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Reportaje:ANÁLISIS

El mapa del tesoro

La aguda crisis internacional que vivimos ha puesto en el candelero el tema de la situación actual y perspectivas de futuro de la industria petrolera iraquí. Algunos analistas sostenemos que el conflicto en ciernes pivota en torno a un reposicionamiento estratégico de EE UU que perseguiría el acceso privilegiado a las fuentes de suministro de crudo para afrontar con garantías el enorme incremento de la demanda que se avecina. Este aumento, que sería particularmente acusado en Norteamérica y en algunos países asiáticos en vías de desarrollo (China e India), podría traducirse en la necesidad de poner a punto en los próximos diez años una nueva capacidad de producción cercana a los 60 millones de barriles por día, lo que casi equivale a decir que se necesitará una segunda Arabia Saudí. En este contexto cabe preguntarse: ¿podría Irak ser la candidata?

En 2002, Estados Unidos importó una media de 450.000 barriles diarios de crudo iraquí. En enero de este año, la cifra ascendió a 1,2 millones
Las guerras han impedido explotar más el potencial petrolero iraquí: tan sólo se han perforado 2.000 pozos, frente a más de un millón en Tejas

Un examen de la desoladora situación actual de la industria petrolera en dicho país no invita precisamente al optimismo. Por lo que respecta a los campos, a principios de 2002, el anterior ministro iraquí del petróleo, Amir Rashid, confesaba que de los 73 descubiertos en Irak, tan sólo 24 se encontraban en producción.

Los campos iraquíes se localizan al este del país, a lo largo de una franja que discurre paralela a la frontera con Irán. En dicha franja, de norte a sur, se diferencian tres grandes grupos de yacimientos: los de la región kurda de Mosul y Kirkuk, los centrados en torno a Bagdad y los localizados en la región de mayoría shií con capital en Basora.

Con anterioridad a la invasión de Kuwait en 1990, casi dos tercios de la producción de Irak provenía de los campos meridionales, en particular de Rumaila, Nahr Umr y Zubair. La industria petrolera del sur de Irak quedó muy dañada durante la guerra del Golfo de 1991, aunque el potencial petrolero de la región sigue siendo muy importante, con campos gigantes como Majnoon, West Qurnah, Halfaya, Nasiriyah, Buzurgan y Abu Ghirab. Como en el sur, cerca del 60% de las instalaciones petroleras del norte y centro de Irak fueron destruidas o dañadas durante la Operación Tormenta del Desierto. El campo de Kirkuk, junto a los de Bai Hasan y Khabbaz, constituye la espina dorsal de la producción del norte de Irak, mientras que el campo de East Bagdad es el más importante de la región central.

Los datos de producción tampoco son halagüeños. Tras la invasión de Kuwait y el embargo de las exportaciones de crudo, la producción iraquí de petróleo cayó de 3,5 millones (julio de 1990) a 300.000 barriles diarios. Hubo que esperar hasta 1997 para superar de nuevo el millón de barriles, y hasta 1998 para doblar esta cifra. Durante los primeros 11 meses de 2002, la producción promedió los 2,02 millones de barriles por día, una cantidad inferior a la de 2001 (2,45 millones) y a la de 2000 (2,69 millones). Las autoridades de Bagdad esperaban alcanzar los 3,5 millones de barriles por día para finales de 2000, pero se quedaron lejos de conseguir tales objetivos a causa de problemas técnicos en los campos, oleoductos y otras infraestructuras.

En julio de 2002, Amer Rashid insistía en que la capacidad de producción de su país era de 3,2-3,3 millones de barriles por día y que para finales de 2003 esperaban incrementarla a 3,5 millones. Sin embargo, diversos expertos estiman que la actual capacidad de producción de Irak no supera los 2,8-2,9 millones de barriles diarios y que su capacidad exportadora se sitúa en torno a los 2,3-2,5 millones de barriles por día. Se cree que en su porfía por alcanzar los objetivos de producción, Irak ha utilizado técnicas que han dañado los yacimientos y la calidad del crudo.

El grueso de las exportaciones de crudo proviene de Rumaila y de Kirkuk, y ambos tipos de líquido muestran últimamente un aumento de densidad y del contenido en azufre atribuibles a una sobreexplotación de los yacimientos. En junio de 2001, un informe de las Naciones Unidas señalaba que de no solucionarse los problemas técnicos y de infraestructura existentes, la capacidad de producción de la región de Kirkuk y Rumaila podría caer un 50%.

La infraestructura de exportación resultó también muy dañada durante la guerra del Golfo y, además, los oleoductos que conectaban con Arabia Saudí y Jordania fueron cerrados tras la invasión de Kuwait. Actualmente, las únicas vías terrestres de exportación del crudo iraquí son las que circulan a través de Siria y Turquía. La primera se realiza mediante el viejo oleoducto que une los campos septentrionales de Kirkuk con el puerto mediterráneo de Bania, canalizando (sin permiso de las Naciones Unidas) unos 100.000 barriles diarios. La segunda es el oleoducto Kirkuk-Ceyhan, que a duras penas transporta 900.000 barriles diarios. Paralelamente a esta ruta circula otra con una capacidad de 500.000 barriles diarios y que está fuera de servicio por problemas técnicos.

