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La arqueóloga Eva Subías excava en Egipto tumbas del primer cristianismo

La investigadora de la Rovira i Virgili publica su estudio de Oxirrinco

Jacinto Antón

"No soy creyente, pero estas ruinas funerarias y sus bellas pinturas testimonian un afán espiritual conmovedor, una búsqueda y una reflexión sobre el más allá y la muerte que no pueden dejar indiferente". Así se expresa la arqueóloga catalana Eva Subías, que excava desde hace 10 años en la antigua ciudad egipcia de Oxirrinco y se ha concentrado en documentar las huellas del primer cristianismo en la necrópolis del lugar. Ahora, acaba de publicar una monografía sobre su trabajo: La corona inmarcesible (Tarragona, 2003).

La necrópolis de Oxirrinco, a 190 kilómetros al sur de El Cairo, es un palimpsesto a menudo inextricable en el que se mezclan desordenadamente tumbas y momias faraónicas con cadáveres de paganos romanos y difuntos cristianos enterrados entre ramas de palmera ligadas con cuerdas. El viento del desierto sopla sobre los revueltos cementerios y a menudo el suspiro de la arena se junta con los lamentos de los musulmanes habitantes del vecino pueblo de El-Bahnasa cuando llevan en procesión a sus muertos. Oxirrinco es vieja. No se ha hallado aún el emplazamiento de la ciudad del tiempo de los faraones -aunque sí algunos de sus enterramientos, incluido uno de pájaros divinos-, mientras que la urbe grecorromana yace desperdigada, sus pobres ruinas como dientes gastados.

En el lugar, con una cronología conocida del VII antes de Cristo al VII después (es decir épocas saíta, ptolemaica, romana, paleocristiana y bizantina) y que es mundialmente célebre por haberse encontrado en él en 1897 una fabulosa cantidad de papiros, excava desde 1992 una misión española, dirigida por el egiptólogo Josep Padró. Eva Subías (Barcelona, 1960), de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, se ha encargado de la parte de arqueología clásica. "Era una ciudad importante", explica. "Debemos pensar en una especie de Alejandría, algo más pequeña pero no mucho más. Situada junto a un brazo del Nilo, el Bahr Yussef, era un puerto fluvial en contacto con El Fayum y la propia Alejandría, con la que creemos que las relaciones eran muy intensas. Oxirrinco debió de ser un gran foco de helenización en el Egipto Medio. Ahora parece acabada, tras el paso de los buscadores de papiros y siglos de expolio y saqueo; pero aún está llena de misterios y sorpresas". Subías señala que Oxirrinco, gracias a los papiros, posee una base documental enorme que hay que ir casando con la arqueología para reconstruir la trama urbana y social de la ciudad.

La investigadora, que ya documentó los vestigios del teatro, se ha centrado en las últimas campañas en la necrópolis alta de Oxirrinco y en un conjunto de construcciones funerarias paleocristianas de gran interés y decoradas con notables pinturas (símbolos, retratos, santos). Esas construcciones dan acceso a criptas cristianas, pero éstas se superponen a mausoleos familiares de romanos paganos enterrados a la manera egipcia, con vendado del cuerpo y máscara. "Se observa un respeto hacia los enterramientos antiguos e incluso coexistencia, como si hubiera gente que se mantuviera entre las dos tradiciones".

A eso hay que añadir hermosas pinturas en las que los símbolos son extraordinariamente híbridos entre el paganismo y el cristianismo, como un águila tomada de la simbología imperial, que además lleva en el pico un ankh, el símbolo egipcio de la vida, o un Jonás que no es devorado por una ballena, sino por un cocodrilo. Varias de esas pinturas, cuidadosamente retiradas de su emplazamiento para preservarlas, se exhiben ahora en el Museo Egipcio de El Cairo en el marco de la exposición de los trabajos españoles en Oxirrinco y próximamente viajarán a Alejandría para quedar depositadas finalmente en el Museo Copto de la capital egipcia.

"Estos hallazgos, arquitectónicos e iconográficos, iluminan el primer momento del cristianismo", subraya Subías. "Vemos cómo va evolucionando y quedando bajo el control de una jerarquía. Los espacios funerarios derivan hacia el oratorio, el lugar de plegaria. De un arte simbólico funerario de corte comunitario se va hacia la estructuración de un arte figurativo eclesiástico".

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La arqueóloga está fascinada con la espiritualidad que emana del lugar, y pese a ser enemiga de destacar el aspecto romántico y aventurero de su trabajo -mujer al frente de una cuadrilla de lugareños, pisando literalmente trozos de momias, intentando no pensar en los escorpiones y esquivando a las grandes y peligrosas avispas-, sus ojos se iluminan al recordar los perfiles de Oxirrinco y parecen llenarse de un anhelo irresistible por volver.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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