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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El poeta en el diván

Desde Teatro de operaciones (1967), aquel recuento de su educación sentimental, Antonio Martínez Sarrión (Albacete, 1939) ha recorrido un camino irreductible a esquema. Las fulguraciones temáticas del 68 fueron dejando sitio a una poesía donde el patrón generacional se tiñó de un cuerpo de experiencialidad que pudo leerse como una retractación de los antiguos dogmas autotélicos: de nuevo, la primacía de vida sobre literatura. Así llegó a su magistral Ejercicio sobre Rilke, punto de encuentro de la armonía de Vermeer y las retorsiones goyescas. Todavía había de volcarse su pluma en la laberíntica lujuria verbal de Cantil, un poema río cuyo desvelamiento no agota el manadero del placer estético, y en ese lapidario de la moral estoica que es Cordura (1999), donde asoma inmisericorde la vejez. Poeta en diwan no es una continuación del libro anterior. Aunque su título y estructuración -"Diwan de Occidente" y "Diwan de Oriente"- juegan con la remisión a la obra de madurez de un Goethe deslumbrado por la poesía del Medio y del Extremo Oriente, por un lado, y, por otro, al autoexamen psicoanalítico a través de patrones prestigiosos -poesía helenística y de la baja latinidad, rubayatas, gacelas, haikus, lírica europea posromántica-, este volumen alcanza una rara originalidad sobre el cañamazo de los modelos imitados, traducidos o modulados.

POETA EN DIWAN

Antonio Martínez Sarrión

Tusquets. Barcelona, 2004

168 páginas. 12 euros

En los mejores momentos,

los poemas muestran el músculo de su prosa memorialística, singularmente de Infancia y corrupciones, título que rehace otro de Gil de Biedma ('Infancia y confesiones'), y al que ahora vuelve a torcer el cuello en 'Juventud y confusiones', palinodia de sus afanes novísimos. Toda la zafiedad y crueldad moral del mundo reaparecen en alguna estampa de la posguerra, como ese tenebrista '1946: escuela pública'. A partir de una reflexión sobre la vejez, Martínez Sarrión ha conciliado, y no era fácil hacerlo, el expresionismo postista con el apunte oriental en que las antiguas apuestas totalizadoras se adelgazan en someros esbozos descriptivos, orientado todo ello hacia el ápice de una transgresión social. Es cierto, según refiere en 'Dos modos de embriaguez', que el vino de Hafid, Omar Jhayam o Anacreonte es muy distinto al de Chandler, Joseph Roth o Dylan Thomas, aunque "la poesía de unos y otros", apostilla, "nos haya preservado para siempre / lo mejor de sus almas". Al descoyuntamiento de aquellos libros del 68 sucede ahora una armoniosa sordina: "Soy consciente del tono cuaresmal / de estos versos: ya no hay lujo, / ni vuelo de metáforas, ni riesgo. / Es muy amortiguada poesía de vejez: / lo más seguro / es que valgan bien poco". Se equivoca el autor. La tenuidad de estos poemas, en alternancia con ramalazos solanescos que van de suyo en él, ha dejado atrás los antiguos hervores, pero no la emoción de la poesía auténtica.

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