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Columna
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¡Barça!

Hay un momento en las historias de miedo en las que el monstruo desaparece y los espectadores lo dan por ido para la eternidad, y entonces resurge en un momento inesperado: ¡Sigue vivo! Es el Tireless o Infatigable, submarino nuclear británico que pasó roto en Gibraltar un año, hace ya mucho tiempo, y acaba de salir a la superficie otra vez, en el Polo Norte. Aquí llegó por esta misma época, en primavera, en el año 2000, cifra milenarista que hacía pensar en la extinción de las especies vivientes y el envenenamiento radioactivo de la Bahía de Algeciras. El Tireless está ahora mismo en el Polo Norte, punto al que también, al final, fue a parar el monstruo de Frankenstein.

Entre los hielos, a una milla de distancia de la nave británica, ha emergido otro submarino atómico, el Hampton, de la Marina de los Estados Unidos de América. Las tripulaciones del Hampton y el Tireless disputarán un partido de fútbol confraternizador sobre las nieves polares, campo de fútbol tan estrafalario como una mosca blanca. El que fue aquí luctuoso Tireless es en el Polo un submarino futbolístico, recreativo e investigador: transporta a científicos que estudian el calentamiento del globo terráqueo. Un alto oficial de la Marina Real británica ha anunciado también que, con ocasión del partido, se celebrará "la madre de todas las batallas de bolas de nieve". En momentos históricos difíciles y sangrientos el fútbol conserva propiedades relajantes.

El partido atómico-polar Tireless-Hampton coincide con el Madrid-Barcelona. Este partido es muy andaluz: es el que interesa e involucra emocionalmente a más gente de aquí. Cuando llegué a Málaga a finales de los años 70, me asombró la tajante división entre malagueños madridistas y malagueños barcelonistas. Había que tomar partido, pues el indiferente era considerado un provocador. Yo, muy provinciano, me declaraba del Granada, club prácticamente muerto que se dirigía con auténtico afán hacia una muerte aún más grande, y, con espíritu de conciliación, añadía: "Y soy de los equipos españoles cuando juegan en el extranjero". Pero al Barcelona los madridistas de Málaga no lo consideraban un equipo español, y al Granada no lo consideraban un equipo.

Para no ser un excéntrico, opté por el Barcelona, mi equipo desde entonces en el mundo del fútbol real, que es un mundo de existencia puramente verbal, de discusión barística. Elegí el Barcelona por dos razones contradictorias: porque buscamos compartir las ideas de las personas que más nos gustan (y en el bar de aquel tiempo los clientes con los que más hablaba eran barcelonistas), y porque mi más próximo amigo de entonces era madridista furibundo y mi barcelonismo nos permitía mantener apasionantes discusiones inútiles.

También mis amigos futboleros de Granada se dividen entre el Barcelona y el Madrid: en el Madrid militan Juan Carlos Rodríguez, Álvaro Salvador, Rafael Torres y Luis García Montero; en el Barcelona, Antonio Jiménez Millán y Juan Vida. Los del Barça somos minoría. ¿Es más tranquila la gente del Barcelona, menos patriótico-futbolística? No siempre, pero en general sí, dijo el fanático del Barça.

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