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EL LIBRO DE LA SEMANA

El periodista y los asesinos

CUENTA HATZFELD que al acabar sus entrevistas propuso a la banda de asesinos que posara para él. Ahí está la fotografía abriendo el apéndice final del libro: "Es de esas fotos que se hacen cuando alguien se marcha o cuando algo se ha acabado". Sólo uno de los diez ("Aldabert, que se negó, sin querer hablar siquiera del asunto") no sale en la foto. Todos llevan camisas blancas. Más de uno sonríe. La relación entre el periodista y los asesinos (tema sobre el que Janet Malcom escribió uno de los libros clave del periodismo contemporáneo) forma parte destacada del relato de Hatzfeld. El autor nos dice que la relación fue posible gracias a la indiferencia de los carceleros de Rilima. Y que nunca venció la desconfianza mutua. Y que la curiosidad del periodista le pudo a su repugnancia. Es muy convincente Hatzfeld en esta parte específica del relato. Se hizo las (in) habituales preguntas: "¿Es ético, no ya hablar con semejantes asesinos, sino animarles a que se expresen? ¿Es ético publicar entrevistas con personas que están encarceladas?". Se las respondió con argumentos diversos. Entre ellos su amistad con algunos de los supervivientes, "el insoportable silencio de los hutus con los que hablé en las colinas", la influencia del libro de Hannah Arendt sobre Eichmann y la banalidad del Mal. Conmueve, sin embargo, su honradez respecto a que el argumento decisivo fuese la propia acción: "El proyecto me arrastró y la pregunta dejó de preocuparme".

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