_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El apasionante 'caso Fabra'

Tenemos en el País Valenciano unos cuantos novelistas, y quizá también algún periodista, capaces de escribir el que sin duda sería el libro del año o del lustro. Me refiero a una biografía -mejor no autorizada- del presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra. Muchos de sus paisanos, o la inmensa mayoría, no hallarían grandes sorpresas en el relato, pues tiene uno la impresión de que están al cabo de la calle, no sólo de las hazañas del personaje, sino también de su linaje, expresivo de una vocación política hereditaria, con las consiguientes prácticas caciquiles y clientelares que ello engendra. Quizá sea excesivo a este respecto y en estos tiempos hablar de fabrismo como opción partidaria, pero lo cierto es que los confesos de antifabrismo no se comen un rosco en esa taifa provincial. Y más aún: el amparo del mentado presidente es mano de santo para que se abran las puertas de la Generalitat y muchos ministerios, como se ha visto.

Y digo lo que precede porque me parece incuestionable que el presidente Fabra ha sido el protagonista de 2004 por estos pagos autonómicos. Al menos, por la cantidad de noticias e informaciones que ha motivado. Desde febrero pasado, que me conste, no ha cesado de darle cuartos al pregonero y, muy especialmente, de nutrir la crónica de tribunales por la cantidad de contenciosos entrecruzados a propósito de ese zarzal de empresas que han crecido a su vera. Y, como era de esperar, tampoco ha faltado el escrutinio de su fortuna, aparentemente recrecida desde que el caballero gobierna la corporación y tiene tiempo libre, además de la bendición oficial, para intermediar y despachar dictámenes tan sigilosos que nadie ha visto.

No cabe en esta columna un asunto tan prolijo y trenzado como es la serie de pleitos en que anda enzarzado el caballero. Tanto más cuando el fiscal anticorrupción, que hasta ahora andaba moroso y circunspecto en este caso, ha calificado de "muy extensas y letales" las diligencias que lleva a cabo. Lo de letales debe aludir a los productos fitosanitarios sin licencia, y quizá también con ella, que se comercializaban, sin excluir todo ese trapicheo de finanzas, pagos, obsequios de joyas, compra de masías de titularidad pública y un largo etcétera que garantiza la mejor materia prima para moldear la semblanza de un triunfador de nuestro tiempo con modos y maneras que no acaban de ser anacrónicas. Así visto hasta podría componerse una tesis doctoral sobre los avatares del poder caciquismo periférico.

Quienes hayan seguido con algún interés esta historia habrán constatado la confianza que manifiestan las gentes del PP acerca del fallo o fallos absolutorios con que se cerrará este corolario de escándalo familiar y político. También hay excepciones que apelan al código ético del PP, en virtud del cual el todopoderoso presidente ya habría de haber dejado el proscenio público, no vaya a ser que lo reclamen para el trullo mientras preside una sesión solemne. Y no sería eso lo peor, pues delito habría, sino que también arrastre consigo a cuantos han apostado sin reservas por su inocencia, como el incondicional Víctor Campos, vicepresidente del Consell, y hasta el titular de éste. Si alguien se apresta a escribir esta historia de vino y rosas, amistades y traiciones, presuntas triquiñuelas y sobornos, no ha de omitir el sacrificio de estos leales que, por ceguera, lealtad o fuerza mayor, se chamuscaron con el condenado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_