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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Un hombre valiente

"Me rebela la idea de tener que pagar para salvar la vida", escribió el empresario Juan Alcorta en la carta abierta en la que hacía saber a ETA, tras pensárselo "mucho", y tras "sopesar" las distintas opciones, que no pensaba pagar la extorsión que los terroristas le exigían. Era el martes 29 de abril de 1980. De las cuatro posibilidades consideradas había desechado estas tres: pagar; negociar con ETA; irse fuera de Euskadi, y decidido la cuarta: "No pagar, no negociar y seguir viviendo, poco o mucho, no lo sé". Ha vivido durante 24 años y medio desde entonces. Ayer falleció en San Sebastián, a los 83 años.

La carta fue publicada en todos los periódicos que se editaban entonces en el País Vasco y Navarra. "Sé que con esta decisión puedo poner en peligro los años que me puedan quedar de vida", decía también en la misiva, "pero hay algo en mi conciencia, en mi manera de ser, que prefiero cualquier cosa que ceder a un chantaje que está destruyendo a mi tierra (...). Los vascos no somos cobardes".

Acababa de constituirse el primer Gobierno vasco de esta etapa democrática. Juan Manuel Epalza, un veterano nacionalista procedente del exilio, acababa de ser nombrado director general del Departamento de Interior. Tras leer en los periódicos la carta de Alcorta dijo lo siguiente: "Este gesto nos lava la cara frente al clima de cobardía colectiva que se está apoderando de Euskadi".

Juan Alcorta, principal accionista de las empresas de alimentación Koipe y Savin, así como de un banco local llamado Bankoa, era una persona muy conocida en San Sebastián. Su amigo íntimo desde la infancia era Andoni Elizondo, defensa lateral y luego entrenador de la Real Sociedad, equipo del que Alcorta fue directivo. Era hermano de Patxi Alcorta, aquel hostelero donostiarra que colocaba una enorme txapela sobre la cabeza del boxeador Urtain tras cada combate.

Una hija de este hostelero había estado casada con un activista de ETA, Mikel Gardoki, abatido por la policía en un control, hacia 1975. En 1980 un hijo de Alcorta, militaba en Euskadiko Ezkerra y estaba casado con una hermana de Pertur, el dirigente poli-mili desaparecido en Hendaya en julio de 1976, probablemente asesinado por miembros del sector que se integraría en ETA (m), organización de la que a comienzos de los ochenta era miembro liberado un sobrino de la mujer de Alcorta.

Según la carta abierta de Alcorta, la "única acusación" que le hacía ETA era la de ser un burgués. "Así será si ETA lo dice", comentaba Alcorta antes de expresar su extrañeza porque los de ETA "saquen la consecuencia de que debo purgar ese delito dándoles el dinero a ellos". Le exigían 20 millones de pesetas.

No sólo no se los dio sino que les desafió dejándose ver el siguiente domingo en el viejo campo de Atocha, junto al entonces principal dirigente de los socialistas vascos, José María Benegas.

Días después, un antiguo miembro del Partido Comunista que había estado en la cárcel tantos años como millones exigía ETA a Alcorta, publicaba en el Diario Vasco un artículo en el que explicaba cómo había conocido al empresario: se presentó en su despacho contándole su caso, en particular las razones por las que había salido de prisión mutilado de un pie, lo que le impedía trabajar en su antiguo oficio. Alcorta le dijo: usted no necesita dar explicaciones, sino que alguien le ayude. Y le colocó de portero en Koipe.

Desde hace varios años estaba enfermo del mal más cruel. Había perdido la memoria, pero sobrevivía, y cada día de vida de este hombre ha sido un triunfo contra el terror.

Juan Alcorta, en 1980.
Juan Alcorta, en 1980.

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