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ARCHIVO DEL 'CASO EXPO'
Columna
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Pellón el bueno

Todo resultó ser una patraña. Eso sí, una patraña muy bien urdida, con los hilos sutiles de la insidia, la insinuación, la calumnia. Hasta lograr una espesa red de sombras orquestadas. Desde el principio se vio con claridad que no iban a permitir al PSOE que triunfara con Expo 92, ni con el V Centenario, pese a que estaba por medio el nombre de España y el de la Corona, en un noble empeño por reconciliar a los pueblos hermanos de Iberoamérica con la patria (precisamente escribo estas apresuradas líneas desde Costa Rica, donde créanme que todavía no resulta cómodo ponerse en la perspectiva del otro); una excelente ocasión, en suma, para poner de largo ante el mundo a la joven y trabajosa democracia española.

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La sospecha universal de la Expo

Pero nada. Desde el primer momento, otros se pusieron a trabajar en el descrédito de la causa. Creyó Felipe González que nombrado comisario de la Expo a Manuel Olivencia, un prestigioso profesor, un liberal centrista, la Sevilla eterna iba a respetar el proyecto. Se equivocó. La Sevilla eterna lo que hizo fue arracimarse junto a Olivencia, pero no para empujar en la dirección correcta, sino como las moscas a la miel. Y cuando el ritmo implacable de la Expo exigió un cambio de equipo, entonces fue Troya. Se abrieron las compuertas del despecho y se fijaron un objetivo: Jacinto Pellón, "el albañil", como le llamaban despectivamente sus adversarios. Medios de comunicación y partidos políticos confabulados, poderes fácticos a los que se apartó de la gran tarta, empezaron a hablar de malversación, indemnizaciones amistosas, desvíos de dinero... Pues bien, ahora el juez Garzón acaba de archivarlo todo, sin apreciar delito alguno.

El ex alcalde Del Valle, en unas recientes y extrañas memorias, ha revelado parte de lo que pasó. Un grupo de presión mediático, afín a la derecha más impura, quiso utilizarlo como mediador para un vil chantaje: unos 4.000 millones de pesetas para que la Expo brillara hasta el infinito. Si no... y como "el albañil" los mandó a freír espárragos, vino el si no...

Hoy el bueno de Pellón se sentirá honradamente feliz, pero después de siete, de diez, de once años, que le quiten lo sufrido. Y a los otros que le quiten lo bailado.

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