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Columna
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Mutantes

El portavoz del PP en Alcobendas, alegre y dicharachero cantamañanas, prometedor retoño de las nuevas generaciones conservadoras, proclamó recientemente, en un arrebato de sinceridad, impropio de su oficio y contrario a las convenciones mínimas de lo políticamente correcto, que, según su criterio, las diferencias entre socialistas y populares trascienden lo ideológico y entran en el terreno de la biología. Nosotros, vino a decir ese voceras, de cuyo nombre ni puedo ni quiero acordarme, somos biológicamente distintos porque hemos sido mejor educados y estamos más preparados. La peregrina y arriesgada hipótesis resultó excesiva, más por la forma que por el fondo, incluso para sus correligionarios, colegas y colaboradores más próximos, en un foro local que alcanzó cierta notoriedad mediática por tan extemporáneas y pedestres manifestaciones, que concedían a los dirigentes populares la cualidad de mutantes superdotados y predestinados para gobernar eternamente y enseñar buenos modales a izquierdistas zafios y desaliñados.

El deslenguado portavoz popular no ha dicho nada nuevo, sólo ha reformulado, inoportunamente, una ancestral y perversa creencia que subsiste en el subconsciente colectivo de la derecha, la certeza de que unos han venido a este mundo para mandar y otros para dejarse mandar, que hay reyes y súbditos, amos y criados, empleadores y empleados, directores y dirigidos, ése es el orden natural de las cosas y pretender subvertirlo es cosa de locos y de plebeyos resentidos y contaminados por utópicas teorías igualitarias. El pedigrí no se improvisa y los colegios privados donde se forman las élites cuestan una pasta aunque estén concertados, subvencionados y tutelados por órdenes religiosas que anteponen la fe a la ciencia y relegan a la razón a un papel secundario.

El alegre portavoz de Alcobendas, que confunde biología con educación y preparación con adoctrinamiento, no tardó mucho tiempo en apercibirse de su lapsus y sin cortarse un pelo declaró ante los medios de comunicación que no asumía sus propias palabras, que no estaba de acuerdo consigo mismo unos minutos antes y a punto estuvo de pedir su propia dimisión, por bocazas, hasta que sus colegas más veteranos le quitaron importancia al desliz y le recordaron que en política es casi tan peligroso decir lo que se siente como sentir lo que se dice, sobre todo cuando hay micrófonos cerca.

Pero de nada sirve educar a las élites si la gente común, predestinada para obedecerlas y servirlas, no ha sido educada en la resignación y la obediencia. Por eso el Opus Dei, concesionaria de Dios en la Tierra, no sólo se ocupa de la formación de dirigentes cristianos, fieles pagadores de diezmos y primicias, sino que diversifica su labor pedagógica y evangelizadora con la creación de centros de formación profesional para futuros obreros cristianos de los que ponen la otra mejilla en los conflictos colectivos y dan gracias al Altísimo y al director de la compañía por permitirles cumplir con el castigo divino de ganar el pan con el sudor de sus frentes, por la bendición de un puesto de trabajo, maldición bíblica que hoy se ha convertido en un bien escaso, o en un mal deseable.

Para que las futuras obreras y obreros cristianos no se distraigan y se concentren en el aprendizaje, el Opus Dei practica en sus centros educativos la separación de sexos en contra de leyes paganas y normativas laicas pero sin renunciar por ello a las subvenciones que piadosos gestores de los presupuestos públicos como doña Esperanza Aguirre desvían hacia sus fundaciones, poniendo la devoción por encima de la obligación y en cumplimiento del precepto evangélico, "que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda" y si no trasciende a la prensa, mucho mejor.

El concierto y la subvención de la Comunidad de Madrid a los colegios Fuenllana (niñas) y Andel (niños) en Alcorcón ha sido calificado de insulto por el alcalde socialista de la localidad, que ha recordado las carencias educativas de la zona, hombre de poca fe que no parece dispuesto a comulgar con ruedas de molino, pero ya se sabe que la Esperanza mueve montañas y, si te descuidas, recalifica terrenos.

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