Downing Street desde la cocina
Cherie Blair escribe sobre los cónyuges de los primeros ministros británicos
Cherie, la esposa del primer ministro británico, Tony Blair, acaba de publicar un libro sobre Downing Street. No se trata de explicar la tensión política que se vive en los despachos del primer ministro y sus colaboradores, sino de echar un vistazo retrospectivo sobre cómo se ven las cosas desde la residencia privada que aloja en el altillo al primer ministro de turno y su familia. Cherie describe el 10 de Downing Street desde la cocina, desde el punto de vista de los cónyuges que han habitado la residencia desde los tiempos de Anthony Eden, que ocupó las habitaciones oficiales entre 1955 y 1957.
La mujer de Blair, que firma con su nombre de soltera, Cherie Booth, el que la identifica como abogada consagrada y brillante, decidió escribir el libro al ver reunidos en Downing Street a todos los primeros ministros todavía con vida y sus cónyuges con ocasión de las celebraciones del 50 aniversario de la llegada al trono de la reina Isabel II.
El libro deja traslucir más penurias que comodidades en el pequeño y oscuro apartamento
El libro, que no entra a explicar sus propias experiencias y quiere huir del mero chismorreo, constituye "un documento sin precedentes basado en entrevistas en exclusiva con los cónyuges supervivientes, escrito por alguien calificado como pocos para ello, acerca de las fatigas íntimas de este sanctasanctórum de la vida política británica", escribe el Daily Telegraph. Habitualmente implacable con Cherie y sus numerosas meteduras de pata, el diario se muestra en esta ocasión extraordinariamente elogioso con la mujer del primer ministro, quizá porque ha adquirido los derechos para publicar los primeros extractos del libro y lo ha lanzado con una jugosa entrevista con la autora, el pasado domingo.
La señora Blair explica con especial simpatía las tribulaciones de su antecesora, Norma Major, que le confesó los sufrimientos que pasó cuando la prensa la criticó ferozmente por vestir dos veces seguidas el mismo vestido, y que Cherie compara al chasco que se llevó cuando la mañana siguiente a la primera victoria electoral de Blair ella abrió la puerta en pijama y con el pelo revuelto: eran los fotógrafos. Todavía estaba en su antigua casa.
Norma Major había recibido de Margaret Thatcher el consejo de que no se mudara a Downing Street hasta que no hubieran cambiado la moqueta y le dejó como herencia a los Blair una cocina en condiciones. El libro deja traslucir más penurias que comodidades en el apartamento, de dimensiones reducidas y considerable oscuridad. Si Denis Thatcher, el marido de Margaret, se quejaba de que el sol sólo entraba en primavera y a las siete de la tarde, los Blair tomaron prestada una habitación del número 11, que corresponde al ministro del Tesoro: los Brown no tenían entonces hijos -ahora tienen un bebé- y los Blair ya criaban tres, que se convirtieron en cuatro con la llegada de Leo, el primer nacido en Downing Street en un siglo.
Denis Thatcher solía escabullirse de los guardaespaldas y le echaba broncas a su mujer cuando pasaba las noches en blanco repasando sus discursos. Los Thatcher no tenían servicio permanente. Ella decidió traer de su antigua casa a la muchacha que se encargaba de la limpieza, pero mantuvo su costumbre de ser la cocinera del hogar. En cuanto podía cocinaba lasaña y la congelaba o atestaba el congelador de pasteles de cordero precocinado comprados en el supermercado. Denis estaba acostumbrado a hurgar en el congelador para procurarse la cena en ausencia de su esposa. Luego fregaba los platos mientras la premier volvía a sus tareas.
Cherie admite que su mayor tormento fue "distraer a Tony de sus tareas" cuando estalló un escándalo al saberse que había comprado dos pisos con la ayuda de un estafador australiano, novio entonces de su amiga y asesora de imagen, Carol Caplin.
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