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EL FIN DE UN PAPADO | El testamento

El secretario de Wojtyla tutela su testamento

El arzobispo Dziwisz, hijo espiritual de Juan Pablo II, guarda los últimos secretos del Pontífice

Enric González

El apartamento de Juan Pablo II no quedó vacío. En él seguía viviendo ayer, y hasta el nombramiento de un nuevo Pontífice, el arzobispo polaco Stanislaw Dziwisz, secretario, hijo espiritual y sombra del Pontífice muerto. Es Dziwisz, de 65 años, quien posee el testamento personal de Karol Wojtyla y sus disposiciones finales, en las que, con toda probabilidad, se indica en qué lugar quiso el papa Juan Pablo II que reposaran sus restos (¿San Pedro?, ¿Cracovia?), el destino de los pocos objetos que constituían su patrimonio y quizá un mensaje póstumo al mundo. Los últimos enigmas del Papa polaco que conmovió al mundo están en manos de Dziwisz hasta que el colegio cardenalicio decida hacer público su contenido.

Dziwisz ha sido las manos, la agenda, la memoria y, a veces, la voluntad del Pontífice
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El secretario-arzobispo Dziwisz se hizo más y más impopular en el Vaticano al acrecentarse su poder. La enfermedad papal le convirtió gradualmente en las manos, la agenda, la memoria y, en ocasiones, incluso en la voluntad del Pontífice. Era él quien despertaba a Juan Pablo II y concelebraba con el Papa la misa matutina, era él quien decidía quién era recibido por el Papa y quién no lo era, era él quien daba las buenas noches al jefe de la Iglesia católica. Era él quien mecanografiaba y corregía los libros de Karol Wojtyla. En los últimos años, era también Dziwisz quien se despertaba cada hora durante la noche, todas las noches, para mover al Pontífice en el lecho, con el fin de que las sábanas no causaran llagas en un cuerpo inmovilizado. Su abnegación fue ilimitada. Staszek, como le llamaba Wojtyla, era de los poquísimos que en la intimidad podían permitirse tratar de tú al Papa.

Stanislaw Dziwisz, nacido en la localidad polaca de Rabawyza (cerca de Cracovia) el 27 de abril de 1939, fue durante los 26 años del pontificado de Karol Wojtyla uno de los más profundos misterios del Vaticano. Todos podían verle porque estaba siempre junto al Papa, pero casi nadie sabía qué pensaba. Su voluntad era exclusivamente la del Pontífice. En los últimos tiempos quizá se invirtieron los términos. Grueso, de trato simple y directo y rostro inexpresivo, Dziwisz era, según no pocos cardenales, un "vicepapa ejecutivo".

El 23 de junio de 1963, a los 24 años, Dziwisz fue ordenado sacerdote en Cracovia. Le ordenó el entonces obispo de la diócesis, Karol Wojtyla. Ambos, el cura novicio y el obispo, habían trabado amistad en la cordillera de los Cárpatos, adonde huían en cuanto tenían ocasión para disfrutar del montañismo y del esquí, dos de las aficiones que compartían.

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Tres años después, el ya arzobispo Wojtyla designó a Dziwisz como secretario personal. Trabajaban juntos desde hacía 12 años, cuando en octubre de 1978 viajaron a Roma para el inesperado cónclave convocado para elegir al sucesor del brevísimo Juan Pablo I. Una casual filmación amateur documenta su despedida ante la verja del cónclave: el cardenal Wojtyla y su secretario se saludaron con una sonrisa, muy relajados, sin sospechar que dos días después el cardenal sería Papa y no volvería a residir en la sede del Obispado de Cracovia. Ése es el destino que ahora, con casi total seguridad, espera a Stanislaw Dziwisz.

El poder acumulado por el secretario durante el pontificado de Karol Wojtyla no procedía solamente de su proximidad al centro físico del poder absoluto. Juan Pablo II ignoró la tradición, por la cual los secretarios papales sólo eran ascendidos al obispado tras el fallecimiento de su jefe, y en 1998 nombró obispo y prefecto adjunto de la Casa Pontificia a su querido Staszek. En 2003 elevó su cargo al de arzobispo. Ya en 1981 le había asignado la presidencia de la fundación pontificia Jana Pawla II, una institución creada para difundir por el mundo el pensamiento de Karol Wojtyla y para organizar trabajos de voluntariado en Polonia e Italia. Con el tiempo se difundió por el Vaticano la convicción, justificada o no, de que la fundación constituía la base de poder del llamado clan polaco.

Stanislaw Dziwisz, que recogió en sus brazos a Juan Pablo II cuando en 1981 cayó abatido por los disparos del turco Alí Agca, que le administró la extremaunción ese día y, un cuarto de siglo después, otras dos veces en la víspera de su muerte y apenas una hora antes del último suspiro, parecía ayer el hombre más triste del mundo. Su devoción por su amigo y padre era absoluta.

Dziwisz tiene previsto permanecer en los apartamentos papales, ordenando documentos, hasta que el cónclave elija al sucesor de Juan Pablo II. Ese mismo día deberá abandonar la que ha sido su casa durante 26 años para que el camarlengo la selle, hasta que el nuevo Papa rompa los sellos e inaugure su pontificado.

Cardenales que asistieron ayer al funeral en memoria de Karol Wojtyla, que se celebró en la plaza de San Pedro.
Cardenales que asistieron ayer al funeral en memoria de Karol Wojtyla, que se celebró en la plaza de San Pedro.REUTERS

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