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Reportaje:

Dragados Offshore calienta el Ártico

La firma instalará en el Círculo Polar la primera planta europea de licuefacción de gas natural

Miguel Ángel García Vega

Dragados Offshore está a punto de terminar en sus instalaciones de Puerto Real (Cádiz) una planta de licuefacción de gas natural por encargo de la firma noruega Statoil, que, una vez terminada, el 29 de junio próximo, será transportada hasta el norte de Noruega, concretamente, a la isla de Melkoya, en pleno mar de Barents y dentro del Círculo Polar Ártico. Es un viaje de 5.000 kilómetros, en el que se batirán varios récords.

El proyecto estará valorado en 2.000 millones de euros cuando salga del puerto y a él se habrán dedicado 4,5 millones de horas de trabajo
La planta tratará, comprimirá y licuará el gas natural de los yacimientos noruegos situados en las profundidades del mar de Barents
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Enfrentarse a los contratiempos

En el mar de Barents el mercurio, inmisericorde, marca en invierno cerca de (-40º C). Unas condiciones climatológicas apocalípticas que hacen muy difícil cualquier actividad humana. Porque a las temperaturas extremas se suman unos vientos procedentes del Polo Norte que sobrepasan con facilidad los 100 kilómetros por hora. Estas aguas han dado cobijo históricamente a buscadores de fortuna de diversos países, que cada temporada de verano se enrolan en barcos pesqueros buscando aprovechar en este mar unos caladeros tan ricos en especies como peligrosos.

No hay ninguna temporada en la que todas las tripulaciones vuelvan con los mismos hombres que se embarcaron. En este ambiente de gran dureza es donde se instalará el proyecto más ambicioso emprendido hasta ahora por Dragados Offshore, empresa del área de servicios industriales del Grupo ACS.

La compañía está a punto de terminar en sus instalaciones de Puerto Real (Cádiz) una planta de licuefacción de gas natural por encargo de la firma noruega Statoil, que, una vez terminada, el 29 de junio próximo, será transportada hasta el norte de Noruega, concretamente, a la isla de Melkoya, en pleno mar de Barents, y dentro del Círculo Polar Ártico. Es un viaje de 5.000 kilómetros, en el que se batirán varios récords. Una distancia en la que habrá que transportar una estructura que pesa 60.000 toneladas, mide 60 metros de alto, 154 de largo y 54 de ancho. "Por hacerse una idea real de las dimensiones, la estructura de la planta tiene el tamaño de casi dos campos de fútbol. Además, será la primera planta de tratamiento de gas natural que se instale en Europa y la más al norte de la Tierra", describe Pedro Ascorbe, director general de Dragados Offshore.

Un proceso complejo

La planta tratará, comprimirá y licuará el gas proveniente de los yacimientos noruegos de gas natural situados en las profundidades del mar de Barents, muy cerca de las aguas territoriales rusas. Estará formada por un área de compresión, otra de proceso y una zona de generación eléctrica que en realidad funcionará como una central eléctrica en sí misma, puesto que llevará incluidas cinco turbinas. La estructura, según explican en Dragados Offshore, tendrá el privilegio de ser el mayor topside (elementos de cubierta) que se haya construido nunca.

Un proceso, el de construcción, tremendamente complejo. En primer lugar, había que encontrarle una ubicación adecuada. Dragados Offshore ganó el concurso internacional convocado por Statoil no sólo por los factores de precio, medioambientales y de seguridad en la obra, sino también por los días de sol y temperaturas medias que ofrecía su planta gaditana de Puerto Real, algo que ha sido incluso más importante de lo que se preveía para el desarrollo del proyecto. "Las condiciones climatológicas tan duras en la isla de Melkoya (con más de seis meses de invierno y temperaturas extremas) reducen mucho las posibilidades de trabajo. Algo que se hubiera transformado en costes más altos y en un tiempo de entrega de la planta superior", analiza Jeroem Poppe, director del proyecto. Una vez encontrada la ubicación, había que resolver las dificultades técnicas.

