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Economía y empresa después de Bush

En plena resaca de las elecciones norteamericanas, los analistas han empezado a reflexionar sobre las consecuencias que la victoria de George Bush puede tener sobre la economía de aquel país y, por extensión, en muchos otros. No es tarea fácil, como no lo habría sido tampoco en el caso de un triunfo de John Kerry, pues ninguno de los dos candidatos incluía en su plataforma electoral una estrategia económica de claros perfiles.

En el terreno macroeconómico existen pocas dudas sobre la tarea a realizar. La economía norteamericana viene registrando un crecimiento tan intenso como desequilibrado. Sus necesidades de financiación (cuyo reflejo es el déficit exterior por cuenta corriente) son excesivas, y están vinculadas simultáneamente a un desequilibrio en el sector público y a un exceso de consumo (escasez de ahorro) en el privado. Tanto la política presupuestaria como la monetaria deben, pues, orientarse a restringir el gasto global, hasta lograr que éste se acomode a las posibilidades productivas del país, algo, desde luego, mucho más fácil de escribir en un folio, o de pronunciar en un mitin electoral, que de llevar a la práctica política.

La industria farmacéutica resultará previsiblemente favorecida por el resultado electoral y por la liberalización en el mercado de medicamentos

En el campo de la micro, caben, sin embargo, reflexiones de mayor interés. A juzgar por algunas políticas anunciadas en el programa electoral de los republicanos, el triunfo de Bush augura, en efecto, un futuro favorable para ciertos sectores o grupos de empresas, mientras el de Kerry habría favorecido a otros colectivos empresariales distintos. Los mercados parece que empiezan a registrar esas expectativas.

El sector energético celebrará, por ejemplo, el triunfo republicano. George Bush anunció en la campaña su propósito de permitir nuevas exploraciones petrolíferas y de gas natural en Alaska, las Montañas Rocosas y la zona oriental del golfo de México. También propugnó estimular la explotación de la biomasa como fuente de energía renovable y apoyar las investigaciones sobre el carbón limpio y la fusión nuclear.

La industria farmacéutica es otro de los sectores previsiblemente favorecidos por el resultado electoral. La plataforma republicana incluía mayor liberalización en el mercado de los medicamentos y restricciones a la importación de genéricos procedentes de Canadá, cuyos precios (controlados por el Gobierno) podrían generar un auténtico dumping. Además, el reelegido presidente prometió subvenciones a los medicamentos cubiertos por el medicare, es decir, por el seguro sanitario de las personas jubiladas.

Todo el sector sanitario (en especial, los seguros médicos y los centenares de hospitales privados) espera, asimismo, que George W. Bush cumpla su promesa de frenar los abusos en las denuncias por daños y perjuicios (tort claims), que les vienen suponiendo pérdidas millonarias cada año y encareciendo seriamente las primas de seguros de salud.

Obviamente, toda la investigación relacionada con las necesidades de defensa, y las industrias a ella asociadas, continuará atravesando un periodo de expansión, aunque no está claro en qué medida la victoria de Kerry habría moderado esas perspectivas tan favorables.

El sector de medios de comunicación ha saludado también la victoria de Bush, con incremento en su cotización bursátil. El programa republicano prometió, en efecto, simplificar la maraña de regulaciones que afectan a sus fusiones, adquisiciones y concesiones, e impulsar la emisión de voz a través del protocolo de Internet. Las telecomunicaciones entrarán también en ebullición.

Finalmente, las empresas gestoras de fondos pueden registrar un despegue histórico, si (como espera Wall Street) se lleva a término la anunciada reforma en el sistema de pensiones, con introducción gradual de esquemas de capitalización en las capas más jóvenes de la población americana.

Al invertir en Estados Unidos, apueste por esos sectores, siempre que usted pertenezca al grupo de los que piensan que las promesas electorales están para ser cumplidas.

Juan José Toribio es profesor del IESE.

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