Una bulla que apabulla
La sanidad pública madrileña marcha a toda vela. Hay bulla quirúrgica en todos los sitios y a todas horas. Más de 1.000 intervenciones quirúrgicas al día según la apabullante propaganda oficial, que confunde interesadamente actividad con eficiencia.
Dentro de un año, la presidenta de la Comunidad cantará el alirón de las promesas cumplidas y no habrá un madrileño que en las listas oficiales lleve más de 30 días esperando el bisturí. Eso está bien, pero cuando las cosas se viven desde dentro, es inevitable plantearse algunas cuestiones; la primera de todas es si se está empleando esta enorme cantidad de dinero público de la forma más socialmente eficiente o si se ha elegido el uso político.
¿Se ha considerado la equidad a la hora de asignar recursos? ¿Cómo es posible que existan esas enormes listas de espera para consultar a especialistas o hacerse pruebas complementarias (ecografías, endoscopias, TAC)? ¿Qué pasa cuando en estas últimas se descubre alguna enfermedad importante con varios meses de retraso? ¿Para qué sirve hacer una exploración complementaria, si la cita para ver el resultado es tres meses después de haber sido realizada? ¿Qué se opera?
¿Se controla la adecuación de las indicaciones quirúrgicas o comienzan a operarse patologías que en otro momento se tratarían con terapia farmacológica? ¿Qué pasa de la demanda autoinducida? ¿Están suficientemente acreditados e inspeccionados con el rigor exigible los centros privados a los que se derivan los pacientes? ¿Te sacan de la lista si decides no operarte en un centro privado? ¿Qué son las listas cerradas? ¿Cuánto tiempo tardará en reacumularse la lista de espera quirúrgica una vez que se dé por cumplida la promesa electoral? ¿Cuál es la calidad de la información que nos presentan sobre las listas de espera? ¿Se hacen auditorías independientes? ¿Está realmente enfocado el sistema público de salud hacia los pacientes, como no se cansan de repetir las autoridades responsables?
En Madrid, el sistema público de salud está enfocado a su principal cliente, Esperanza Aguirre.