A sugerencias de la propia Dragados Offshore, se optó por un sistema revolucionario en el mundo de la ingeniería industrial. La planta de gas natural se construiría en un lugar remoto a donde finalmente se ubicaría, concretamente, sobre una barcaza fondeada en la bahía de Cádiz. Con estas ideas claras, el proyecto Snohvit -palabra noruega que significa Blanca Nieves y que hace referencia a la nieve y al frío con los que se conviven en Melkoya- comenzó a construirse en las instalaciones de la empresa de ACS en febrero de 2003. En el mes de junio estará concluido el 98% del proyecto -el 2% restante, una parte del aislamiento de las tuberías, se completará en la propia Melkoya, tal y como ya se había previsto- y sobre la barcaza en la que descansa la planta de gas trabajan en estos momentos unos 2.000 operarios. Todo un desafío en la coordinación de los trabajos, puesto que supone un verdadero enjambre de trabajadores que tienen que moverse en un espacio pequeño y, además, por una instalación que es un laberinto de tuberías que entran y salen de la estructura, como si fueran brazos en movimiento. El trabajo de estos operarios se completa con los 1.300 que lo hacen en los talleres y los 350 delineantes de la oficina técnica.

Y es que todas las cifras de esta planta -que lleva incluida una central eléctrica de gas para abastecerla- son gigantescas: tiene 25.000 toneladas de topsides; 700 kilómetros de cable y 5.000 toneladas de tubería. Además, cuenta con cinco turbinas capaces de generar 250 megavatios de electricidad. Para su construcción ha sido necesario la que, hoy día, está considerada como la segunda grúa de mayor capacidad del mundo sobre oruga, la Demag CC 12600, con una capacidad de carga de 1.400 toneladas. Pero quizá resulte más interesante averiguar cómo se traslada hasta el mar de Barents y de qué forma se incrusta dentro de la isla.

La planta se ha construido sobre una barcaza, o lo que los ingenieros denominan pontona, pegada al muelle de Dragados Offshore. Previamente, fue lastrada y asentada bajo un colchón de grava con el fin de evitar que la estructura pudiese sufrir algún tipo de daño. Cuando la planta esté terminada, se retirará el lastre (con lo que se elevará) y varios remolcadores la llevarán, atravesando la bahía de Cádiz, hasta un buque especial tipo HLV, cuya principal característica es que tiene forma de U. El buque es a su vez lastrado hasta que los remolcadores puedan encajar la planta en la cubierta sumergida de la nave. Es una tarea tremendamente delicada y compleja. Cualquier error en la ubicación o la velocidad de los remolcadores puede resultar desastrosa. Una vez que la planta se ha fijado al buque, el barco suelta el lastre y comienza su ruta hacia Melkoya. Pero la odisea sólo acaba de comenzar.

Tras dos semanas de travesía, ya se encontrará frente a las costas de Melkoya, una pequeña isla rocosa cerca de Hammerfest, la población más al norte de la Tierra. Antes de la llegada del buque se ha horadado mediante voladuras en la roca una especie de enorme dársena donde se incrustará la planta. Es un viaje sin retorno. No hay posibilidades para el error, tanto es así, que la barcaza, una vez encajada en la dársena, no se puede retirar. Queda prisionera y será uno de los elementos que ayuden a fijar la planta. Después se cerrará la abertura y la estructura quedará definitivamente instalada. Entonces comenzará su conexión a los yacimientos de gas y a la terminal portuaria con el objetivo de que esté a pleno rendimiento en octubre de 2006. Para entonces, Statoil habrá invertido en la explotación del campo Shnovit -en el que hay espacio reservado para la construcción de otra planta, como la realizada por Dragados Offshore-, unos 5.800 millones de euros.

Viaje de ida y vuelta

El área sobre el que se asentará la planta incluye los yacimientos de gas de Snohvit, Albatros y Askeladd, situados en el mar de Barents. El gas será enviado a la planta de licuefacción gracias a un sistema innovador, por el que desde unos pozos de extracción submarinos -que además tienen una forma especial, como pequeños cubos con ángulos romos, los cuales impiden que las redes de los pescadores se enganchen- el gas subirá a través de los conductos hasta el complejo de la isla, en una operación que se efectuará por control remoto desde la superficie.

A medida que el gas llegue a la plataforma, se extraerá el dióxido de carbono para reinyectarlo en el fondo marino y no perder la presión del yacimiento. Desde allí pasará a los tanques de almacenamiento y, finalmente, a los buques gaseros, que lo distribuirán a sus diferentes mercados. Y aquí entra en juego otra de las singularidades de este proyecto. El principal comprador europeo del gas será España, mientras que en el continente americano será Estados Unidos. Así que casi se puede decir que es un viaje de ida y vuelta.

Es difícil poner el cascabel al gato del valor del proyecto. Teniendo en cuenta los materiales que lleva incorporados la planta y el coste de la mano de obra que se ha empleado en construirla (el 99% de los trabajadores han sido españoles, fundamentalmente de la bahía de Cádiz), cuando salga del puerto sobre la barcaza, estará valorada en 2.000 millones de euros y a ella se habrán dedicado 4,5 millones de horas de trabajo.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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