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Reportaje:LA POSGUERRA DE IRAK

Los depredadores de Bagdad

Uday y Qusay Husein eran los feroces sucesores del dictador de Irak

Uday había hecho planes para este mes de julio. No creía que hubiese guerra o intentó, por lo menos, mostrarse confiado ante su interlocutor, Kirsan Ilyumzhinov, presidente de Kalmika, una región de Rusia. Ilyumzhinov fue probablemente el último extranjero en ver, el 18 de marzo, a Uday Husein, de 39 años, el primogénito del derrocado dictador iraquí. No se sabe si Qusay, de 37 años, el pequeño de los varones de Sadam, tenía planes para el verano porque, a diferencia de su hermano, era taciturno y poco locuaz.

Uday quiso recibir a Ilyumzhinov de madrugada para hablarle del gran torneo juvenil de ajedrez que tenía la intención de organizar en julio en Bagdad, según relató su huésped cuando regresó a su hotel. "Está tranquilo, sereno. Es muy educado", añadió refiriéndose a su anfitrión.

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Aunque se sosegó algo después del atentado que sufrió, en diciembre de 1996, Uday no había sido hasta entonces un personaje apacible. Desde su adolescencia su vida estuvo marcada por la violencia. Latif Yahia, su antiguo compañero de colegio y su doble durante cuatro años y medio, contó desde Dublín a EL PAÍS que Sadam obligó a su vástago a asistir a torturas infligidas a sus enemigos políticos para que fuera aprendiendo cómo se gobernaba.

Nada de extraño, por tanto, que con 15 años Uday pegase a sus profesores, y que con algo más de 20, una vez nombrado presidente del Comité Olímpico Iraquí, ordenase golpear la planta de los pies de los jugadores de un equipo de fútbol derrotado. Para humillarles aún más mandó que se les rapase la cabeza.

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Peor fue lo que le ocurrió a un boxeador noqueado en el primer asalto. Uday, según narró su antiguo doble, le preguntó a gritos cómo boxeaba tan mal antes de sacudir su pecho con un aguijón que propiciaba fuertes descargas eléctricas. Después dijo a sus guardaespaldas que acabaran la tarea. Yahia nunca volvió a ver al púgil.

Uday ejercía la violencia también contra las mujeres atractivas a las que sus esbirros raptaban en la calle y de las que Uday abusaba en privado y, a veces, en público en algún hotel en el que se reunía a solas con sus amigos. Se casó primero con la hija de Izzat Ibrahim Duri, vicepresidente del Consejo del Mando de la Revolución, y después con la de su tío Barzan. Ambos matrimonios fueron de corta duración y sin descendencia.

"Para los padres de familia con hijas jóvenes residentes en el barrio de Al Mansur el atentado contra Uday supuso un alivio", recuerda Ignacio Rupérez, el encargado de negocios de la Embajada de España en Bagdad a finales de los noventa. Gravemente herido y salvado por un equipo de cirujanos franceses, Uday se vio obligado a reducir su actividad depredadora.

El honor de su madre era, en cambio, sagrado para Uday. Para defenderlo administró en 1988 a Kamal Hanna Jajo, un escolta de su padre, una monumental paliza, a orillas del Tigris, que le causó la muerte. Sospechaba que Jajo servía de enlace entre Sadam y una de sus amantes. El dictador castigó a su hijo por aquel asesinato con un benigno exilio de 40 días en Suiza.

"Tu conducta, Uday, es mala, y no puede haber nada peor que lo que tú haces", le recriminó Sadam a su hijo cuando, tras el atentado, acudió a visitarle al hospital. Sus palabras fueron, al parecer, grabadas, y una cinta, que reprodujo la revista Newsweek, circuló por Oriente Próximo.

Para entonces Uday, que había sido el favorito de Sadam -su biógrafo Said Aburrich lo compara con Vasya, el hijo predilecto de Stalin- estaba ya en declive mientras ascendía la estrella de su hermano pequeño. Su reputación es tan sanguinaria como la de Uday pero, al haber sido más discreto, apenas se dispone de testimonios directos sobre su despiadada brutalidad. La diferencia es que "Uday mata para divertirse y Qusay lo hace de forma científica", afirmó James Woolsey, ex director de la CIA.

Qusay hizo sus primeros méritos en 1991, después de la primera guerra del Golfo. Junto con su tío, Alí "el químico", el primo de Sadam que gaseó a los kurdos, dirigió la represión contra los chiíes y la población del Kurdistán, que se rebelaron contra el régimen. Unos 30.000 civiles iraquíes murieron en el sur del país y seis veces menos en el norte.

Mientras su hermano queda poco a poco relegado a actividades culturales, la dirección del diario Babel y de una cadena de televisión, Qusay acaparaba poder. Tenía bajo sus órdenes a todos los servicios secretos, a la Guardia Republicana y a su rama especial. La confianza que le otorgó su padre era tal que, junto con el secretario personal de Sadam, Abdel Hamid Hamud, era el único que no tenía que pedir cita para verle. Divorciado de la hija del general Maher Al Rashid, con la que tuvo dos hijos, Qusay hubiese sido el sucesor si la invasión no hubiese desbaratado los planes de Sadam.

Sadam Husein, flanqueado por sus hijos Uday (izquierda) y Qusay durante una ceremonia en 1996.
Sadam Husein, flanqueado por sus hijos Uday (izquierda) y Qusay durante una ceremonia en 1996.REUTERS

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