Maestro entrañable

A traición nos ha pillado, en plena canícula veraniega, la muerte de Juan Carlos García-Borrón. Maestro entrañable de muchas generaciones de estudiantes de universidad y sobre todo de bachillerato que hoy son conocidos profesores universitarios, políticos, profesionales, etcétera, su legado sigue siendo, junto a los papeles agudos y esclarecedores que nos ha dejado, la cercanía de su mirada, la profundidad de su palabra y esa peculiar pasión filosófica que en muchos de nosotros supo sembrar vocaciones irrenunciables, a pesar de las penosas condiciones que la filosofía viene arrastrando desde hace años en la educación secundaria.

No somos pocos los que seguimos preguntándonos, desde la época de aquellas estupendas clases en el instituto, cómo ha podido la Universidad española permitirse el lujo de no contar entre sus catedráticos con alguien como García-Borrón. Cómo, al igual que a otros intelectuales antifascistas, se le denegó una merecidísima plaza y luego se le olvidó injustamente.

Estoy convencido que la lección de modestia y que el trabajo duro y callado de aquel maestro de maestros puede decir mucho aún sobre cómo funcionan (o no) nuestras instituciones educativas, que esa vida entregada se erige hoy críticamente contra el triste abandono de las disciplinas filosóficas en el bachillerato y que todo ello bien merecería, aunque tardío, un reconocido homenaje institucional y universitario.