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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Qué tendrá la Gran Vía...

J. Ernesto Ayala-Dip

Hace cinco años, Raúl Guerra Garrido ensayaba en Castilla en canal un interesante ejercicio de recuperación de la memoria histórica. O de memoria paisajística, que era de lo que realmente trataba el libro: ¿qué sabíamos exactamente del destino de un canal de 207 kilómetros que se había construido en Castilla en el siglo XVIII? El trabajo abundaba en referencias históricas y culturales de amplio espectro. Pero se echaba de menos en el texto un hálito más intimista, un testimonio que a la vera de la ingente construcción había existido vida en forma de personas, esperanzas. Faltaba, para decirlo en otras palabras, el factor humano para hacer de aquel libro algo más que necesario, le faltaba temperatura vital. Ahora en La Gran Vía es Nueva York, esa temperatura está. Es más. Es la razón de existir del libro.

LA GRAN VÍA ES NUEVA YORK

Raúl Guerra Garrido

Alianza. Madrid, 2004

544 páginas. 18 euros

Si tuviera que dar un ejemplo para que el lector se oriente en la construcción del nuevo libro de Guerra Garrido, sería el de La colmena, de Camilo José Cela. Si el perímetro de la novela del escritor gallego era todo Madrid, el del escritor madrileño es la Gran Vía. De hecho es una crónica de la vida de esta mítica arteria, desde su construcción hasta nuestros días. Cada capítulo de los muchos que la forman es una ficción independiente, pero todas tienen que ver con el alma visible y secreta de la gran calle. Y como en la novela del premio Nobel, las historias remiten a veces a su propia imposibilidad de culminar.

Cada rincón, el de los que se

inyectan cocaína o el de los que duermen a la intemperie, es sólo la parte visible del iceberg, como lo son las puertas de Chicote, la entrada del edificio de la Telefónica, una iglesia recóndita o el cruce con Preciados. Detrás del trozo de hielo que vemos, la escritura servicial del autor presta distintos registros de voz narradora según lo exija la penuria humana o la triste épica de los días de guerra, rosas y vino o represión franquista que contar. También hay quien pudiera ver en este excelente relato una estructura semejante a El Danubio, de Claudio Magris.

Después de todo, una calle puede perfectamente encarnar la metáfora de un río, a sus orillas transcurre la historia pequeña y grande de su gente. Raúl Guerra Garrido maneja con sabiduría el ritmo de su relato, un relato amasado con mil historias, desde la de los timadores hasta la de un guardia jurado o la de las chicas que esperaban que las sacaran a bailar en el Pasapoga.

De su proverbial escepticismo no se priva el premio Nadal. No hay otra manera de estar a la altura de las circunstancias. Después de leer este libro dan ganas de recorrer la Gran Vía. Allí estarán siempre los fantasmas del pasado y las tristes víctimas del presente. A ellos los honra Guerra Garrido, sin distingos morales ni ideológicos, con esa gratificante incertidumbre que consiste en no saber nunca si lo que cuenta ocurrió o se lo inventó. Probablemente la vida y la literatura tengan que ver mucho con esta incertidumbre, el lado que vemos pero que no conocemos.

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