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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

De la mentira

Soy suscriptora de su periódico y conmigo otras cinco personas adultas de mi familia seguimos diariamente la información recogida en EL PAÍS a la vez que en otros medios de comunicación tanto escritos como radio.

Tras el terrible atentado del pasado jueves (11-M), como la mayoría de los españoles, buscamos la información por todos los medios posibles y pudimos escuchar en directo las explicaciones que el Gobierno iba dando en aquellas difíciles horas gracias a la radio. Lo primero que tuvimos claro desde el principio y pensamos -ingenuos de nosotros- también los demás, era que teníamos que ser una piña contra el único enemigo: los terroristas. Esa voluntad -que creíamos compartida- no duró ni 24 horas. Gracias a ciertos medios de comunicación, en concreto su periódico, vimos cómo prevaleció una vez más la ideología frente al bien común.

Pudimos escuchar en directo, le vuelvo a decir, las explicaciones que el ministro del Interior daba a los medios de comunicación, y leíamos después con estupor cómo eran tergiversadas y manipuladas por su periódico. Por mucho que traten de explicarse no llego a entender cómo ante las mismas palabras del ministro, en ustedes nacía y se alimentaba la duda hasta alcanzar la certeza de la mentira del Gobierno mientras nosotros, familia y amigos, pensábamos que lo único que importaba era mantenernos unidos contra el terrorista, no poniendo en duda que el Ministerio del Interior estaba haciendo todo lo que podía.

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Sólo encontramos una explicación: su ideología les ciega hasta tal punto que son capaces de colaborar en la destrucción de un país por afirmarse a ustedes mismos. Le diré una cosa: aunque fuera cierto que el Gobierno no daba información fidedigna -cosa que nuestro sentido común se niega a creer-, ustedes se equivocan, porque lo único que han conseguido es que los terroristas se hayan salido con la suya: confusión, desunión, debilidad de una sociedad.- María del Puy Alonso. Madrid.

Soy un asiduo lector de EL PAÍS, hábito acentuado en estos días tras los atentados de Madrid del 11-M. Con mucho interés y detenimiento leí el artículo El honor perdido de José María Aznar, así como el posterior relato Tres días de marzo y la publicación que les seguía de las cartas dirigidas en su momento por Eduardo Zaplana a la cadena SER y a EL PAÍS. No me cabe la más mínima duda de que en todo ello hay un claro y sincero ejercicio de transparencia y honestidad informativa por parte de este periódico, ante los intentos de descalificación vertidos por el Gobierno en funciones y organismos vinculados.

El ejercicio de la democracia practicado en ámbitos no estrictamente gubernamentales, como es en este caso la prensa, requiere de estos ejemplos de rigor periodístico para contribuir así, y en la medida de lo posible, a esclarecer la verdad. Ello no impide, sin embargo, que tras el progresivo apaciguamiento de la euforia que inevitablemente sigue a todo triunfo electoral, el periodismo en general de este país haga con urgencia una revisión consecuente y rigurosa de sus principios de independencia informativa. La sensación extraída como lector y espectador en estos últimos años ha sido la de asistir a un proceso de acatamiento y sumisión por parte de los medios de comunicación y prensa escrita, unos más que otros, a las tesis, opiniones y fuentes gubernamentales sin excesivo celo crítico.

El acatamiento de la versión oficial del Gobierno en las horas que siguieron a los atentados, en las que atribuía a ETA la autoría de los mismos, cuando existían indicios ya para la duda, sienta un oscuro precedente en la independencia de los medios informativos, que por el bien del futuro de este país habría que analizar con detenimiento. Los artículos señalados anteriormente sin duda pueden iniciar una nueva vía en esta dirección.

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