_
_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¿Educar deleitando?

Siempre suave en el verbo, hasta cuando ataca algún espantable enemigo, Margarita Rivière llama malentendido a lo que es, en realidad, el mayor embuste de nuestros días, la cultura generada por los medios de comunicación masiva. En su prólogo, José Vidal Beneyto es más contundente: el engaño y la mentira son según él las "componentes vertebrales" del asunto. Ambos escritores van más allá de la dudosa noción de que la sociedad de la información lo es de la desinformación. Hay, piensan, distorsión dolosa, tergiversación sistemática de lo verdadero y lo honesto.

Lo que preocupa a esa periodista atribulada (aunque siempre encantadora en sus angustias) que es Margarita Rivière es la conocida transformación de la comunicación en algo más que transporte de noticias, imágenes, relatos y pasatiempos. Lo grave es su mudanza radical en primer agente educador de las gentes. Mal educador, según ella, y el más descollante. El malentendido es pensar que la información mediática informa. No informa, educa.

EL MALENTENDIDO: CÓMO NOS EDUCAN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Margarita Rivière

Icaria. Barcelona, 2003

186 páginas. 13 euros

La producción mediática de la (mala) educación halla en este incisivo, ágil y brioso ensayo otra entrega de munición para sus detractores. El drama de esta peleona grey es que acumula razones y da asaltos, incansable, a la fortaleza mediática, sin que ésta se resquebraje ni sus industriosos ocupantes se inmuten. No ceden un paso. Mucho antes de los devastadores ataques lanzados por Neil Postman en su Morir de diversión (televisiva) comenzó la guerra de los críticos y pensadores contra la cultura mediática como educadora maligna. No ha mucho que Sartori y Bourdieu descargaban sus andanadas en vano. Lo curioso (o si a ustedes place, lo triste) de todo ello es la falta de una propuesta alternativa viable. La autora, que se suma a esta caudalosa tradición crítica, es muy diestra en denunciar. A pesar de su posición ideológica, de un progresismo con ribetes de libertario, si no lo entiendo mal, no sugiere más alternativa que concluir que todo depende de que "los medios de comunicación comprendan que su papel va mucho más allá de la educación del hombre/producto y reflejen, con fidelidad, la pluralidad de la realidad".

Éstos son sentimientos piadosos aunque vengan avalados por un análisis penetrante y riguroso. Los medios son corporaciones con gente al frente de ellas. Están casi todos esencialmente interesados en vender, manipular y tenernos sólo por consumidores. ¿Por qué habrían de comprender? Por otra parte, ir "mucho más allá" de confundir al ser humano como producto y como consumidor no lo arregla todo. (¿Ir dónde?) Civilizaciones ha habido -la medieval, la china, la hindú- que han ido mucho más allá pero en las que no querría verse uno metido ni en pintura. Son preguntas que quedan en el aire. Pero El malentendido cumple su cometido. Echa más leña al fuego redentor. Esperemos que la fogata nos purifique: que nos eduque de veras.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_