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Crítica:TEATRO | 'El olvido está lleno de memoria'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El perdedor

Hay varios planos en esta obra: la tragedia española de la guerra, el drama del exiliado, el sentido de la derrota humana hacia la muerte. El título -verso de un poema y un libro de Benedetti- y la intención primaria es la de luchar contra la pérdida de la "memoria histórica": la república, la democracia, la Guerra Civil, el triunfo de lo horrible, los años que borran lo que no conviene al dueño de la memoria pública. El resultado, tal como este espectador lo vio desde su butaca, es más bien el de un hombre que pierde, que lucha por salir adelante de esta corrosión histórica que le ha tocado vivir, y que muere en esa angustia del perdedor: la muerte es la ruina definitiva del futuro. El autor, el director y yo, estamos junto a este personaje: y el actor, naturalmente, Francisco Merino, que hace una interpretación excelente del personaje. Y el teatro, por mucho símbolo, por mucha tesis que le envuelva y le defina, es finalmente uno o unos seres humanos que hablan a otros.

El olvido está lleno de memoria

De Jerónimo López Mozo. Intérpretes: Francisco Merino, Ainhoa Amestoy, Chema Ruiz. Director: Antonio Malonda. Teatro del Círculo de Bellas Artes. Madrid.

El ser humano es un actor que se fue al exilio (supongo yo que con la compañía de Margarita Xirgu), triunfó y volvió: aquí no encontró su puesto. Hay una dialéctica: por una parte, el ayudante de dirección, que le repudia y no acepta su manera de ser, de trabajar: su pasado. Por otra, una periodista también joven, que sí quiere la recuperación del pasado: del hombre y de su historia. En una determinada interpretación, diríamos que la pasión y muerte de este hombre está entre el ángel bueno -ella- y el demonio, que tiran de su vida, como en una disputa de auto sacramental. Sin énfasis, desde luego: el diálogo es directo y claro. Pero no es todo: hay una teatralidad, un momento actual, en el que se está representando en el teatro La vida es sueño y el viejo actor que interpreta el papel relativamente menor de Clotaldo añora el tiempo en que hacía Segismundo: una dramaturgia por la cual, ayudando la escena por un vídeo breve, se rebela en medio de la representación y pide al público que no le desdeñe, que no le olvide. En la intención de López Mozo debe de estar que no se olvide a los vencidos y su razón, que no se hagan juegos ni trucos con la realidad y la historia. Pero domina la tragedia humana, que triunfa con la muerte; y con el abrazo final y el largo beso del malo y la buena, como si en torno a esta catarsis hubiera una intención en las dos Españas famosas de ser una sola: una juventud iluminada, reunida, que saca del pasado la herencia para el presente.

La interpretación es buena: además de la calidad de los actores está la dirección de Malonda, tan acreditado por sus trabajos anteriores; como Francisco Merino, que siempre ha sido buen actor y tiene aquí una ocasión mayor de demostrarlo. Así lo entendió el público, que le aclamó a él principalmente.

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