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Reportaje:

Los peajes del K-2

Juanito Oiarzabal sufre la amputación parcial de los diez dedos de los pies, y Edurne Pasabán, de dos, congelados tras coronar la montaña

Con ánimo, buen humor y pensando ya en una futura ascensión al Aconcagua, Juan Oiarzabal, el alpinista vitoriano que coronó en julio el K-2, la segunda cima del mundo con sus 8.611metros, con la expedición de Al filo de lo imposible, se sometió ayer en Zaragoza a una intervención inevitable: la amputación parcial de los diez dedos de sus pies que quedaron congelados en el dramático descenso de la montaña. La operación, practicada en la Clinica MAZ de Zaragoza, empezó a las 16.30 y finalizó tres horas y cuarto después. Edurne Pasabán, la alpinista guipuzcoana y única mujer viva que ha hollado el K-2, se sometió a una cirugía menor: le amputaron un trozo de la falange del segundo dedo tanto del pie izquierdo como del derecho. Las dos operaciones fueron un éxito.

Los dos alpinistas vascos planean seguir escalando protegidos con plantillas especiales
"Conozco a Juanito, y a lo mejor tenemos que atarle a la cama", ironiza el médico

"Juanito ha entrado tranquilo al quirófano y con ansias ya de hacer cosas nuevas. Quiere subir en enero al Aconcagua pero ya se dará cuenta de que no podrá", explicó a este diario a las 20.30 horas de ayer Araceli, la compañera de Oiarzabal, mientras aguardaba, en la habitación 316 del hospital noticias sobre cómo había ido la operación. Juanito, sometido a anestesia total, permanecerá entre una semana y diez días en el hospital para proseguir después su recuperación en Vitoria.

Edurne, citada en el centro médico a las diez de la mañana, fue conducida al quirófano a las 19.30. "La espera se le ha hecho larga pero ha entrado muy animada", dijo su madre desde la habitación 310. Pese a la agresividad de las dos intervenciones, los dos alpinistas tienen la intención de continuar añadiendo títulos geográficos a su historia: Juanito ha ascendido 21 veces a cumbres superiores a 8.000 metros y Edurne suma siete ochomiles. El mítico escalador italiano Reinhold Messner completó en 1986 la colección de los 14 ochomiles ascendiendo los 13 últimas cumbres con varios dedos de sus pies amputados, tras las congelaciones que sufrió en la ascensión al Nanga Parbat, en 1970, en la que falleció su hermano.

Las dos intervenciones las realizó el doctor Ricardo Arregui, jefe de neurocirugía del hospital, experto en traumatismo y congelación y encargado de atender a todos los integrantes del programa Al filo de lo imposible. Arregui ya conoció el estado de los pies de los dos alpinistas desde el 27 de julio, cuando regresaron a salvo al campo base tras el angustioso descenso del K-2. En su correo todavía guarda los mensajes de los montañeros en los que, a través de fotografías digitales, se veían perfectamente los estragos de la congelación. Esa fotografía salvó a los dos montañeros: el médico dirigió el tratamiento tras apreciar la magnitud de las lesiones y organizó un rescate urgente. Los alpinistas fueron evacuados en un helicóptero hasta Islamabad (Pakistán) y llegaron tres días después a Madrid, desde donde fueron trasladados al hospital de Zaragoza, donde fueron ingresados.

Juanito se enfrentó ayer por primera vez en su carrera a una operación de ese calibre, realizada por un equipo compuesto por cirujanos plásticos y traumatólogos. La mayor preocupación de los doctores era poder salvar la segunda falange de los dedos gordos de los pies hasta encontrar tejido sano. El objetivo era recuperar esa parte del pie para que el montañero pudiera crear un apoyo en el futuro que le facilitara caminar e, incluso, volver a escalar. "Hemos podido salvar el apoyo plantar de los dos pies y le hemos colocado injertos de piel", explicó el doctor Arregui.

Tras coronar el K-2 con Juan Vallejo, Mikel Zabalza y Edurne, y un grupo de cinco alpinistas italianos por la arista de los Abruzzos, la ruta habitual de la montaña cosida por las cuerdas fijas, Oiarzabal se perdió en el descenso y fue rescatado por sus compañeros, cerca ya del campo 4 (7.800 metros), inconsciente sobre la nieve. No estaba muy lejos del campo base. Fue Ferran Latorre, el alpinista catalán y quinto integrante de Al Filo que tenía previsto hacer cumbre al día siguiente, quién encontró a Juanito sobre la nieve y casi ciego. Tras rescatarlo y recuperarlo en la tienda de altura, Oiarzabal comenzó un largo y dramático descenso con Vallejo y Latorre, quienes no se separaron ni un instante de su lado.

Ya en el campo base, un médico italiano y otro español pudieron comprobar las graves congelaciones del alpinista vitoriano. Tenía congelada parte del empeine del pie derecho y la punta de la nariz -recuperados posteriormente con tratamiento- y los dedos de los pies. Su evacuación de la montaña fue inmediata y en tres días llegaron a la clínica Maz. Tanto él como Edurne permanecieron ingresados un mes en Zaragoza y después continuaron el tratamiento en casa hasta esperar que la congelación se estabilizara para poder amputar.

Sentada en una silla ruedas, Edurne confesó, a su entrada al hospital de Zaragoza, que los 45 días de recuperación habían sido muy duros. "Normalmente, cuando acabas una ascensión te relajas y ya estás pensando en la siguiente. Pero, con ésta, no te puedes liberar porque las secuelas que ha dejado no permiten pensar en otra cosa", explicó la escaladora, que añadió: "Juanito lo tiene mucho peor que yo y fíjate lo animado que está". La silla de ruedas de Edurne ha sido su jaula y sólo pensaba en que pasara pronto la operación para poder volver a subir una montaña. Su reto es completar la colección de los 14 ochomil y le quedan siete. "Ya he hablado con otros compañeros que también han perdido dos dedos de los pies y han podido seguir escalando", argumentó sonriendo Edurne. En los próximos meses, ambos alpinistas se enfrentan a un largo periodo de rehabilitación. "Hasta mediados de la primavera de 2005, no podrán volver al alpinismo de altura", diagnosticó anoche el doctor Arregui. "Especialmente, este consejo médico va por Juanito. Conozco sus ansias de escalar, sus proyectos al Aconcagua y al Nanga Parbat, pero ya lo verá con el tiempo. Mientras esté en la clínica, a lo mejor le tendremos que atar a la cama", ironizó Arregui.

Edurne Pasabán y Juan Oiarzabal, en el hospital de Zaragoza donde fueron atendidos en agosto.
Edurne Pasabán y Juan Oiarzabal, en el hospital de Zaragoza donde fueron atendidos en agosto.MARCEL·LÍ SÁENZ
Edurne Pasabán y Juan Oiarzabal, en el hospital de Zaragoza donde fueron atendidos en agosto.
Edurne Pasabán y Juan Oiarzabal, en el hospital de Zaragoza donde fueron atendidos en agosto.MARCEL.LÍ SÁENZ

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