En 1975 se construyó un oleoducto estratégico N-S con dos líneas paralelas que en conjunto tienen una capacidad de 1,4 millones de barriles diarios. Una de las líneas está concebida para exportar el crudo de Kirkuk a través del Golfo, y la otra, el de Rumaila, vía Turquía. Sin embargo, según informes de las Naciones Unidas, esta instalación, parcialmente destruida, todavía funciona muy por debajo de sus posibilidades y su utilización se restringe a usos domésticos.

Petróleo por alimentos

Al margen de los oleoductos, Irak cuenta con tres terminales de embarque en el golfo Pérsico: Mina al Bakr, Khor al Amaya y Khor al Zubair, aunque esta última maneja volúmenes mínimos de crudo. Todas ellas fueron duramente castigadas durante los sucesivos conflictos bélicos, pero han sido parcialmente reparadas, de manera que actualmente Mina al Bakr tiene una capacidad de exportación de 1,2-1,3 millones de barriles por día, y Khor al Amaya, de 500.000 a 700.000 barriles.

Las exportaciones de Irak están reguladas por el programa Petróleo por Alimentos de la ONU. Aproximadamente, tres cuartas partes de los ingresos por ventas de crudo se utilizan para la compra de productos humanitarios y el resto se destina a compensar a las víctimas de la guerra del Golfo, pagar a Turquía por la utilización del oleoducto de Ceyhan y cubrir los gastos derivados de las actividades de los inspectores de la ONU. De los 2,6 millones de barriles diarios producidos desde mediados de diciembre del año pasado, 460.000 se destinaron al consumo interior; 1,8 millones, a exportaciones oficiales, y 340.000 fueron exportados de contrabando.

Se calcula que entre el 30% y el 40% del petróleo iraquí es inicialmente adquirido por firmas rusas, y el resto, por compañías de países muy diversos (Chipre, Sudán, Pakistán, China, Vietnam, Egipto, Italia y Ucrania, entre otros). Este crudo es después revendido a petroleras e intermediarios. En 2001, casi el 80% del producido en el sur de Irak y el 30% del norte recalaron finalmente en EE UU a través de grandes importadores como ExxonMobil, Chevron, Citgo, BP, Marathon, Coastal, Valero, Koch y Premcor.

Durante los 11 primeros meses de 2002, EE UU importó diariamente un promedio de 449.000 barriles de Irak. En enero de 2003, esta cantidad alcanzó los 1,2 millones, mientras que 430.000 barriles tuvieron como destino final Europa, y otros 140.000, Asia. Las exportaciones de contrabando, tanto de crudo como de fuel oil, parecen haberse dirigido principalmente hacia Turquía, Jordania, Siria, Irán y Dubai, aunque en el mismo también han participado barcos bajo pabellón ruso y de otras nacionalidades.

Algunos cálculos cifran entre 600 millones y 2.000 millones de dólares anuales los beneficios obtenidos por Bagdad mediante el contrabando, mientras que un estudio de la Administración norteamericana asegura que entre 1997 y 2001, Irak ingresó ilegalmente 6.600 millones de dólares.

Por lo que se refiere a la capacidad de refino, Irak cuenta con tres refinería principales (Baiji, Basora y Daura) y siete pequeñas plantas, que a principios de 2003 sumaban una capacidad de 417.000 barriles por día, frente a los 700.000 de antes de la guerra del Golfo. La mayoría de estas instalaciones han sido objeto de reparaciones de urgencia, y parece claro que no se adecuan a los patrones medioambientales y de seguridad internacionales.

Reparar y reconstruir la maltrecha industria petrolera iraquí requerirá años de trabajo e inversiones masivas de capital extranjero. El coste de recomponer tal sector, simplemente para alcanzar los niveles de producción anteriores a 1990, ha sido estimado en unos 5.000 millones de dólares, a los que anualmente habría que sumar 3.000 millones más en concepto de costes operativos. Por otra parte, las inversiones de rehabilitación de las actuales instalaciones de exportación han sido evaluadas en otros 5.000 millones de dólares.

Obviamente, estas cifras no tienen en cuenta los efectos devastadores de una eventual política de tierra quemada por parte de Bagdad en respuesta a una intervención militar exterior. Si Sadam ordenara la destrucción de infraestructuras energéticas e incendiase parte de sus 1.685 pozos de petróleo (durante la guerra del Golfo, 640 de ellos corrieron esa suerte en Kuwait), los costes podrían ascender a 50.000 millones de dólares.

