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Columna
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Editores

El martes la editorial Quaderns Crema recibió la medalla al mérito cultural que concede el Ayuntamiento de Barcelona. Como no pude acudir a la ceremonia de entrega, dediqué parte del día a pensar en los editores, ese gremio con el que los autores mantienen tempestuosas relaciones que nacen de una contractual lucha de egos. La presencia de los agentes literarios ha transformado esa relación, pero los que hemos tenido la suerte de practicarla sabemos que puede proporcionar grandes momentos de complicidad, pánico, ilusión, recelo y desconcierto. Hablo, por supuesto, de los editores de verdad, no de esos malabaristas de cifras convertidos en despilfarradores de dinero ajeno.

En 2001, Jean Echenoz escribió un librito precioso sobre su editor Jérôme Lindon, fundador de Les Éditions de Minuit. Resume bien el rigor obsesivo y las manías de un tipo de editor que defiende su criterio frente a la epidemia de catálogos trampa y la charlatanería mercadotécnica. Echenoz cuenta las discusiones sobre comas, los paseos por las calles de París, las charlas, los silencios y qué mecanismos de respeto y seducción se establecen entre editor y editado. El día en el que se entera de que Lindon ha muerto, estando de vacaciones, Echenoz escribe: "Salí a caminar por una pequeña carretera de Normandía". Sería un buen lugar para pasear pensando en los editores que merecen la medalla al mérito cultural y los que merecerían ser denunciados por estafa, impagos o mala educación.

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Editores y 'flâneurs'

Los editores también escriben. El tópico dice que son escritores frustrados; pero, estadísticamente, me preocupan más los escritores frustrados que, pese a serlo, continúan publicando y que confirman la existencia de un sector de editores frustrados. Jaume Vallcorba es uno de los editores que han publicado algún libro, igual que Jorge Herralde y tantos otros. Recientemente, acaba de publicarse Editar la vida, de Michael Korda, de grata, amena y reconfortante lectura. No tiene más pretensión que contar los entresijos del oficio y hacerlo con un criterio más narrativo que didáctico, muchas anécdotas y algunas felices reflexiones como éstas: a) "Una editorial sólo puede crecer hasta cierto punto si ha de representar el gusto y la visión de una persona, o un pequeño grupo de personas. Una vez alcanzado ese tamaño, para sobrevivir debe ser más un supermercado que una boutique", b): "Ningún editor, da igual lo bueno que sea, puede convertir un libro malo en uno bueno, así que debe trabajar sólo en aquellos libros que ama, sin importarle el motivo. Amar el libro hace que el trabajo tenga sentido y se consiga extraer algún valor de él. El que trabaja en un libro que detesta, que le disgusta o que le resulta indiferente, no logra nada", c) "En las editoriales, como en el amor, el periodo de verdadera intensidad se da durante el cortejo, cuando se seduce al autor. Una vez hecho el trato, el amorío termina, se instala cierta indiferencia y empieza el matrimonio".

Director editorial de Simon & Schuster, Korda describe la evolución del negocio, de chiringuito a máquina de facturar, de pequeño laboratorio a potente empresa que cotiza en Bolsa. Las extravagancias de los novelistas, las pretensiones de los actores (Joan Crawford) y políticos famosos (Richard Nixon, Ronald Reagan) en busca de su publirreportaje biográfico, su amistad con Graham Greene, la transformación de la industria, la invención de los libros de autoayuda, el dinero, el alcohol, las comidas y la sutil diferencia entre publicar y editar. El mérito cultural es, intuyo, publicar cosas previamente editadas y que luego el lector decida si tiene mérito o no.

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