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Tribuna:CRISIS NUCLEAR EN COREA
Tribuna
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Corea del Sur: el 'Sol Brillante', en la cuerda floja

El autor advierte de que las diferencias entre Washington y Seúl sobre las relaciones con Pyongyang pueden desatar la tensión entre dos países aliados.

Cuando Kim Dae-jong fue elegido presidente de Corea del Sur hace cinco años, el presidente Bill Clinton ocupaba la Casa Blanca en Washington. En esa época, los dos países compartían una visión común sobre la necesidad de mantener un compromiso político con Corea del Norte.

Los tiempos han cambiado y también lo han hecho las políticas estadounidenses desde que George W. Bush llegó a la Casa Blanca. Washington apoya ahora una política de presión cada vez mayor sobre Corea del Norte para que abandone su programa nuclear y ponga fin al suministro de misiles a Oriente Próximo.

Las recientes elecciones presidenciales de Corea del Sur enfrentaron a un defensor de la línea dura como Lee Hoi-chang, que apoya las políticas estadounidenses de presión y enfrentamiento con Corea del Norte, con Roh Moo-hyn, el candidato moderado del Partido Democrático del Milenio, en el poder.

La política del nuevo presidente surcoreano contradice la adoptada por George W. Bush

El hecho de que Roh ganara las elecciones es realmente un golpe para el prestigio de Estados Unidos en el este de Asia. Roh se ha impuesto seguir las políticas de su mentor, el presidente saliente Kim, que ganó el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para traer la paz y su histórica visita a Corea del Norte en 2000. Apoya una política de acuerdo y no enfrentamiento, o, tal como se conoce, la política del Sol brillante. En la base de esta política se encuentra la creencia de que un enfrentamiento constante con el Norte sólo desembocará en una mayor agresividad por parte de éste, mientras que la ayuda económica dará como resultado una mayor moderación y, a la larga, la reunificación.

El verdadero problema reside en el hecho de que esta política contradice la adoptada por la Administración de Bush. El presidente estadounidense ha incluido a Corea del Norte en la categoría de miembro del eje del mal -según el término acuñado por el presidente Bush-, junto a Irak e Irán, como países que patrocinan el terrorismo.

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La propia Corea del Norte no ha hecho nada por mejorar esta situación. El líder de Corea del Norte, Kim Jong-il, por una parte ha aceptado ayuda tanto del Sur como de Estados Unidos y Japón, pero al mismo tiempo se ha negado a abandonar su programa de armas nucleares. Desde las elecciones, el Norte ha intensificado sus políticas intransigentes, al empezar a desmantelar unilateralmente el sistema de vigilancia internacional de su programa nuclear.

Las encuestas preelectorales indicaban que Lee, el defensor de la línea dura, a quien apoyaba Estados Unidos, ganaría las elecciones. Se tenía la impresión de que la continua intransigencia de Corea del Norte, así como la lucha liderada por Estados Unidos contra el terrorismo internacional y los países que lo apoyan, con mención específica a Corea del Norte, podrían inclinar la balanza a favor de Lee.

Sin embargo, el creciente antiamericanismo tras la absolución por parte de un tribunal militar estadounidense de dos soldados de esta nacionalidad que atropellaron a dos chicas coreanas, y, más aún, el creciente temor entre la generación más joven de que las políticas de Estados Unidos pudieran conducir a una guerra entre el Sur y el Norte, provocó la victoria de Roh.

El verdadero desafío está por venir. Estados Unidos necesita a Corea del Sur como un fiel aliado en el este de Asia, y también poder seguir estacionando el grueso de sus fuerzas en ese país. Corea del Sur, por su parte, depende mucho de las garantías de seguridad de Estados Unidos.

El interés de ambos países es mantener esta relación. Pero las diferencias de opinión sobre la política de Sol brillante del Sur y la política de enfrentamiento de Estados Unidos, así como las tendencias del Sur hacia una menor dependencia de Estados Unidos, van a ser motivo de auténtica tensión en las relaciones entre ambos países.

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