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Reportaje:

Las mil formas de la 'caja tonta'

Una exposición muestra en el Museo de la Ciencia y de la Técnica, en Terrassa, la historia del televisor a través de 60 aparatos

Reconocer en público que no se tiene un televisor es arriesgarse a que a uno le miren como a un bicho raro. Se puede viajar a los lugares más remotos y en casi todos los hogares, aunque sea en una casa en la que apenas se sostiene el techo, se encuentra un televisor. Pero lo que ya no es tan habitual es encontrar televisores en un museo. El Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña, en colaboración con Caixa Terrassa y Astra, el principal operador mundial de satélites, rinde homenaje a este aparato que un buen día se metió en casa y cambió para siempre la forma de ver el mundo con la exposición Homo Videns. Ante la pequeña pantalla, que permanecerá abierta al público hasta el 27 de junio de 2004.

En los inicios, los fabricantes escondían el televisor disfrazándolo de mueble

Homo Videns. Ante la pequeña pantalla ofrece un recorrido por la historia del diseño de los aparatos de televisión a los que Orson Wells llamaba "radios ilustradas". El director del museo, Eusebi Casellas, explica que se trata de "la primera gran exposición de televisores que se organiza en Europa". Se exhiben 60 aparatos, algunos auténticas reliquias históricas, como el caso del primer televisor, construido por su inventor, John Logie Baird, en 1924. Uno no sabe si se halla ante un televisor o ante una cocina de las de antaño. El modelo, un televisor mecánico que creaba imágenes de color negro y rojo, no tuvo mucho éxito, pero el nombre de la marca sí era visionario: The eye of the world (El ojo del mundo).

Los primeros modelos eran fabricados y comercializados por empresas de radio y tocadiscos, que poseían la tecnología y las redes de distribución. En los inicios, el objetivo era esconder el televisor, "disfrazarlo de mueble", explica la coordinadora de la exposición, Isabel Campi. Algunos ejemplos ilustrativos son auténticas piezas de ebanistería, en las que el televisor está oculto y se ve sólo a través de un espejo situado estratégicamente encima del aparato. En 1950 hubo los primeros intentos de dar un poco de color a las imágenes en blanco y negro, algunos algo toscos, como el Pye, con una pantalla de color rosa intenso.

A finales de la década de 1950 los diseños de los televisores se alejaron ya de las radios y tocadiscos. En 1956 apareció el francés Teleavia, de aire extraterrestre, y dos años después el Philco Predicta, con una pantalla que a primera vista parece plana. También empezaron a fabricarse modelos destinados a ser el segundo televisor, de sobremesa y portátiles. Uno de los más singulares es el Philco Safari, alimentado con una batería de seis voltios que proporciona una hora de autonomía.

En la década de 1960 llegaron los colores chillones, las formas redondas y la reducción de tamaño. Son aparatos de plástico que duraron poco. Tras la crisis del petróleo, en 1973, el plástico tuvo connotaciones negativas, se encareció, y llegaron las imágenes en color. Se optó entonces por las cajas de color negro o neutro. La década de 1980 fue la época de los aparatos de diseño aburrido, modelos estándar, neutros y homogéneos, y el argumento de venta pasó a referirse a las prestaciones técnicas de imagen y sonido.

La innovación japonesa en la década de 1990 trajo aparatos cada vez más pequeños, de poco éxito, mientras que los daneses Bang & Olufsen triunfaron con las pantallas gigantes y cada vez más planas. Todo un mundo desde que Baird consiguió que las imágenes viajaran de Londres a Nueva York mediante ondas radioeléctricas. Ahora las imágenes viajan vía satélite y las cajas de los viejos e inmensos televisores pronto ya sólo se podrán ver en el museo.

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