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Reportaje:RAÚL RIVERO, UN DISIDENTE CUBANO

La fuente rota

La mierda es mierda aunque la cague una princesa". Con este lema, sarcástico y directo como su estilo literario, el poeta y periodista Raúl Rivero terminó el cuestionario que le hizo el crítico cubano José Prats Sariol un día lejano de 1989. Todavía Rivero no había roto con la cultura oficial de su país. Prats Sariol -su amigo- lo entrevistó para hacer el prólogo de Herejías elegidas, una antología de su poesía que por avatares de la vida nunca llegó a ver la luz en Cuba.

Corrían los tiempos de la crisis galopante, y fue la escasez de papel lo que motivó primero la postergación de la edición de Herejías. En 1991, Rivero junto a otros nueve intelectuales cubanos firmó la llamada Carta de los 10, documento dirigido a las autoridades en el que reclamaban reformas y espacio para disentir. A partir de entonces no fue la economía, sino la política la que arrinconó al poeta y a su obra.

César López: "Era de los más comprometidos, con su dicción punzante y un sentido cubanísimo y rítmico del humor"
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El pasado mes de marzo fue detenido junto a 74 disidentes y condenado a 20 años de cárcel por "conspirar con una potencia extranjera -Estados Unidos- para socavar la independencia y soberanía del Estado cubano".

Raúl Ramón Rivero Castañeda nació en el pueblo camagueyano de Morón en 1945. Poco después del triunfo de la revolución, con 15 años, se alistó a un batallón de milicianos y marchó a combatir a las montañas del Escambray contra los alzados anticastristas. Años más tarde se graduó en periodismo en la Universidad de La Habana.

Durante tres décadas colaboró con los principales diarios y publicaciones de la isla. En los años setenta fue corresponsal en Moscú de la agencia oficial de noticias Prensa Latina y después trabajó en la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) como secretario de Relaciones Públicas y asesor de su presidente, el poeta Nicolás Guillén.

Raúl Rivero formó parte del grupo de jóvenes cubanos que en 1966 convirtió el recién nacido El Caimán Barbudo -publicación entonces dirigida por Jesús Díaz- en una atalaya desde donde provocar y difundir la poesía ultraconversacionalista, coloquial y en cierto modo antipoética que proclamaban.

El poeta César López, premio Nacional de Literatura en el año 1999, lo recuerda como "uno de los más jóvenes, destacado por ser también de los más brillantes, agudos, mejor entonados de la partida". "Era también de los más comprometidos, con su dicción punzante, erguido discurso y un sentido cubanísimo y rítmico del humor", señala López.

El talento, y también la militancia de Rivero, se tradujo pronto en reconocimientos. Por Papel de hombre, en 1969, recibió el David de Poesía, el premio más importante que se otorga en Cuba a un joven. Tres años más tarde, la UNEAC lo galardonó con el Premio Julián del Casal por Poesía sobre la tierra.

En aquel prólogo de 1989, el escritorJosé Prats Sariol lo consideraba como "uno de los mayores talentos poéticos entre los latinoamericanos nacidos de 1940 a 1958". Según Sariol, en Rivero el coloquialismo, como forma predominante de hacer poesía en los autores de habla hispana a finales de los años sesenta, tenía una seña de identidad que lo distinguía: "Soltura, fuerza, desenfado vivencial y verbal".

"La poesía no debe hablar de mí / sino conmigo de las cosas que pasan", dice Rivero en uno de sus poemas. Según el escritor cubano Efraín Rodríguez Santana, ésta es una buena definición, pues "poesía y periodismo van de la mano de Raúl Rivero". "He leído textos suyos de gran precisión, sensibilidad y compromiso. Tal parece", sugiere Santana, "que su vida es el testimonio de sus palabras, y que sus palabras son tenaces y no se doblegan".

El propio Rivero explicaba así a Sariol la interrelación entre ambos oficios: "Una relación visceral: la experiencia del poeta en los reportajes, en las entrevistas, por los viajes, las gentes... Y en algunas zonas expresivas la marca de la agencia de noticias en el estilo seco, entrecortado, conciso. Un afán de decirlo todo en pocas palabras, que está presente siempre, antes y después, porque la poesía y el periodismo son síntesis". Durante muchos años, Rivero defendió el compromiso político en la poesía y lo ejerció. En 1982, poemas como Panfleto y La canción del Ejército Rebelde le sirvieron para ganar el Concurso 26 de Julio del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

El que fuera jefe de redacción de El Caimán Barbudo, Guillermo Rodríguez Rivera, recuerda cómo a partir de 1971 y durante todo el quinquenio gris de la cultura cubana, poetas como Luis Rogelio Nogueras, Víctor Casaus y él mismo anduvieron años sin que les editaran un solo verso "mientras Raúl se convertía en el joven poeta oficial".

