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Crítica:TEATRO | 'La noche del oso'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Oseznos moralistas

Recomendado para jovencitas. Llenaban la sala el domingo, reían de placer, callaban de emoción. Incluso con sus mamás. O con novios o papás, que también aplauden. Para ellas hay un gran atractivo básico, que son los chicos, famosos de la televisión y, sin embargo, buenos actores de teatro: sueltos, espontáneos. Para todos, el "trozo de vida", los chicos desmoralizados, pero moralistas. Víctimas de la sociedad, se puede decir. Para uno, lo insoportable de la vida se cifra en que su hermana y su padre se acuestan; para otro, que su madre lleva hombres a casa. El tercero sufre porque su hermano mayor le pega como una fiera agresiva. Lo comentan con un lenguaje vivo y directo; y doloroso, no exento de chiste y de giros graciosos.

La noche del oso

De Ignacio del Moral. Intérpretes: Fernando Ramallo, Críspulo Cabezas y Eloi Yebra. Compañía Teatro del Cruce. Director: Ernesto Caballero. Teatro Arlequín. Madrid.

Ignacio del Moral es uno de los mejores autores teatrales de esa generación, y otro es Ernesto Caballero, que dirige el espectáculo. Una obra antigua, y se nota. Digo antigua porque es de 1992, cuando gran parte de las espectadoras y quizá los actores jugaban todavía en el patio del colegio. Es posible que hoy el lenguaje sea un poco distinto y los sentimientos moralistas de los oseznos sean mas abiertos; o su respeto hacia los demás haya aumentado, y no les impulsen al alcohol y a la huida de la casa.

Aquella obra en un acto se ha alargado un poco, y también se nota. Aun siendo corta, cansa, porque no sucede más, y se agota en los monólogos: no tiene más acción. Las buenas intenciones llevan a los finales más o menos felices, en los que los tres niños -el osito de peluche con el que juegan en escena a veces les infantiliza, aunque sea una metáfora de sus heridas- rehacen sus vidas porque su materia es "buena".

A la buena actitud de los intérpretes y la escritura de Ignacio del Moral se une la dirección de Ernesto Caballero, que da acción externa en un escenario en cinco planos, uno de ellos deslizante y ascendente, y abre entradas y salidas; y probablemente contribuye también a que los actores famosos de televisión tomen carne teatral.

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