Reservas fabulosas

En cualquier caso, las reservas de crudo que todavía quedan por explotar en el subsuelo iraquí justifican cualquier inversión. A fines de 2001 eran de 112.500 millones de barriles, las segundas del mundo tras Arabia Saudí, con 261.800 millones. Ambas cifras representan, respectivamente, el 10,7% y el 24,9% del total de las reservas probadas del planeta, cifradas en algo más de un billón de barriles. Sin embargo, el verdadero potencial de Irak podría ser mucho mayor, ya que, tras años de guerra y sanciones, gran parte del país permanece inexplorado y, en comparación con sus vecinos, se han perforado muy pocos pozos profundos. Diversas evaluaciones consideran muy probable que algunas formaciones geológicas del desierto occidental, cerca de la frontera con Arabia Saudí, contengan unos recursos adicionales de más de 100.000 millones de barriles.

Para hacerse una idea de las enormes posibilidades de Irak, basta comparar los 2.000 pozos perforados hasta la fecha en dicho país con el millón largo de Tejas. Además, los costes de producción en Irak se encuentran entre los más bajos del mundo (entre dos y tres dólares por barril). Por ello, no parece descabellado pensar que la Administración pos-Sadam obtendrá rápidamente la tecnología y el capital necesarios para acometer con éxito, primero la reconstrucción, y después, en el plazo de 5 a 10 años, una espectacular expansión de su capacidad de producción y exportación. De hecho, las petroleras hace ya tiempo que han iniciado la lucha por el reparto de la tarta del petróleo iraquí. Lo que está por ver es quién dirá aquello de quien parte y reparte se queda la mejor parte.

Mariano Marzo es catedrático de Estratigrafía de la Facultad de Geología de la Universidad de Barcelona.

Trabajadores iraquíes accionando las ruedas de las válvulas de un oleoducto en una refinería al noroeste de Bagdad.

Boca antiincendios de Al Dowra.
Trabajadores iraquíes accionando las ruedas de las válvulas de un oleoducto en una refinería al noroeste de Bagdad. Boca antiincendios de Al Dowra.AP

¡Tonto el último!

EN 1992, IRAK ANUNCIÓ su intención de incrementar su capacidad de producción hasta los 6,3 millones de barriles diarios una vez que se hubieran levantado las sanciones de Naciones Unidas. Este plan, que debía desarrollarse en cinco años y en tres fases, requería de una inversión extranjera de miles de millones de dólares.

Según cálculos del Deutsche Bank, en octubre de 2002, Irak habría llegado ya a acuerdos con compañías extranjeras, principalmente de China, Francia y Rusia, por un monto total de 38.000 millones de dólares para desarrollar una capacidad de producción potencial de 4,7 millones de barriles diarios. Es posible, no obstante, que algunos de estos acuerdos no lleguen a materializarse, ya que Irak pretende que las compañías se pongan manos a la obra de forma inmediata y éstas no quieren desafiar al actual régimen de sanciones impuesto por Naciones Unidas. Aparentemente, este hecho podría haber creado ya algunas fricciones entre el Gobierno iraquí, la compañía rusa Lukoil y la petrolera franco-belga TotalFinaElf.

Rusia, a quien Irak debe miles de millones de dólares en concepto de suministro de armamento, ha mostrado gran interés para que un buen número de sus petroleras participe en el desarrollo de los campos iraquíes. Esto incluye un acuerdo para rehabilitar varios yacimientos, entre los que destaca el de West Qurna, con un potencial de producción de entre 800.000 y un millón de barriles por día. Otros acuerdos con petroleras rusas contemplan el desarrollo de los campos de Rafidain, Suba y Luhais, en el sur, y de Sadam, Kirkuk y Bai Hasan, en el norte; así como la exploración de los bloque 4 y 9 del desierto occidental.

La compañía francesa TotalFinaElf también habría firmado sustanciosos acuerdos para el desarrollo de los campos gigantes de Nahr Umr y Majnoon, este último con una producción potencial superior al millón de barriles por día. Diversas compañías, como la australiana BHP, la china CNPC y la italiana Agip, parecen haberse interesado por el campo de Halfaya.

Entre otros campos más pequeños que también son objeto del deseo de petroleras de una decena larga de países destacan los de Nasiriya (en el que la pareja Eni-Repsol parece estar bien posicionada), Tuba, Ratawi, Gharraf , Amarah y Nur.

En total, Irak ha solicitado la inversión extranjera para el desarrollo de unos 25 campos. Por otra parte, Irak piensa ofrecer contratos a compañías de servicios extranjeras para aplicar nuevas tecnologías que mejoren la producción de ocho campos, y también ha autorizado contratos para promover la exploración de nueve bloques del desierto occidental, cerca de la frontera con Jordania y Arabia Saudí. A finales de 2000, la compañía india ONGC consiguió hacerse con el bloque 8, y, en abril de 2002, la indonesia Pertamina hacía lo propio con el bloque 3.

En total, el Deutsche Bank calcula que las compañías internacionales, entre las que no se encuentran las norteamericanas, pueden haber firmado acuerdos que involucran el acceso a reservas de crudo del orden de unos 50.000 millones de barriles. Es decir, casi la mitad de las reservas probadas de Irak.

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