Pero la ruptura llegó. Y fue violenta. En 1995, Rivero fundó la agencia de noticias disidente Cuba Press y con ella llegaron los versos de descarnada denuncia. En Tedio del vasallo, dice: "Los tiranos intensos / son los breves / los fugaces. / Ésos sí son tiranos interesantes / fundadores de la inquietud. / No así estos tipos eternos y aburridos / toda la vida en el poder / tanto tiempo que uno termina por quererlos / que uno termina muerto por amor a ellos. / Que / Que uno / Que uno termina / Que uno termina muerto".

Al decir de César López, pese al lastre de los compromisos excesivos, en ambos extremos del péndulo, "la poesía siempre habitó su obra" y eso lo salvó.

Para el también premio Nacional de Literatura Antón Arrufat, "Raúl Rivero figura entre esos buenos, no grandes, poetas que forman la continuidad de una literatura". A su juicio, Rivero "tiene una voz reconocible, un modo personal de hacer el poema, un tono de ironía o de sarcasmo sobre el sí mismo del poeta y sobre su entorno social, unido al ejercicio continuo del humor y a la captación de lo grotesco en lo real, que sumados constituyen su contribución creadora a la poesía de nuestro país".

En 1994 -año de crisis y apagones en Cuba- el poeta cuenta: "Le he regalado a Blanca / por el año nuevo / una linterna de Bielorús. / Ella me ha dado / en cambio / un hermoso farol de carretero / Cóleman, recién pintado / intacto el cristal. / Toda esa luz tenemos".

De este realismo, de esta "sinceridad como valor literario" quisieron huir muchos poetas posteriores a Rivero, como Reina María Rodríguez. "No le perdonaba al coloquialismo el aborto de la metáfora y de otras jerarquías de los niveles de conciencia que quedaban excluidos. Pero tampoco soportaba el complejo de culpa por no estar en el presente y participar de esa realidad inmediata que RR nombra sin prejuicios desde Panfleto. Añoraba una poesía civil, crítica".

Apunta Arrufat que mientras formó parte de la cultura oficial, Rivero fue un detractor inmisericorde de otras formas de poesía que no fueran la suya, como las que defendían Reina María y los jóvenes escritores que se reunían en su azotea. Sin embargo, de cierto modo, también les influyó. Dice Reina María: "Le temía a la voz mordaz de RR, a su ironía, a la fibra ósea de sus epigramas. Había algo maldito que subyacía en sus compromisos afirmativos o negativos con la realidad. Pero la fuerza de su poesía está, precisamente, en la daga que atraviesa o corta transversal las paradojas: belleza-fealdad; realidad-irrealidad; claro-oscuro; pasado y presente".

Uno de los asiduos a las tertulias en la terraza de la poeta, el ensayista y escritor Antonio Ponte -recientemente "desactivado" de la UNEAC por motivos políticos-, confiesa que de la primera etapa de Rivero salvaría sólo una decena de poemas -"los menos confiados, los menos seguros, aquéllos en que se encuentra solo, sin partido literario que lo cobije ni razón política de su parte"-. "De su época segunda, actual", dice Ponte, "elijo un mayor número de poemas y me siento cercano a su totalidad. Cercano a su humanidad indefensa y al registro rico y sencillo de sus palabras. A la pasión, en el sentido amatorio y de sufrimiento".

Uno de los compañeros de Rivero en Prensa Latina recuerda que no sólo su poesía, también sus crónicas periodísticas marcaron escuela: "Hasta en las informaciones más grises había una nota de color. Su humor era agudo como un bisturí, escribía con ritmo, con sonido, con imágenes". Este reportero, que prefiere que su nombre no aparezca, afirma que en medio de un periodismo gris y burocrático "la forma de escribir de Raúl sobresalía". Y observa: "Hasta hace un par de años, textos suyos se emplearon en la enseñanza de literatura en la escuela secundaria".

La obra de Rivero incluye nueve libros de poesía y cuatro de crónicas periodísticas. Sus últimos poemarios, Firmado en La Habana (1996), Estudios de la naturaleza (1997), la antología Herejías elegidas (1998) y Puente de guitarra (2002), se editaron fuera de la isla. Ahora, Sin pan y sin palabras y el volumen de poesía Recuerdos olvidados, que la editorial Hiperión publicará en los próximos meses, llegan a sus lectores cuando el escritor cumple condena en un penal cubano.

El poeta y premio Nacional de Literatura Pablo Armando Fernández recuerda que, por derecho propio, los poemas de Rivero figuran en antologías de poesía editadas en la isla en 1999 y 2002. Y evoca uno de sus versos: "y aunque atardece sobre el mismo sitio / y abuela con su severidad nos llama al orden / sólo esbozamos sonrisas / y palabritas torpes / como justificando / que ya no hacemos ronda / y que la pobre fuente / está rota en el patio / para toda la vida".

Raúl Rivero, el pasado mes de agosto.
Raúl Rivero, el pasado mes de agosto.AFP

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