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El Grand Palais de París desvela el frenesí colorista de Gauguin

La exposición reúne obras de los últimos años del pintor dispersas en museos y colecciones

Un buen día de 1891, Paul Gauguin abandonó a su familia y se embarcó rumbo a los exotismos de Tahití. Arribó el 9 de junio, justo a tiempo de ver las exequias del último rey y los crecientes efectos de la dominación colonial francesa sobre la cultura "indígena" tradicional. Así comenzaron los 12 últimos años de la vida del artista, una etapa de frenesí colorista a la que está consagrada la exposición abierta en las Galerías Nacionales del Grand Palais de París.

Organizada con motivo del primer centenario de su muerte, esta muestra reúne -hasta el 19 de enero- obras que se encuentran dispersas por museos y colecciones privadas de medio mundo y rivaliza con otras exposiciones parisienses del momento: desde la retrospectiva de Cocteau en el Pompidou hasta las obras de Botticelli reunidas en el Musée du Luxembourg. Sin olvidar las aperturas próximas de una exposición sobre el emperador chino K'ang-Hi, mecenas de las letras y de las artes, contemporáneo de Luis XIV, o de Los archivos de Picasso, que promete exhibir documentos inéditos en gran parte.

En medio de este variado panorama, la muestra Gauguin-Tahití presenta una visión interesante y didáctica de la creatividad del artista francés en su aventura polinesia, marcada por una salud quebrantada, física y emocionalmente, y azotada por graves problemas económicos.

El choque de un artista occidental con las culturas orientales produce una explosión de colores: el rosa y el limón, los ocres y los rojos se mezclan con el azul-violáceo de los vestidos que envuelven púdicamente los cuerpos de las jóvenes tahitianas, un reflejo de las presiones ejercidas por los religiosos de confesión católica caídos sobre aquella Oceanía paradisíaca que, a finales del siglo XIX, ya no era la que había conocido el capitán Cook.

Pero Gauguin explota de alegría por haber descubierto un lugar en la Tierra donde el dinero es secundario. La búsqueda de lo "natural" y primitivo le llevó a disfrutar de Teha'amana, una modelo y amante, de 13 años de edad, a la que descubrió en Mataiea, una aldea al sur de Papeete. De ahí surge el deseo de transmitir hasta "el perfume" de Tahití (Noa Noa), desarrollado a lo largo de medio centenar de pinturas. Se añaden esculturas en madera, grabados y manuscritos ilustrados a la acuarela. Objetos maoríes, imágenes de ancestros y fotografías de la época aportan elementos para comprender, siquiera lejanamente, el contexto en el que se desenvolvió el artista.

Dudas

La primera inmersión en Polinesia duró sólo dos años. Lleno de deudas, Gauguin volvió a Francia con 80 cuadros, cuyas ventas resultaron un desastre. En 1895 decidió volver definitivamente a Tahití, dispuesto a no consumir el final de su vida en "la eterna lucha contra los imbéciles".

En 1897 se sumergió en su obra-testamento, una tela monumental titulada D' où venons-nous, que sommes nous, où allons-nous? (¿De dónde venimos, qué somos, adónde vamos?), el fresco de la humanidad vista por un hombre muy afectado por la muerte de uno de sus hijos y que a esas alturas pensaba en el suicidio. El cuadro pertenece al Museo de Bellas Artes de Boston y no había cruzado el Atlántico desde 1949. Ha sido prestado para la exposición parisiense con el compromiso de llevar esta última a la ciudad estadounidense el año próximo.

Un mecenazgo privado, a cargo del empresario francés Bernard Arnault, ha aportado a los museos nacionales de Francia los recursos complementarios que se necesitaban para sufragar los costes de una exposición que viene de múltiples lugares de Europa, América, Rusia y Japón. El presidente Chirac no ha desperdiciado la ocasión de visitar la muestra, un gesto político-cultural orientado hacia la Polinesia francesa.

Como tantos otros artistas muertos en la pobreza, Paul Gauguin tampoco pudo disfrutar en vida del éxito, que le fue reconocido tardíamente. En 1901 dejó Tahití y se instaló en su último refugio de las islas Marquesas, donde murió dos años más tarde, enfermo y solitario, sin llegar a cumplir los 55.

Unos niños juegan ante <i>D</i>&#39; <i>où venons-nous, que sommes nous, où allons-nous?</i> (1897- 1898), de Paul Gauguin.
Unos niños juegan ante D' où venons-nous, que sommes nous, où allons-nous? (1897- 1898), de Paul Gauguin.ASSOCIATED PRESS

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