La Intifada golpea el bolsillo de los pobres de Israel
Vicky Knafo, divorciada y con tres hijos, simboliza la crisis económica ocasionada por tres años de revuelta palestina
Vicky Knafo, 43 años, divorciada y madre de tres hijos, se ha convertido en el símbolo de la gran depresión económica en la que se encuentra hundido Israel desde que hace tres años estallara la Intifada. Vicky conmocionó al país el pasado mes de julio, cuando protagonizó una marcha a pie y en solitario desde Mitzpe Ramon a Jerusalén -218 kilómetros- para protestar porque le habían recortado las ayudas familiares. Hoy ha empezado a convertirse en la portavoz de los desheredados.
"Quiero ser la voz de los pobres en Israel", afirma con contundencia Vicky Knafo, en el comedor de su casa en Mitzpe Ramon, una pequeña ciudad de poco menos de 7.000 habitantes, situada en el corazón del Neguev. Vicky, hija de un emigrante judío oriundo de Venezuela de profesión policía y de una recién llegada de Turquía, trabaja como cocinera en una cantina del Ejército, en una de las bases militares del Neguev, donde gana a duras penas lo imprescindible para sacar a flote una familia compuesta por sus tres hijos: Letania, de 22 años, un joven drogadicto condenado a dos años de cárcel; Eden, de 17, empleada ocasional en los comercios, y Noam, de 7 años, con problemas psicomotrices y emocionales.
Más de 200.000 ancianos no tienen dinero para comprar las medicinas que necesitan
El pasado 1 de julio, Vicky Knafo decidió iniciar una marcha a pie desde su casa en Mitzep Ramon hasta el Ministerio de Hacienda, en Jerusalén, para protestar ante el encargado de las finanzas, el ex primer ministro Benjamín Netanyahu, por el recorte de unos 500 shekels (unos 120 euros) que había sufrido en las ayudas sociales que recibía desde que hace siete años se divorciara de su segundo marido y se hiciera cargo de todos sus hijos.
La travesía a pie, en uno de los veranos más calurosos que ha sufrido Israel, sin otra protección que la bandera blanquiazul hebrea, duró seis días. Sin embargo, la protesta se ha prolongado tres meses, durante los cuales ha permanecido en una tienda de campaña ante el Ministerio de Hacienda, en reivindicación de una plataforma de ayudas económicas y sociales a favor de las familias monoparentales. Su acción ha sido secundada y apoyada por centenares de ciudadanos desheredados, que han convertido a Vicky en su líder.
"Ayer tuve que abandonar temporalmente las movilizaciones y volver a casa en Mitzpe Ramon para resolver un grave problema con mi hijo, que se negaba en redondo a volver a la escuela. Lo más importante son ellos. Pero eso no significa que abandono la lucha. Continuaré batallando desde aquí. Es posible que inicie una carrera política. Para empezar, una editorial me ha pedido que escriba un libro sobre mis experiencias", afirma Vicky, quien asegura que está dispuesta a desvelar "todos los secretos" de su lucha, incluidos los dos encuentros con Benjamín Netanyahu, en los que ella acusó al ex primer ministro de "escudarse en la Intifada" para "continuar repartiendo mal el dinero entre los israelíes".
Es consciente de que la batalla de los desheredados en Israel no ha hecho más que empezar. Los últimos datos oficiales muestran lo ardua que puede resultar su campaña. El paro se ha disparado en los tres últimos años como consecuencia directa de la Intifada, superando el 10% de la población. Sectores claves en la economía del país, como la alta tecnología o la hostelería, se encuentran prácticamente paralizados. La actividad en la construcción ha disminuido en un 16%. Según las estadísticas del Instituto de Seguro Nacional, unos 210.000 ancianos -uno de cada tres- viven en tales condiciones de pobreza que no tienen dinero suficiente para comprar los medicamentos que necesitan. En esta situación angustiante, muchos empleados se han visto obligados a aceptar una reducción en sus salarios. Una cuarta parte de los trabajadores ganan menos de 795 dólares al mes. Mientras, el coste acumulado de la guerra contra los palestinos no deja de crecer y se acerca ya a los 11.000 millones de dólares.
"Todo este panorama podría mejorar si se pusiera fin a la guerra con los palestinos y si los ricos dejaran de ser cada vez más ricos, en vez de recortar las ayudas sociales a los pobres, como se pretende en los próximos presupuestos", apunta Vicky Knafo, reinterpretando con una mezcla de intuición y populismo el programa político de la izquierda laica Meretz, un partido pacifista en recesión, al que ella suele votar. Sus palabras, pronunciadas desde uno de los lugares más inhóspitos y olvidados de Israel, el fondo del Neguev, resonaban ayer por la mañana potentes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.