_
_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Testamento intelectual de Galbraith

Hace un año, la editorial Crítica (que ha editado en castellano una buena parte de la obra de este economista norteamericano de origen canadiense) publicaba Galbraith. Obra esencial, una selección de los textos más importantes del autor, desde La sociedad opulenta hasta El crash del 29, pasando por El nuevo estado industrial. En ese libro aparecían las ideas seminales de quien, sin duda, será considerado uno de los pensadores más extraordinarios y uno de los principales divulgadores de la economía del siglo XX y principios del XXI.

Precisamente el día en que aparece esta crítica en Babelia Galbraith cumplirá 96 años. No es muy arriesgado entender por tanto que seguramente este último libro, La economía del fraude inocente. La verdad de nuestro tiempo, será una especie de testamento intelectual de las ideas que ha dispersado a través de tantas décadas de vida profesional y docente. ¿Y cuáles son esas ideas? Que la principal institución del capitalismo es la gran corporación y en ella mandan los directivos, la tecnoestructura, y no sus propietarios: los accionistas; que la especulación forma parte del sistema y se repite generación tras generación, pillando como afectados a los pequeños inversionistas, menos avispados y sin tanta información como los grandes; que la sabiduría convencional económica está trufada de falsas ideologías y que no existen leyes naturales de la economía, sino construcciones ideológicas con ganadores y perdedores; que, al revés de lo que se piensa, los sectores públicos no solamente no han avanzado en el conjunto del sistema productivo sino que, cada vez más, están penetrados por los intereses privados, como demuestra el complejo industrial-militar, etcétera.

LA ECONOMÍA DEL FRAUDE INOCENTE. La verdad de nuestro tiempo

John Kenneth Galbraith

Traducción de Jordi Pascual

y Luis Noriega

Crítica. Barcelona, 2004

119 páginas. 11,90 euros

Este libro sale en una coyun-

tura muy determinada: la caracterizada por el fraude de muchas grandes corporaciones (el paradigma es el escándalo Enron) que han estafado a sus accionistas, trabajadores y pensionistas, que han utilizado la contabilidad fraudulenta para saltarse a los organismos de regulación; que han contado con la complicidad de los auditores y de los analistas; y que en muchas ocasiones han actuado en connivencia con el poder político, al que han financiado en sus aventuras electorales. En esas grandes corporaciones, el poder de los directivos (la burocracia, aunque se le niega esta consideración a la tecnoestructura de la empresa privada, como si sólo hubiese burocracia en las administraciones públicas) es tan grande que han convertido a los organismos de las empresas -consejos de administración y juntas de accionistas- en ritos ceremoniales sin contenido.

Sostiene Galbraith que muchos consejos de administración son cuerpos seleccionados por la dirección de la empresa y, por tanto, están subordinados a la misma; que habitualmente tienen un conocimiento superficial de la sociedad a la que representan; que mediante unos honorarios la dirección informa a los consejeros de forma rutinaria sobre las cuestiones que ya han sido decididas en otra parte, incluso en el caso de las remuneraciones de los propios directivos que la burocracia se ha encargado de establecer. En cuanto a las juntas de accionistas, los infieles que incitan a la acción ante lo que consideran heterodoxo son ignorados y sus propuestas sistemáticamente rechazadas. El remedio universal que las corporaciones aplican cuando su marcha económica no es buena son las reducciones enérgicas de plantilla, sin tener en cuenta el despido de aquellos que mayor responsabilidad tienen en los resultados.

Como consecuencia de ese

poder de las corporaciones, y del que tienen los directivos dentro de ellas, Galbraith opina que no es correcta la definición de economía de mercado que se da al sistema económico en el que vivimos. En el mundo real, las corporaciones llegan muy lejos en su afán de fijar los precios y crear la demanda, y recurren para ello al monopolio, al oligopolio, a las técnicas de diseño y diferenciación del producto, a la publicidad y demás maneras de promover las ventas y el comercio. En estas circunstancias, hablar de sistema de mercado como alternativa al capitalismo clásico (en el que los dueños mandaban en sus propiedades) es presentarlo bajo un disfraz anodino que oculta una realidad más profunda. La creencia en una economía de mercado en la que el consumidor es soberano es uno de los mayores fraudes de nuestra época. La calificación de "sistema corporativo" es mucho más adecuada para analizar lo que ocurre.

Con todo, lo que el economista define como "el fraude inocente" de la economía no tiene que ver con las irregularidades legales que se cometen, sino que son consecuencia de las creencias personales y sociales de quienes participan en él. "En este sentido no da lugar a un verdadero sentimiento de culpa y lo más probable es que los involucrados aprueben su propio proceder y se sientan justificados".

La metabolización de los mitos del mercado, la rendición ante el engaño y la falsedad se han hecho endémicos y forman parte de "la verdad de nuestro tiempo". Galbraith se ha rebelado contra ellos durante toda su vida y también lo hace en su testamento intelectual.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_