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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Chirac mueve fichas

Ante la derrota del centro-derecha en las elecciones regionales francesas, el presidente Chirac ha preferido mover las fichas en vez de nombrar un nuevo primer ministro. Raffarin se queda, pese a su impopularidad; o debido a ella, pues puede servir de fusible que salte tras los comicios europeos de junio, si se repite el desastre de la actual mayoría. Pero por debajo hay sutiles (o maquiávélicos) cambios. El ministro más popular, Nicolas Sarkozy, que se ocupaba de Interior, pasa a encargarse de la tarea más impopular: Economía. Esto es, debe encabezar las reformas estructurales en un país en el que los ciudadanos han expresado en las urnas su rechazo a los recortes sociales o en la función pública.

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Chirac elige a su popular ministro de Interior, Sarkozy, para acometer un duro plan de ajuste

Le sustituye en Interior Dominique de Villepin, el brillante titular de Exteriores que fue la cara que se resistió a Bush ante la guerra de Irak. Esto quizás permitirá que si EE UU modifica su actitud sobre la ONU, Francia pudiera, eventualmente, mostrarse más propensa al envío de tropas a Irak. Algo que ayudaría a Zapatero. Sin embargo, la llegada al Quai d'Orsay del hasta ahora comisario europeo Michel Barnier puede ser una indicación de la apuesta de Chirac por Europa; la contrapartida es que su salida, junto a la de Solbes, debilita a la Comisión presidida por Romano Prodi en sus últimos meses de gestión.

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No parece que estas maniobras sean suficientes para que la mayoría presidencial recupere la confianza perdida de los franceses. Un cambio de primer ministro hubiera sido una señal mucho más fuerte, si bien más arriesgada para el propio Chirac. Lo importante para el conjunto de Europa es que Francia saque adelante sus necesarias reformas y vuelva a recobrar la buena forma. Sarkozy sabe que en ello se juega su credibilidad y la posibilidad de aspirar al puesto de Raffarin, y quién sabe si al del propio presidente. La paradoja es, pues, que si esta remodelación tiene éxito, su autor, Chirac, habrá promocionado a su futuro rival.

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