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Reportaje:ESCAPADAS | Hita

El pueblo del buen amor

Esta villa de Guadalajara celebra todos los veranos un festival medieval en recuerdo del arcipreste Juan Ruiz

De Juan Ruiz sólo se sabe lo que de sí mismo dijo en las coplas 19 y 575 de El libro de buen amor (1330): que era "açipreste de Fita". Esta noticia, que exaspera por su brevedad a los estudiosos de la literatura medieval, le basta a la villa de Hita para recordarlo con pasión de madre: hay lápidas con sus versos, hay la calle de Doña Endrina -la del "alto cuello de garza"- y hay la plaza del Arcipreste, título que también lucen un mesón y una casa noble.

Por haber, hay hasta una empresa agrícola que pregona las excelencias del espárrago del Arcipreste, haciendo sin querer un chiste verde que Juan Ruiz, clérigo de cachondos hábitos, no hubiese censurado.

Al mayor experto en la obra del arcipreste, el filólogo Manuel Criado del Val, Hita debe la creación de La Endrina, un festival medieval que está a punto de celebrar su 44ª edición. El primer sábado de julio, todo el pueblo volverá a disfrazarse de don Melón o de Trotaconventos para asistir al mercado, al alarde y al combate entre don Carnal y doña Cuaresma. Habrá justas a pie y a caballo, bailes, botargas, exhibiciones de cetrería y, al caer el día, teatro en la plaza, con un texto escrito para la ocasión, como siempre, por Criado del Val.

Desde la gótica puerta de Santa María se contemplan los valles del Henares

La fiesta está considerada de interés turístico nacional. E Hita, con no menos justicia, conjunto histórico-artístico. Recostada en la ladera de una teta -que es voz que gustaba mucho a Juan Ruiz y que designa, en español castizo, un montecillo en forma de eso mismo-, a medio camino entre Guadalajara y Jadraque, la anciana Hita contempla los valles del Henares y de su afluente el Badiel con el único ojo que le queda sano: la puerta de Santa María, una joya de la arquitectura militar gótica, guarnida de garitas y matacanes almenados, que fue hecha trizas durante la guerra civil y reconstruida en 1965, un poco chapuceramente, la verdad.

Nada más atravesarla, aparece la amplia y bien empedrada plaza del Arcipreste, la cual está rodeada de soportales y de un trozo de muralla decorado con un artístico plano de la villa, obra de la ceramista Felisa Rojo. A su lado, un reloj de sol marca las horas silenciosas de este pueblo anterior a las máquinas. Y, en la misma esquina, se halla la bodega de Isidoro Blas, quizá la más bella de las muchas que forman bajo el suelo de Hita un laberinto de tinajas y arcos medievales. A las más grandes (usadas antaño como viviendas) les dicen bodegos, palabra tan insólita como la hospitalidad de Isidoro, que enseña la suya a los turistas sin pedir nada a cambio.

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Poco más arriba se encuentra la llamada casa del Arcipreste, una vieja mansión rehabilitada como oficina de turismo, biblioteca y museo arqueológico, donde además se guardan las estrafalarias máscaras con que se engalanan durante el festival los cófrades de doña Cuaresma -cabezas de peces- y de don Carnal -mamíferos-.

A dos pasos de aquí yace la iglesia de San Pedro, una romántica ruina -tal cual la dejó la guerra- sembrada de hidalgas laudas sepulcrales; y a cuatro se alza la de San Juan, que tiene un artesonado mudéjar del siglo XVI y un escudo invisible, pues no la rozó ni una de las bombas que arrasaron a su vecina. Merece la pena trepar a lo más alto del cerro -diez minutos, desde la iglesia de San Juan-, no para ver el castillo, que es un triste muñón, sino para explayar la mirada por la inmensa campiña que se extiende, dorada de mieses, hasta las negras sierras de Ayllón y de Ocejón.

Al noroeste se divisa la Muela de Alarilla, montaña trunca que ni hecha adrede para el parapente. Y al suroeste, en un idílico soto del Badiel, el gran monasterio de Sopetrán, donde se establecieron los benedictinos en el siglo XIV, cuando andaba por estas tierras Juan Ruiz. Siete siglos después, el cenobio yace abandonado; el arcipreste de Hita, en cambio, sigue saliendo de fiesta.

Cerámica y espárragos

- Cómo ir. Hita dista 84 kilómetros de Madrid yendo por la A-2 hasta Taracena (salida 61) y luego por la CM-1003 hacia Jadraque.

- Qué ver. Puerta de Santa María (siglo XV), murallas, castillo, bodegas, casa del Arcipreste e iglesias de San Pedro y de San Juan. Festival Medieval de Hita (3 de julio): reserva de entradas para la función teatral en los teléfonos 949-85 27 63 y 690 65 96 10; 5 euros.

- Alrededores. En Torre del Burgo (a 5 kilómetros): ermita y claustro renacentista de Sopetrán. En Torija (15 kilómetros): castillo, sede del museo Viaje a la Alcarria. En Jadraque (19 kilómetros): castillo. En Cogolludo (19 km.): plaza y palacio de los Duques de Medinaceli.

- Comer. Hermanos Martínez (Cogolludo; tel.: 949-85 50 41): fabada de Cogolludo y cabrito asado; precio medio, 20 euros. El Castillo (Jadraque; tel.: 949-89 03 65): setas a la plancha, cabrito y bacalao a la espalda; 20-25 euros. Asador Pocholo (Torija; tel.: 949-32 20 95): duelos y quebrantos, migas y cabrito; 25-30 euros.

- Dormir. El Pósito de Hita (tel.: 615 26 00 71): casa para 10 personas, con una cuidada decoración rústica; fin de semana, 530 euros. Casa Doña Garosa (tel.: 660 77 69 34): capacidad para seis personas, con patio y bodega; fin de semana, 300 euros. Hospedería de Sopetrán (Torre del Burgo; tel.: 949-85 27 77): 10 habitaciones junto a las ruinas del monasterio benedictino; doble, 52 euros.

- Compras. Taller de Felisa Rojo (tel.: 949-85 27 62): cerámica decorativa. Finca La Muletilla (tel.: 949-85 27 41): espárragos del Arcipreste. Raposo (tel.: 949-85 26 37): embutidos caseros.

- Actividades. La Tienda de la Muela (tel.: 949-85 15 08): cursos de iniciación al parapente y vuelos en tándem, en la Muela de Alarilla. Cumulus (tel.: 949-85 13 91): cursos de ala delta.

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