamento de creaciones. ¿Se imaginan? Llega el tipo, monta una rueda de prensa en 1916 y anuncia que sus ecuaciones de la relatividad permiten inferir que el universo se expande. La gente empieza a decir que esta vez Einstein se ha pasado, que de tanto pensar se le ha fundido el seso, y 10 años después aparece Hubble, descubre que las cefeidas se corren al rojo y demuestra así que Einstein tenía razón. Hasta Hollywood rechazaría el guión por inverosímil. Y, sin embargo, no estuvo lejos de ocurrir, como verán.

Einstein podría haber deducido la expansión del universo 10 años antes de que lo hiciera Hubble

Según la relatividad general -la teoría de la gravedad que Einstein descubrió en 1916, tras 10 años de persecución obsesiva-, los objetos deforman el espacio y el tiempo (el espaciotiempo) de su entorno, como una bola de petanca deforma una cama elástica. Si hay otra bola de petanca rodando por las proximidades, la deformación hará que caiga en espiral hacia la primera (y viceversa). Esas danzas geométricas de los objetos -manzanas, planetas, galaxias- abandonados a una caída libre perpetua por las sinuosas pendientes del espaciotiempo, esa coreografía cósmica es lo que los mortales habían percibido torpemente como "gravedad", hasta 1916.

Pero Einstein, pese a todo el amor y la confianza que sentía por esa criatura suya, parida con tanto esfuerzo, no pudo ignorar que la relatividad general tenía un problema grave: si los grandes grumos de masa del universo, los cúmulos y supercúmulos de galaxias, deforman a conciencia la cama elástica del espaciotiempo, el universo debería colapsarse en una orgía de supercúmulos de galaxias rodando pendiente abajo hasta el sumidero cósmico creado por ellos mismos. Y Einstein, como todo el mundo en 1916, sabía que el universo era estático. De modo que se inventó una fuerza repulsiva, una especie de ventilador situado debajo de la cama elástica, que viniera a compensar las deformaciones causadas por las bolas. La llamó "constante cosmológica", y eligió su magnitud de manera arbitraria pero cuidadosa para que el universo pudiera seguir siendo estático a gran escala, como exigía el buen tono.

Pero, puestos a introducir una fuerza repulsiva que evitara el colapso, mucho más fácil hubiera sido hacer que superara a la gravedad, porque para eso no hace falta mucho ajuste arbitrario. Se pone el ventilador a tope y ya está. Si Einstein hubiera adoptado esa solución fácil al problema del colapso, habría deducido que el universo estaba en expansión 10 años antes de que lo descubriera Hubble. No estuvo tan lejos de ocurrir, amigos de Hollywood.

De hecho, el cura belga Georges Lamaître sí dedujo de las ecuaciones de Einstein que el universo se expande. Y llegó más lejos aún: en 1927, un año antes de las observaciones de Hubble, postuló que el universo se había originado como un "superátomo" denso y caliente que explotó dando lugar a la expansión que vemos ahora. Es probable que la motivación de Lamaître tuviera una componente religiosa o metafísica: frente a un universo estático regido por los más ateos mecanicismos, el Big Bang ofrecía un aceptable reflejo cosmológico del relato del Génesis.

La versión moderna del Big Bang es la teoría de la inflación cósmica. Uno de sus autores, el físico Andrei Linde, dijo al descubrir esa idea: "Es imposible que Dios renunciara a una estrategia tan buena para simplificar su trabajo".

La frase más conocida de Einstein -"Dios no juega a los dados con el mundo"- pretendía ser una refutación del extraño universo de la mecánica cuántica que venía dibujando Niels Böhr, una física donde las certezas habían sido sustituidas por meras probabilidades. Menos conocida es la respuesta de Böhr: "Bah, deja de decirle a Dios lo que debe hacer".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_