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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tiresias en Detroit

La primera novela de Jeffrey Eugenides, Las vírgenes suicidas, recreaba la fascinación que un grupo de jóvenes sentía por las hermanas Lisbon, cinco enigmáticas adolescentes que, sometidas a una severa disciplina familiar, acabarían quitándose la vida. Entre esos jóvenes estaba Demo Karafilis, y el anónimo narrador colectivo dedicaba unas pocas páginas a su abuela, la anciana señora Karafilis, que vivía encerrada en el sótano esperando la muerte y sólo una vez a la semana salía de allí para bañarse. En su segunda novela, Middlesex, aparecida nueve años después, Eugenides introduce también a una abuela greconorteamericana que vive encerrada a la espera de la muerte, y hasta los detalles que la rodean y caracterizan estaban ya anunciados en esas páginas: el estampado de su colección de abanicos, sus cajas con gusanos de seda, su nostalgia del país natal, sus recuerdos de la familia exterminada, sus problemas lingüísticos, su confusión entre pasado y presente...

MIDDLESEX

Jeffrey Eugenides

Traducción de Benito Gómez Ibáñez

Anagrama. Barcelona, 2003

676 páginas. 24,50 euros

MIDDLESEX

Jeffrey Eugenides

Traducción al catalán de Albert Torrescasana

Anagram/Empuriés.Barcelona, 2003

592 páginas. 25,50 euros

Más información
"Mi novela plantea el debate sobre cuánto le debemos a la naturaleza y cuánto a la educación"

El germen de esta magnífica saga familiar que es Middlesex hay que buscarlo, por tanto, en ese episodio lateral de Las vírgenes suicidas, y muy probablemente en los mismos recuerdos del autor, norteamericano de origen griego. Sólo el propio novelista es capaz de determinar cuántos elementos de la memoria familiar de los Eugenides se han incorporado a la de los Stephanides, protagonistas de la novela, pero no cabe duda de que esa inspiración autobiográfica contribuye en buena medida a la sensación de vigor y veracidad que transmite el relato.

Como en toda saga familiar, los nacimientos, los matrimonios y las muertes marcan la pauta de la historia. También como en toda saga familiar, la peripecia de sus protagonistas tiende a reflejar la de la sociedad que les ha tocado vivir: en el caso de los Stephanides, las matanzas en los antiguos enclaves griegos en territorio turco, los altibajos económicos de la industrial Detroit, los combates contra Japón en la Segunda Guerra Mundial, la Norteamérica de la segregación cotidiana y de los disturbios raciales... Pero Middlesex sería sólo una excelente saga familiar si no fuera por la peculiar naturaleza de su narrador, que se presenta del siguiente modo: "Nací dos veces: fui niña primero, en un increíble día sin niebla tóxica de Detroit, en enero de 1960; y chico después, en una sala de urgencias cerca de Petoskey, Michigan, en agosto de 1974". En efecto, debido a una rara mutación genética, Calíope Stephanides, educada como niña durante toda su infancia, descubre al llegar a la adolescencia su verdadera identidad sexual y pasa a convertirse en Cal Stephanides. ¿Cuántas escabrosidades podrían esperarse de una novela que partiera de un planteamiento así? Muchas, sin duda, y lo cierto es que Eugenides, con una feliz combinación de delicadeza e ironía, acierta en todo momento a esquivarlas.

La historia del Cal adulto, que

ante los desconocidos esconde el secreto de su pasado femenino, reproduce en parte las de sus familiares más cercanos: la de sus incestuosos abuelos Desdémona y Lefty, la de su tía Lina, que fue enviada a Estados Unidos para procurarle un matrimonio que ocultara su lesbianismo... En mayor o menor medida, cada personaje arrastra su propio secreto, y es éste el que proporciona a todos ellos la consistencia y la complejidad de los seres de carne y hueso, reales. Por alejadas que sean las circunstancias en las que se desarrolla la acción, nada de lo que sucede en Middlesex nos es ajeno, y esto es así porque Eugenides nos habla de algo que todos los seres humanos tenemos en común: la vida. A lo largo de las casi setecientas páginas del libro podrá el lector reconocer ecos de muchos y muy grandes escritores: la parcial narración desde el útero materno parece un guiño al Tristram Shandy de Sterne, la alegre sensualidad de los jóvenes Lefty y Desdémona recuerda la de Ada o el ardor de Nabokov, los episodios del contrabando traen a la memoria Las aventuras de Augie March de Bellow, la fuga de Cal evoca la de El guardián entre el centeno de Salinger, la atmósfera de las urbanizaciones de clase media resultará familiar a los lectores de Cheever

... La genealogía literaria de Eugenides es sin duda impecable, pero lo que hace de Middlesex una novela deslumbrante es su singular intimidad con el alma humana. Middlesex es, en todos los sentidos, una novela grande, grandísima.

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