Reino Unido deja en suspenso la ratificación de la Constitución europea
Londres insiste en que "la UE sigue siendo clave para el progreso y el bienestar británicos"
Reino Unido hizo ayer oficial su decisión de dejar en suspenso la ratificación de la Constitución europea "hasta que se aclare la situación en Francia y Holanda". En una declaración en la Cámara de los Comunes, el ministro de Exteriores, Jack Straw, dejó claro que el Gobierno británico no renuncia a ratificar el texto más adelante: "Nos reservamos por completo el derecho de traer de nuevo el proyecto de ley si las circunstancias cambian. Pero no creemos que tenga sentido seguir adelante en este momento". Y añadió: "La UE sigue siendo clave para el bienestar y progreso británicos".
Straw eligió con mucho cuidado las palabras para conseguir el doble objetivo de renunciar a la Constitución sin declararla muerta. El primer ministro Tony Blair, que será presidente de turno de la Unión Europea a partir del 1 de julio, no tiene ningún interés en que Reino Unido sea señalado como el país que le dio el golpe de gracia al tratado constitucional europeo, y su ministro de Exteriores presentó la decisión en los mejores términos posibles.
Jack Straw aseguró que "Reino Unido alcanzó todos sus objetivos clave" en la negociación constitucional y, por eso, tanto él como el primer ministro "no tuvimos ninguna duda en recomendar el nuevo tratado al Parlamento y al país". Y acabó su declaración con un llamamiento a favor de la integración: "La Unión Europea sigue siendo un logro valioso y único, central para la prosperidad y el bienestar británico". "El mayor mercado único del mundo ha permitido a la economía y la gente de este país conseguir más prosperidad mediante el libre comercio", añadió. "La cooperación europea ha roto las barreras para viajar, trabajar y disfrutar. La UE sigue siendo vital para la paz y la democracia".
Pero su verbo proeuropeo no cambia la realidad: Reino Unido es el único país que ha interrumpido el proceso de ratificación de la Constitución europea desde que estalló la crisis, sumándose así a Francia y Holanda en la lista de países que no habrán ratificado el texto cuando se acabe el plazo legal, el 30 de noviembre de 2006. El Gobierno británico ha actuado con su tradicional instinto de preservar el interés nacional por encima de todo, y ha desoído los llamamientos de la Comisión Europea de no tomar decisiones hasta el Consejo Europeo del 16 y 17 próximos en Bruselas.
Respaldo de los europeístas
Los europeístas británicos coinciden en considerar lógica la decisión de suspender el proceso de ratificación porque, en las circunstancias actuales, sería imposible que los británicos dieran su apoyo a la Constitución. Antes que arriesgarse a perder el referéndum, prefieren suspenderlo. Ésa es la posición de Kenneth Clarke, uno de los más destacados proeuropeos del Partido Conservador, que ayer no sólo apoyó la suspensión del referéndum, sino que afirmó que "la Constitución está acabada". Clarke pidió al Gobierno que renuncie a futuras reformas de los tratados europeos: "Podemos vivir con el Tratado de Niza y concentrarnos en la tarea que debemos afrontar: la reforma económica".
Las palabras de Clarke hay que leerlas en una clave más amplia que la meramente europea. El veterano político no descarta presentarse de nuevo a la lucha por el liderazgo tory, pero sólo tiene posibilidades de ganar si el tema europeo está fuera de la agenda política y no es un factor decisivo a la hora de elegir al nuevo líder. Los militantes conservadores eligieron en 2001 al antieuropeo Iain Duncan Smith en el mano a mano final con Clarke. Duncan Smith, descabezado a media legislatura, dijo ayer que lo que tiene que hacer el Gobierno es "matar" el tratado constitucional. Su compañero de filas Liam Fox, portavoz tory de Exteriores y médico de profesión, cree que ya está muerta: "Hace ya un tiempo que no ejerzo la medicina, pero todavía soy capaz de identificar un cadáver cuando lo veo y éste es un caso para la morgue: es una Constitución muerta", dijo.
Fox, con una mirada casi tan agresiva como sus palabras, en contraste con la suavidad de formas de su antecesor, el siempre educado Michael Ancram, embistió contra "esos dinosaurios políticos que están al timón de Francia y Alemania y el ejército de eurócratas cuyas carreras dependen de que el tren esté bien engrasado y que actúan como si no hubiera pasado nada". Fox le exigió a Straw que el Gobierno se comprometa "a no introducir el tratado por la puerta de atrás". El ministro se mostró de acuerdo pero no descartó que, si la Comisión lo proponía y el Consejo de Ministros lo aprobaba, se pusieran en marcha algunas de las propuestas de modificación contempladas en el tratado que no tienen rango constitucional.
Los liberales-demócratas, por su parte, quieren que rescatar tres asuntos: que el Consejo de Ministros tome en público sus decisiones sobre nuevas leyes, que los ciudadanos puedan promover una nueva ley con el apoyo de un millón de firmas y que todas las decisiones se tomen al nivel político más próximo al ciudadano.
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