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Reportaje:

Los tesoros secretos del metro

Varias antiguas estaciones sobreviven, con la decoración de su época, ocultas tras las paredes del suburbano

Cualquier usuario del metro está convencido de que detrás de sus túneles negros sólo hay oscuridad, ratas y poco más. Pues no es así. Tal y como se está descubriendo recientemente, son muchas las paredes que ocultan vestíbulos y pasillos de las primeras estaciones que se construyeron en la ciudad, en los primeros años veinte. Consisten en espacios de gran valor histórico y también artístico, sobre todo por la cerámica que cubre las paredes, bien como conjuntos de azulejos, bien como paneles de publicidad. Según algunos ceramólogos (estudiosos de la cerámica), se trata de un patrimonio muy valioso, por el que ya se han interesado la Comunidad y Metro, que hablan de la intención de recuperarlo y mostrarlo al público.

De espaldas a los viajeros y tapada por el hormigón, una guapa y morena joven anuncia jabón desde 1924

En la estación de Sevilla, de espaldas a los viajeros y oculta entre hormigón, una joven guapa y morena pregona que el jabón Caravaña es "insuperable para piel". Así lleva desde 1924, pero hace ya cuatro décadas, desde que en los años sesenta se emprendió la primera reforma del metro, que nadie la atiende. Fue entonces cuando se cegaron, pero sin demoler, buena parte de los vestíbulos y pasillos de las primeras estaciones, las que se habían construido desde 1919 a 1936. Nadie había vuelto a acordarse de ellas hasta que, hace cuatro meses, Antonio Perla, un acreditado ceramólogo, emprendió una investigación sobre la azulejería del metro de Madrid, presentada en el congreso anual de la Asociación de Ceramología. Y ante la sorpresa del personal de Metro y la suya propia, ha ido desempolvando interesantes piezas de la historia madrileña.

"Hemos descubierto varios espacios, pero tenemos noticias de que hay muchos más. Hay un patrimonio que está ahí, que es único y que es imprescindible que se conserve. Sabemos que hay estaciones que acaban de desaparecer debido a obras de remodelación, como la de Banco. Como no se tomen medidas, todo esto desaparece", declara Perla, que añade: "Es uno de los pocos metros del mundo que conserva el testimonio de sus orígenes".

Por cuestiones de seguridad, Perla es bastante reacio a indicar la localización exacta de sus hallazgos. Pero da unas cuantas pistas y adelanta que en estos momentos se puede hablar de 12 estaciones con vestíbulos, andenes o pasillos recuperables, pertenecientes a tres líneas. Entre ellas, Atocha, Pacífico, Sol, Bilbao, Tirso de Molina (antiguo Progreso), Ópera o Retiro. Esto, además de la estación de Chamberí, intacta porque se cerró sin ninguna remodelación, pero que últimamente sufre un gran deterioro, por culpa de los graffitis. "Como no se haga algo rápido se perderá la única estación que se conserva entera y tal cual era", alerta Perla.

En lo que más insiste Perla y el resto de sus colegas es en la calidad de los azulejos de las antiguas estaciones (de hecho, la Asociación de Ceramólogos se ha dirigido por carta a Metro pidiendo que se tomen medidas para recuperar este patrimonio). "Su forma y colorido variaba en todas las estaciones, porque siempre se procuraba que tuvieran relación con el barrio en el que estaban. La maestría de su colocación es extraordinaria", explica Perla.

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Así, la estación de Sol tenía que ser monumental y grandiosa, y estaba decorada con escudos de todas las provincias, de gran tamaño (1,5 metros de altura), piezas que ahora pertenecen a una colección privada, en Toledo. La de Tirso de Molina (Progreso) presentaba un tono azul cobalto y amarillo cadmio, "para darle un aire castizo y popular", según indica un texto de la época. O la estación de Atocha, que era la más sencilla con predominio del blanco, "con el fin de no distraer a las personas que tienen que estar atentas a los enlaces". Las piezas llegaban de las mejores fábricas de la época, situadas en Sevilla, Onda (Castellón) o Toledo.

Pero los elementos decorativos más importantes eran los paneles de publicidad comercial, muchos de los cuales también se conservan detrás de paredes, muros o puertas del metro. Fueron obra de dos de las firmas más importantes de entonces: Alfonso Romero de Mesa, autor también de la cerámica de la plaza de Las Ventas o del café Villa Rosa, y Enrique Gijo, primer conservador del Museo Municipal de Madrid. El metro estaba abarrotado de estos paneles. En la estación de Sevilla, por ejemplo, había 24 de distintas dimensiones, aunque de media podían medir cinco metros de alto por cuatro de ancho. En Pacífico se contaban 26. "Estamos convencidos de que se conservan multitud de paneles en sus nichos. Todos tienen un gran valor", afirma Perla.

Del subsuelo a la taberna

Algunos de los antiguos anuncios de cerámica que en su tiempo lucieron las estaciones del metro están bien a la vista del público, concretamente a la vista de los clientes de la taberna Los Gabrieles, un añejo local de inspiración andaluza que conocen bien todo el que frecuenta la zona de bares de la plaza de Santa Ana.

Todas las paredes de este local están cubiertas por cerca de 40 paneles confeccionados por azulejos de alegres colores, que en su día llegaron a ocupar un hueco en alguna estación del suburbano de la capital.

Anís del Cisne, jerez Pedro Rodríguez, galletas Olivet, fino Otaola, bodegas Montilla, vinos Reinera, Garvey y, por supuesto, manzanilla La Gitanilla, son algunas de las marcas cuya publicidad, una vez terminado el contrato con el suburbano, pasó a convertirse en elemento decorativo en los años veinte, algo que sucedía con bastante frecuente en aquellos tiempos.

¿Cómo llegaron esos anuncios a la taberna? Resulta que uno de los autores de estos paneles, Enrique Gijo, era un asiduo de la tertulia que se celebraba en Los Gabrieles, en la que participaban gentes de las letras y las artes, como Manuel Machado o Luis Muriel.

Así se entiende que aquella publicidad fuera a parar a este bar. Según Antonio Perla, el ceramólogo que ha descubierto la procedencia de estas piezas, es la mayor colección de paneles del metro que se conserva actualmente en toda la ciudad.

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