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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Carreteras secundarias

A la sombra siempre estimulante de Ignacio Aldecoa, posiblemente el mejor escritor español contemporáneo de cuentos, y con uno de sus más célebres colecciones, El corazón y otros frutos amargos, se inició no hace mucho una pequeña editorial, palentina, con "pe" para subrayar su extraterritorialidad, dispuesta también, como la madrileña Páginas de Espuma, a vivir literalmente del cuento, esto es, a dedicar exclusiva atención a los libros de relatos. Aquí Aparicio ha reunido sus relatos dispersos y este volumen en él es novedad, que no en el caso de sus conmilitones literarios y leoneses José María Merino y Luis Mateo Díez, autores de varios libros de cuentos. Es ésta una selección de historias de origen muy diverso, algunos relatos son encargos con tema forzado, otros son articuentos, ese género híbrido del que es Millás terrateniente, y unos pocos son inéditos, los más recientes.

LA VIDA EN BLANCO

Juan Pedro Aparicio

Menoscuarto. Palencia, 2005

179 páginas. 14 euros

Al leerlos agrupados he encontrado, en muchos, en los mejores, una suerte de carretera secundaria -con permiso de Martínez de Pisón-, que los hace especialmente atractivos. Santa Bárbara Bendita o El pozo son buenos ejemplos de esa fragmentada educación sentimental y política de su generación (Aparicio, León, 1941), vitalmente antifranquistas, pero a su vez, el primero tiene una acertada carretera secundaria que es la vida estudiantil en pensiones y el segundo, el amor ya agostado. En Juicio Final la carretera secundaria es la camaradería varonil de tertulias de cafés provinciales (Lot, León), con un muy sorprendente y valioso retorcimiento de cuello de cisne con esa historia imprevista que nos lleva al terreno siempre minado del fin de la infancia y el despertar de la sexualidad, tan evidente en Miedo al lobo. Donde está, sobre todo, el novelista que es ahora, es en dos relatos: La gata, más sutil, más intenso, más ambiguo, que tiene su carretera secundaria: los dimes y diretes de las urbanizaciones, la literatura de adosados; y Malo en el Bernabéu, con ese personaje, el inspector Malo, al que ha dedicado ya algunas conseguidas novelas, donde se junta la actualidad, un atentado terrorista islamista, con una notable carretera secundaria, apenas esbozada, pero con fuerza: su viaje a Lot, a su ex para pedirle a su hijo por unas horas para llevarlo al fútbol. Y, por cierto, el balón que lleva el niño cumple en el relato el mismo papel que algunos objetos que pone, delante de nosotros, Hitchcock en sus películas. Y no digo más, y tampoco de Aparicio.

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