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Reportaje:LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO

Fuego cruzado sobre el Tour de Francia

Leblanc, director de la carrera, asegura sobre su acuerdo con Batasuna: "Nos pedían el brazo y les hemos dado la mano"

Carlos Arribas

Cuando el presidente de ASO (Amaury Sport Organisations), Patrice Clerc, le pidió a Jean-Marie Leblanc que retrasara unos años su jubilación, prevista para este año, el director del Tour de Francia no encontró motivos para decirle que no. Después de los ajetreos del Tour del Centenario, el horizonte se anunciaba sereno y tranquilo. El Tour es una empresa rentable, poco afectada por la crisis de patrocinadores del ciclismo, a la que sólo algunos asuntos menores podrían perturbar su marcha ascendente.

Para Leblanc, que había mostrado su energía, su firmeza y su dureza negociadora para solucionar problemas que habían puesto en peligro la supervivencia de la carrera, sería coser y cantar seguir con las riendas. El de 2003 es su 14º Tour al frente de la carrera. Leblanc es un hombre curado de espanto que ya lo ha visto. O eso creía él. Sólo las dos guerras mundiales, como se recuerda a menudo, han sido capaces de paralizar el Tour.

Leblanc es un personaje con buenos contactos en la política francesa
"Si en España continúa el malestar por el asunto, anulo los acuerdos"

Porque hete aquí que el hombre que fue capaz de conseguir que el Tour superara sin grandes problemas asuntos como la muerte de un corredor en carrera -Fabio Casartelli en 1995-, intentos de huelga de ciclistas -en 1998-, plantones y hasta la cesión parcial de su poder a la policía y los jueces -Tour del 98, el Tour de caso Festina-, el hombre que para poner en marcha anualmente las 5.000 personas que componen la caravana del Tour debe lidiar con políticos, alcaldes, sindicatos y asociaciones de todo tipo, se encuentra en el lugar menos deseable -"soy un rehén de la situación, el Tour es un rehén de la lucha política española", confiesa- por un problema que él consideraba menor, y resuelto hace tiempo. "¿Pero qué pasa en España?", se pregunta. "No lo entiendo. Este asunto me desborda".

Cuenta Leblanc que para conseguir que el Tour atraviese sin problemas todo el país, todas las zonas de conflicto o serenas y llegue sano y salvo a París, los meses previos a la carrera son meses de peticiones y respuestas. De chantajes y pagos. Si el Tour pasa por una región afectada por la Política Agraria Común y en la que se ha desplomado el precio de la leche, los agricultores le escriben reclamándole algún gesto, el derecho a exponer a la prensa sus problemas o hasta algún hueco en la transmisión televisiva. Lo mismo ocurre si se llega a alguna zona donde una fábrica ha despedido abusivamente a los trabajadores o a otra donde hay una lucha de ecologistas contra una empresa contaminadora.

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Y este año ya ha permitido que un líder sindical de los intermitentes -técnicos de televisión, cine y teatro que amenazan con paralizar los festivales veraniegos de Francia- utilizara una transmisión televisiva del Tour para explicar sus posturas a la sociedad. El Tour negocia y pacta para evitar manifestaciones o acciones violentas. "Y eso mismo ha ocurrido con el problema del euskera o del bretón", dice Leblanc. "Y nunca ha habido problemas ni repercusiones. Claro que entonces, ni Batasuna ni ninguna organización informó a nadie de lo que se había hablado".

En 1996, el Tour llegó a Hendaya, a pocos kilómetros de Bayona, en el País Vasco francés, una zona en la que los jóvenes llevan algunos años movilizándose en defensa de la lengua vasca, el euskera, un idioma que los gobiernos franceses han dejado morir. Entonces, como ahora, representantes de alguna asociación cultural legal y reconocida por el consejo municipal envió cartas al Tour, a Jean Marie Leblanc, reclamándole algún gesto hacia el euskera. Aquel año, en la pancarta de meta ponía "Arrivée" y "Helmuga", los carteles del Tour también eran bilingües, las asociaciones distribuyeron unos folios explicando su problemática en la sala de prensa y una periodista de Radio Euskadi hizo de speaker (locutor) para el público en euskera en la meta junto al speaker oficial del Tour, Daniel Mangeas.

