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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El secreto de la pintura

El arte tiene siempre una componente de dominio del oficio que, en un principio, fue muy bien valorada. Durante el periodo romántico, la valoración del genio y después del ingenio y otras cualidades espurias hicieron que el oficio quedara relegado a un segundo plano. Ahora, con la aplicación de nuevas tecnologías, la mayoría de las veces ajenas a los lenguajes y necesidades del arte, se ha diluido el interés por los problemas de la cocina del arte. Tal vez por esta razón sorprende la carrera de Xavier Grau (Barcelona, 1951), cuyos cuadros se apoyan en un dominio técnico que se basa en ese tipo de práctica continuada de la pintura, de tal manera que este oficio ha devenido en estilo.

XAVIER GRAU

Galería Antonio Machón Conde de Xiquena, 8. Madrid Hasta el 16 de noviembre

Hablar de estilo en la posmodernidad es mencionar un anatema. En estos momentos se empieza a hacer difícil encontrar un artista que, como Grau, haya depurado una manera particular de pintar, que haya sido capaz de exprimir y desarrollar los recursos de la pintura, al fin y al cabo, del acto de aplicar el color sobre la tela, llegando a hacer inconfundible su trabajo. Es francamente alentador. No me cabe duda de que es esa encomiable práctica continuada, ese plantearse un problema plástico y trabajar en él hasta resolverlo sin salir del ámbito restringido de lo pictórico, lo que hace que la obra de Xavier Grau posea un carácter propio.

El valor de su obra, sin embargo, no reside sólo es eso. Cualquiera puede llegar a ser un consumado experto en hacer o decir cierto tipo de tonterías con un sello inconfundible. El valor de los cuadros que ahora se presentan se apoya, ante todo, en las cualidades de unidad y coherencia que abarcan tanto las estructuras compositivas, los elementos formales, el tipo de trazos y, sobre todo, las gamas cromáticas, de tal manera que las obras llegan a poseer un interés intrínseco. Si entramos en cualquiera de los cuadros de Xavier Grau nos encontraremos con un espacio sin referencias concretas, ni espaciales ni de escala, en el que se componen y superponen una serie compleja de acontecimientos plásticos abstractos, tales como superficies opacas, veladuras de color, manchas informes, grandes trazos que surcan el cuadro y líneas, múltiples líneas de trazado nervioso que se perciben como si estuvieran organizadas en grupos, gracias al cruce o al paralelismo que existe entre ellas.

La superficie del cuadro aparece surcada por todos estos elementos que, en su conjunto, configuran un espacio ambiguo que basa su riqueza plástica en la profundidad relativa de los diferentes planos. Así, unos elementos parecen situarse delante o detrás de los otros, dotando al conjunto de una sensación de espacio fluyente y pluridimensional, carente de orientación, sin centralidad ni escala.La tendencia al caos que suele caracterizar a este tipo de conjuntos se domina y atempera en estos cuadros por medio del empleo del color, suave y matizado. Estos cuadros se componen cromáticamente en gamas dominadas por un color, generalmente el azul, que contrasta con unas potentes estructuras negras que hacen que el desorden formal cobre serenidad gracias a los matices de la sosegadora armonía cromática.

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