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Claudio Abbado y su hijo Daniele clarifican la luz de 'La flauta mágica'

El músico triunfa en Italia con un montaje sencillo y fascinante de la ópera de Mozart

Jesús Ruiz Mantilla

La poderosa fuerza idealista de La flauta mágica, la genial última ópera de Mozart, puede iluminar a medio mundo 250 años después del nacimiento de su creador, que se celebra en 2006. Sobre todo si para conmemorar el aniversario predominan versiones como la que Claudio Abbado y su hijo Daniele, director de escena, que con una concepción limpia, clara, poderosa y comprometida del triunfo de la luz de la razón sobre las tinieblas, triunfaron el martes en su estreno en el Teatro Municipale Valli, de Reggio Emilia, en Italia, donde un público entusiasmado, cautivado y feliz bendijo con 17 minutos de aplausos este gran espectáculo.

Mientras desde Roma resonaban los ecos preocupantes de quienes van a hacer cruzada contra "la dictadura del relativismo", Claudio Abbado (Milán, 1933), ese motor necesario de la música occidental, que ha vuelto con una fuerza arrolladora tras padecer una enfermedad que casi le consume, respondía desde su compromiso cívico con una ópera que predica el triunfo de la razón y el predominio de lo humano sobre lo divino: "Cuando la tierra sea el paraíso y los hombres se asemejen a los dioses".

La música poderosa, contagiosa, mágica de Mozart y el libreto lleno de enigmas, laberintos y sabiduría abierta a la conquista, de Emanuel Schikaneder, brillan en la visión de los Abbado, en la que participan la sabia nueva y vigorosa de la orquesta formada por el padre, la Mahler Chamber Orchesta, que arrasó y subió entera al escenario a saludar. "Es un grupo de músicos que contagia alegría y ganas de disfrutar con lo que hacen", aseguraba el director a EL PAÍS. Los músicos acompañan un reparto en el que destacan Matti Salminen, imponente Sarastro; Christoph Strehl, convincente Tamino; Rachel Harnisch, cautivadora Pamina; Nicola Ulivieri, que se llevó la mayor ovación tras su conmovedora encarnación de Papageno, e Ingrid Kaiserfeld, aunque no supo dominar los poderes envolventes y envenenados de la Reina de la Noche.

Símbolos sencillos

Daniele Abbado, que es la primera ópera que dirige junto a su padre y que se formó como hombre de tablas con Giorgio Strehler, el gran director creador del Piccolo Teatro milanés, limpia la escena de todo elemento, la deja en negro y va poblándola de símbolos enemigos de lo aparatoso, sencillos, sugerentes, con vocación constante de provocar sorpresa en el espectador y casi siempre brillantes en su poder de evocación. Mezcla una estética que navega por las tradiciones del lejano oriente, con samuráis y dragones, pero atraca también en la modernidad de la cultura cinematográfica occidental, con evocación del universo de la guerra de las galaxias, para ahondar en la lucha del bien contra el mal, del poder de la fuerza contra la amenaza del lado oscuro.

Pero el gran espectáculo, que podría recalar la próxima temporada en España ya que hay conversaciones con Sevilla y Valencia, está siempre en el foso y eso lo van a poder comprobar en varios escenarios italianos porque esta versión de La flauta mágica, nada aparatosa y concebida para que gire con mucha facilidad, se verá también en Ferrara y Módena, además de en la alemana Baden Baden. Abbado ha cuajado una orquesta joven, milagrosa, que sigue su visión colorida, intensa y rápida en los tempos, jovial, alegre, vital y contagiosa. Ha elegido músicos jóvenes de todo el mundo para su Orquesta Mahler, su proyecto más importante junto a la Orquesta de Jóvenes Latinoamericanos (OJL), que ha formado principalmente en Cuba y Venezuela.

La formación, que regresa con Abbado este año al mismo escenario donde ya hicieran Così fan tutte, en el inicio de un ciclo mozartiano en 2004, brilla, convence y contagia un entusiasmo propenso a las confesiones. Como las que hace Paolo, un empresario de maquinaria agrícola de la región, que junto a su esposa, Dina, cantan las lindezas del teatro de su ciudad -"aquí debutó Pavarotti", dice él- y alaban al gran músico recuperado en el sur, donde ya en los años sesenta, Abbado se comprometía en la región de Emilia Romagna con proyectos como Musica Realtá, con el que propagaba el virus del arte por rincones inauditos de la zona: "Éste es un regalo que le he querido hacer a mi mujer", dice Paolo. "Yo no le regalo anillos, que los puede vender, le regalo emociones que le duren toda la vida, ¿verdad, Dina?". "Claro", responde ella.

Escena del montaje de <i>La flauta mágica</i>.
Escena del montaje de La flauta mágica.
Claudio Abbado, en el centro, y su hijo Daniele, a la derecha, en un descanso de los ensayos en Reggio Emilia.
Claudio Abbado, en el centro, y su hijo Daniele, a la derecha, en un descanso de los ensayos en Reggio Emilia.

El intenso regreso del maestro

Quienes creyeron que aquel Parsifal del Festival de Pascua en Salzburgo iba a ser su última aparición o que el sufrimiento que le saltaba por los poros al hacer sonar el Réquiem de Verdi en Berlín hace tres años era una despedida definitiva, no podían imaginar que un Claudio Abbado rejuvenecido, victorioso, recuperado de una gravísima enfermedad, regresaría con tal fuerza. Casi no tiene huecos en su agenda, repleta para los dos próximos años. Ha retomado el pulso de dos orquestas jóvenes como la Mahler, con la que actuará en España en abril de 2006, la del Festival de Lucerna y otra que vuelve a poner de manifiesto el carácter rebelde y reivindicativo de este referente del arte universal, que ha formado en Venezuela y Cuba, principalmente -y la elección de los dos países no es casual-, la Orquesta de Jóvenes Latinoamericanos, con la que colabora intensamente.

Pero también ha vuelto y seguirá acercándose a Berlín, donde sus antiguos compañeros de la Filarmónica, que ahora dirige su sucesor, Simon Rattle, celebran su regreso con entusiasmo previsto para mayo de 2006 de nuevo después de que el año pasado diera ya algún concierto con ellos. Lucerna, además de la región de Emilia Rogmana en Italia, donde hará óperas y repertorio barroco en teatros pequeños, es otro de sus centros actuales de base musical. Su participación en el festival suizo seguirá siendo intensa y volcada al gran repertorio sinfónico.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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