Y no pasó nada. "Y aquello, además, no fue nada comparado a las negociaciones que hubo entre el Tour, el Gobierno vasco y ETA cuando el Tour salió de San Sebastián, en 1992", recuerda una persona que participó en aquellos contactos. "Aquello fue lo de ahora multiplicado por 10". Y a pesar de que una bomba de ETA recordara al Tour sus obligaciones en San Sebastián, el Tour transcurrió sin problemas.

Asi que lo último que se podía esperar Jean-Marie Leblanc el viernes pasado, mientras esperaba que se levantara brillante el telón del Tour del Centenario, era que una llamada del Consejo Superior de Deportes (CSD) le empezara a quitar el sueño.

Guillermo Jiménez, director general de Deportes, había telefoneado a Víctor Cordero, del Consejo de Ciclismo Profesional, para pedirle un contacto con Leblanc. También el embajador español en París llamó a Leblanc. Después de las conversaciones, el director del Tour llamó inmediatamente al representante de la agencia Efe para entregarle una declaración: "Me han engañado", decía. "El Tour nunca negociaría con una organización terrorista. Me siento engañado. Siempre hemos actuado de buena fe".

El Gobierno español dio por zanjado el problema -y así se lo comunicó Jiménez a Cordero esa misma noche- y Leblanc se fue más tranquilo a la cama. Pero, mientras, la ministra española de Exteriores, Ana Palacio, telefoneaba a su homólogo francés, Dominique de Villepin. Las presiones aumentaban. "Sí, creo que hay contactos entre los Gobiernos", dijo Leblanc ayer. "Pero quiero que quede bien claro que no ha habido negociación ni nada que se le parezca. Hemos recibido una carta con unas peticiones y hemos respondido. Nos pedían el brazo y les hemos dado la mano".

Leblanc, por su puesto al frente del Tour, es un personaje con buenos contactos en política, y cuenta entre sus protectores con el presidente Jacques Chirac y con el primer ministro Raffarin, con quien ayer compartió el coche durante la primera etapa del Tour, lo mismo que con el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy.

El sábado, en París, Leblanc tuvo que aumentar en un grado sus disculpas, y abría las puertas a una marcha atrás. "Si en España continúa el malestar por el asunto, anulo los acuerdos", dijo Leblanc. Lo mismo repitió ayer: "Si en dos, tres días no ha amainado el problema, anulo la decisión y no se utilizará el euskera en la etapa de Bayona", dijo. "Y no nos asusta lo que pueda pasar".

Los aficionados al ciclismo del País Vasco francés sí que están asustados. Y temen que, igual que la Vuelta a España no pasa por el País Vasco desde 1979, el Tour de Francia tarde muchos años en volver por sus tierras.

Ayer, el PP vasco consideraba un "escándalo, un escarnio, un insulto" que el Tour mantenga su acuerdo con Batasuna para utilizar el euskera, y su secretario general, Carmelo Barrio, comentaba que "no puede haber acuerdos entre el deporte y el terrorismo; es incompatible y Leblanc parece que todavía es capaz de resistirlo, es capaz de esperar un poco, no sé a qué". En el otro extremo, el secretario general de la organización nacionalista EA, Gorka Knörr, deploró que "una reyerta política con tintes manipuladores" se interponga para que no se consigan "fines absolutamente loables" como es la retransmisión en euskera de la etapa del Tour que llega a Bayona, informa Servimedia.

Jean-Marie Leblanc (de espaldas), con el ministro francés del Interior, Nicolas Sarkozy.
Jean-Marie Leblanc (de espaldas), con el ministro francés del Interior, Nicolas Sarkozy.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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