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ELECCIONES 25M | El presidente vuelve a atacar al PNV

Un desbarajuste en Carabanchel

El PP cambia de lugar un mitin para evitar que los trabajadores de Sintel lo revienten

Lo que ayer se vio en televisión de la visita de Aznar al barrio madrileño de Carabanchel fue esto: un plano corto del presidente hablando sosegadamente de su política fiscal y otro general donde suena la música, sus simpatizantes agitan banderas y unos niños de siete u ocho años se dejan besar encantados por el líder y su esposa. Todo perfecto.

Lo que no se vio fue esto: unos minutos antes del mediodía, la caravana del PP llega al Parque Nuevo del barrio, donde ya hay montado un escenario y una pequeña carpa. No obstante, hay quien se les ha adelantado. Un centenar de trabajadores de Sintel esperan tranquilamente sentados en el césped a que llegue Aznar. Dicen que le quieren agradecer personalmente todo lo que ha hecho por ellos. A Ana Mato, miembro de la ejecutiva del PP y organizadora del acto, tanta amabilidad no le agrada y decide en un santiamén cambiar de escenario. Sin embargo, la versión oficial es que la lluvia puede deslucir el acto. Los periodistas miran al cielo y está prácticamente despejado. La temperatura es de 24 grados.

El sitio elegido para celebrar el mitin es el polideportivo La Mina. A las doce y diez empiezan a llegar los periodistas y algunos simpatizantes, entre ellos dos mujeres mayores, una vestida de chulapa y otra de goyesca que quieren hacerse una foto con Aznar. Policías de todos los tipos -de paisano, de uniforme, con traje, con vaqueros, a pie, en moto, en helicóptero...- ya han blindado las instalaciones. Los periodistas acreditados pasan; los que no, tienen que esperar media hora. Los vecinos con buena pinta pasan; los que no, son rechazados. Hay un señor con un chándal verde horroroso que no supera el casting y es despedido de mala manera. Se encara con el que parece ser el jefe de los agentes y le dice, nariz con nariz, casi gritando: "¡Y lo que más me jode es que yo soy más anticomunista que la madre que me parió!". La declaración de principios surte efecto. Lo dejan entrar, y le regalan una banderita del PP.

Ya es la una de la tarde, hace calor, y el pabellón de baloncesto sigue cerrado. Fuera, unos ochenta jubilados esperan al sol y se preguntan por qué tanta tardanza. Dentro, la actividad es frenética. Han puesto una gran cortina para reducir la cancha a un tercio, no vaya a ser que se repita el pinchazo de Mestalla. Se retiran las colchonetas, se cuelgan banderas de las espalderas; Ana Mato infla globos como una desesperada y entretiene a la docena de niños reclutados para el acto. A las 13.40 llegan Aznar y señora, Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre. A las 13.45 empieza el acto. Gallardón, que es candidato, habla tres minutos. Aguirre, que es candidata, otros tres. A las 13.51 toma la palabra Aznar. No tiene atril. Sólo una silla de madera plegable y un micrófono inalámbrico. Se le oye y se le ve mal. El presidente, que no es candidato, habla durante 21 minutos. En tono monocorde, explica a los niños y a los jubilados su política fiscal. Ni un aplauso hasta que, ya terminando, se mete con los socialistas.

Los asesores de Aznar se acercan a los periodistas para cuchichearles: "Esto es un despropósito. ¿A quién se le ocurre organizar un acto en un parque de Carabanchel?".

A las 14.12 termina el mitin. Ha sido un caos, un desbarajuste, un sinsentido. Pero en el telediario de las tres ha quedado de dulce. Y, en campaña electoral, eso es lo que importa. ¿O no?

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