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Columna
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Es en el azar donde...

En la Galería Dieciséis de San Sebastián se ha montado una exposición con cuatro aguafuertes de gran formato de Eduardo Chillida y tres óleos de dimensiones considerables de Amable Arias, además de cinco pequeños dibujos de este mismo autor.

De entrada, nos vemos atraídos por una atmósfera vaporosa creada por la contrastada fusión de los aguafuertes y los óleos. Luego, una vez que uno se adentra en cada obra por separado, se entiende mejor la creación de esa atmósfera lechosa. Por un lado, las minúsculas pinceladas incoloras con las que Amable va pulsando en los lienzos, pueden tener su paralelo en los límites y surcos que Chillida burila línea a línea -tanto en positivo como en negativo- en sus aguafuertes. Sin embargo, mirándolo bien, no hay paralelo alguno, salvo en lo concerniente al azar. Veamos. Mientras esas pinceladas de Amable son guiadas por una suerte de pespuntes discontinuos, aunque no esté ajeno el componente azaroso, los límites y surcos de Chillida, aun participando del componente azaroso, se reafirman a través de la línea de trazo continuo...

Es en el azar donde existe una probabilidad de encuentro entre los dos artistas. Si la obra acabada de Amable se adscribe a lo evanescente y lírico, la obra conclusiva de Chillida se inscribe en lo gravemente poético. Se diría, por tanto, que el azar que vive en las obras de cada uno de los dos está necesariamente impregnado de una aura de evanescencia poética. Nada nos impide tomar el azar viviente en sus obras como sinónimo de lo que pudo ser y no fue. Aunque esto sea cierto, también cabe advertir como cierto que lo realizado por ambos artistas sea la parte más sustanciosa que pudieron robar en un descuido al gran azar del arte verdadero.Los mejores artistas siempre ha sido son los más "robones" del universo de la belleza estéitica.

Por parte de los tres óleos de Amable parece habitar, dentro de un trazo feble y mínimo, una especie de letrismo, sin letras, algo de música, sin pentagrama y nota alguna. Sus minúsculos trazos improvisados encajan en lo que Paul Klee llamaba "universo original de improvisación psíquica". Si alguien dijera que, aún siendo de primerísima calidad en su conjunto, el mundo gráfico de Chillida parece condenado a representar el papel de esculturas a las que les falta la tercera dimensión, se le podía contestar que muchos de los hallazgos conseguidos mediante la pulsión gráfica, le han servido al propio artista para alcanzar el logro de algunas de sus mejores esculturas.

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