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Tribuna:OPINIÓN | Apuntes
Tribuna
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Ciencia y economía

Dos cosas me maravillaron en mis lejanos tiempos de profesor visitante de la Universidad californiana de Berkeley, la posibilidad abierta a los alumnos de elegir profesor, y el alto nivel de autofinanciación proveniente de la venta de nuevos productos y servicios a las empresas. En esto no se diferenciaba más que en el volumen de actividad de la vecina Universidad de Stanford, de titularidad privada. El panorama es bien distinto en la universidad española; dejemos de lado la posibilidad de ofrecer docencia a la carta, lo que hoy es posible en muchas áreas, con la disminución demográfica de los alumnos. En lo que respecta a la investigación universitaria comercializable, la adaptación a las nuevas circunstancias es todavía más lejana, salvo excepciones nuestros investigadores universitarios carecen de tradición sobre relaciones empresariales, en lo que influye también, inversamente, la falta de hábitos de los emprendedores de acudir a la universidad con sus problemas.

Por ello un gran gestor científico y antiguo amigo Emilio Muñoz, biólogo de acreditada solvencia, propone en EL PAÍS Negocios de 20 de abril "completar la formación científico-técnica con conocimientos de gestión empresarial y legislación", para paliar el déficit que padece España en lo que a biotecnología se refiere. Pero no sólo faltan científicos de base, se precisan también empresarios, como afirma el presidente de Asebio, la Asociación Española de Bioempresas. Traigo a colación este sector por ser uno de los punteros internacionalmente y por su importancia para los temas ambientales en que trabajo. La difusión, vía mercado, de los productos de estas características, además de ser un buen negocio, es importante para la mejora del medio natural, especialmente en lo que respecta a la denominada biotecnología blanca que desarrolla múltiples aplicaciones dirigidas a obtener microorganismos que transforman y rentabilizan residuos perjudiciales ambientalmente, generando combustibles y desarrollando una línea prometedora en estos momentos, la eliminación del CO2, lo que sería altamente positivo para corregir las incidencias sobre el cambio climático. Pero es lo cierto que ni en la Universidad de Alicante ni en otras, ni en los medios empresariales de su entorno se detectan inquietudes por estos enfoques, salvo entre nosotros en el sector del mármol, lo que no es imputable sólo a los medios académicos, que podrían quizás movilizarse en la dirección señalado o en cualquier otra si existiera demanda social al respecto.

Al estudiar hace un par de años el sistema español y el valenciano en materia de I+D pude detectar, precisamente, el retraso de España y concretamente de la Comunidad Valenciana en este campo, con inversiones que nos situaban en los últimos lugares europeos, y con distancias considerables, válidas también para la Unión Europea en su conjunto, si la comparación se realizaba con Estados Unidos.

A este tema he aportado un estudio recientemente publicado sobre promoción del capital riesgo, técnica escasamente difundida entre nosotros aunque era también pura rutina en los lejanos tiempos de mi estancia universitaria en USA. Se trata de inversiones cuya principal característica es orillar la Bolsa y suministrar capital a equipos de solidez acreditada, con el aliciente de una retribución interesante, aunque demorada.

Existen fondos disponibles públicos que atenúan aún más el riesgo, por lo que pensaba y todavía creo que una organización de este tipo encajaría perfectamente en nuestros medios. Craso error, nadie me hizo el menor caso. Algún día publicaré los pormenores, bastante poco presentables de este fracaso, por lo que en el futuro me propongo actuar a través de Múnich, donde hice mi doctorado, ciudad que acoge en la actualidad la Oficina Europea de Patentes.

La prensa económica que he manejado, se pregunta "dónde están las bioempresas" constatando la falta de la respuesta deseable, lo que acentúa la distancia del clima empresarial existente en nuestros medios al respecto, del de otros países como Alemania, Reino Unido o Bélgica.

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La respuesta la encontramos en otro periódico salmón de la misma época, Expansión, en lo que para muestra vale un botón, que glosa un caso realmente esclarecedor. Se trata de CISA y del negocio inmobiliario de Bancaja. En la portada aparece el director gerente, cuya silueta refleja perfectamente el efecto de una larga saga de almuerzos de trabajo, a cuyo lado se reproduce la silueta de una maqueta para un rascacielos a construir en Benidorm de cuarenta plantas de altura y menos mal porque la opción similar a la del hotel Bali, ya existente, vertical, en horizontal, liquidaría los restos de campiña disponibles.

Igualmente se nos informa de los millones que Bancaja gana con el ladrillo. Los "bichitos" no pueden competir con los noruegos, de cuyas preferencias el flamante director general de CISA, nos informa. Qué vamos a hacer, que inventen otros. No cabe otra solución, si se sigue manteniendo la intensidad de la innovación empresarial en nuestro país, que no llega al 47% del promedio europeo del sector.

Ramón Martín Mateo es catedrático emérito de Derecho Administrativo, ex rector de la Universidad de Alicante y Premio Jaume I de Medio Ambiente.

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