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Cosmocaixa evoca a Verne con un calamar gigante y una roca lunar

El centro recalca en una exposición la relación del escritor con la ciencia

Jacinto Antón

Un monstruo de las profundidades marinas y un trozo de luna son los dos grandes reclamos de la exposición Jules Verne, viajar, viajar, viajar, que Cosmocaixa consagra al escritor con motivo del centenario de su muerte. El calamar de nueve metros (del género architeutis) y la roca lunar prestada por la NASA, que remiten respectivamente a Veinte mil leguas de viaje submarino y De la Tierra a la Luna, abanderan una emotiva muestra que incluye también un antiguo traje de buzo y el atlas de Verne con sus anotaciones personales. La exposición permite contrastar las ideas científicas de Verne y hasta elevarse en un globo aerostático.

La exhibición incluye un traje de buzo, el atlas del escritor, libros, fósiles y máquinas

"A Verne le habría encantado estar aquí", observó Jorge Wagensberg, director del área de ciencia y medio ambiente de la Fundación La Caixa y responsable del museo, ante la mirada hostil del calamar gigante (muerto pero conservado con tal realismo que parece a punto de enfrentarse a Ned Land, el rey de los arponeros). Arrojado de su morada en las profundidades donde sólo medran los cachalotes y -"Mobilis in mobile"- el legendario Nautilus, el calamar y la roca venida de la distante Luna componen un dúo con el que Verne sólo pudo soñar.

Junto a ambos, en el espacio principal de la exposición, se alinean ejemplares de todos los títulos de la obra de Verne, incluidas primeras ediciones -y las bellamente ilustradas segundas-, y viejos catálogos de la colección de su editor, Hetzel. Un álbum de familia muestra la cotidianidad humana del escritor mientras que en una galería de personajes se asoman sus principales criaturas de ficción como Nemo, Ardan, Hatteras, Lidenbrock, Strogoff o Robur, el monomaniaco inventor de esas dos terribles máquinas voladoras que son El Albatros y El Espanto.

Una pantalla muestra escenas de viejos filmes basados en las obras de Verne y un dispositivo interactivo permite seguir en un mapa las rutas de todas sus novelas de viajes. Un extraño mecanismo en una vitrina resulta ser un aparato de vacío para demostraciones científicas, y otro raro ingenio, un aparato de telefotografía de los años treinta, un protofax, inventado por un catalán. Ambos objetos parecen escapados de las páginas de Verne.

De un viejo dispositivo de bombeo brota un cable que se desliza por una balconada y conecta, 14 metros más abajo, en la gran sala, con un buzo, un maniquí con la escafandra, el traje y las pesadas botas.

Nada como un museo de la ciencia para poner a dialogar a Verne con los inventos, los descubrimientos y las teorías científicas y reconsiderar sus premoniciones y errores. La exposición de Cosmocaixa se complementa con una Ruta Verne a través de su colección permanente, en la que una serie de módulos permiten contrastar las aseveraciones del autor en sus novelas con la realidad científica. Así, en el módulo El arte de la fotabilidad neutra, se señala que Verne comete un error en Veinte mil leguas de viaje submarino al atribuir la variación de densidad a la compresibilidad del agua, cuando los principales factores que afectan a la densidad son la temperatura y la salinidad. En otro caso, aprovechando las descripciones que el escritor hace de la selva amazónica en La jangada (el nombre hace referencia a las grandes balsas fluviales), se recuerda que Verne nunca estuvo en la Amazonia y se indica que sus descripciones presentan una selva idealizada, casi como un jardín.

En cambio, en otros módulos se señala cómo Verne evidencia en El pueblo aéreo, por ejemplo, estar muy al corriente de las teorías sobre la evolución humana (la novela menciona a Eugene Dubois, el descubridor del Hombre de Java) o de la ciencia paleontológica: en Viaje al centro de la tierra el autor se basa en el concepto de Cuvier de viaje a través del registro fósil. También acertó al posicionarse con los vulcanistas frente a los nautilistas -aunque suene paradójico- en el gran debate geológico.

"La exposición quiere resaltar la personalidad de una brillante mente humana que hasta inventó el concepto de best seller", explicó Wagensberg, que relacionó las inquietudes científicas de Verne y su pionero interés por la divulgación científica con los objetivos de Cosmocaixa. Wagensberg destacó la capacidad de Verne por juntar ciencia y emoción y dijo que eso es lo que se ha pretendido al mostrar el gran calamar, los 160 gramos de luna traídos por el Apolo XVII o el atlas que perteneció al escritor y que usó y anotó (el volumen, una preciosa edición de 1885 de los célebres Gotha & Perthes, es un préstamo de la biblioteca de Amiens, la ciudad en la que murió hace un siglo el autor de La vuelta al mundo en 80 días). La exposición incide también especialmente en la relación entre los viajes y la ciencia, una constante desde los griegos a la conquista del espacio pasando por Darwin o los sabios de Bonaparte y de la que Verne era muy consciente, como prueban sus referencias a navegantes científicos como Freycinet o Entrecastaux.

Cosmocaixa, que prepara para otoño una gran exposición sobre Einstein con motivo del Año de la Física, ha rodeado la exhibición de Verne (hasta el 30 de enero) con una serie de actividades que incluyen proyecciones de filmes y el ascenso en un globo cautivo para sentirse como el mismísimo Samuel Fergusson en su vuelo de cinco semanas sobre la ancha África.

Un maniquí con un traje antiguo de buzo conecta, a través de su cable, la sala de arriba con la de abajo.
Un maniquí con un traje antiguo de buzo conecta, a través de su cable, la sala de arriba con la de abajo.CARMEN SECANELLA
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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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