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Christoph Hein y Doris Dörrie fabulan sobre el presente de la nueva Alemania

Los escritores hablaron de sus novelas en el transcurso de la Semana de las Letras Alemanas

Quizá por un ansia de superar el pasado, la literatura alemana reciente se esfuerza en preguntarse por el momento actual. Christoph Hein (Silesia, Alemania, 1944) presentó ayer su novela Willenbrock (Anagrama), la historia tragicómica de un pequeño empresario de Berlín oriental que intenta abrirse camino en la Alemania reunificada. También agridulce, pero de tono más jocoso, es ¿Y ahora qué hacemos? (Galaxia Gutenberg), obra de la escritora y cineasta Doris Dörrie (Hannover, Alemania, 1955). Para sus personajes, la felicidad del aquí y ahora se encuentra en el budismo.

'Lo que no nos mata nos hace más fuertes'. Con estas palabras de Nietzsche describió ayer Christoph Hein su esfuerzo por hacerse un lugar como escritor en la antigua Alemania del Este, años atrás. Poco a poco, tras la caída del muro, Hein se ha convertido en uno de los autores de referencia a la hora de contar los cambios del país reunificado. Su nueva novela Willenbrock, presentada ayer en el marco de la Semana de las Letras Alemanas, narra los miedos y afanes de un pequeño empresario de Berlín que intenta abrirse camino en la nueva Alemania, vendiendo coches de segunda mano para los mercados ruso y polaco.

'Éste es un hecho central en la novela', remarca el autor, 'porque los coches significan la entrada del producto occidental. Europa vende coches a los países del Este, pero también a Asia y a África. Así, la aparición del Tercer Mundo es beneficiosa para el Primer Mundo, porque le permite deshacerse de su chatarra. El problema empieza cuando este Tercer Mundo se personifica, se individualiza y quiere vivir como el primero'.

Para Hein, Berlín y Alemania son tan sólo el epítome de un proceso que se está viviendo en todo Occidente, y Herr Willenbrock es al fin y al cabo una víctima más de esta adaptación 'a una nueva vida cotidiana muy compleja'.

También de la imperfecta vida cotidiana habla ¿Y ahora qué hacemos?, la primera novela que publica Doris Dörrie -y que, como ya es habitual en ella, sirvió como guión de base para su película Satisfacción garantizada-. Aquí el pasado del que provienen sus personajes es la cultura hippy de los años sesenta, el amor libre y el progresismo. El protagonista del libro es un cuarentón que regenta un fast food vegetariano. En plena crisis matrimonial acompaña a su hija al encuentro de un lama de quien está enamorada. El monasterio tibetano, que se esconde en alguna esquina perdida de Francia, está lleno de gente como él, en busca de un retreat que sea un nuevo punto de partida. El nirvana del 68, pues, deja paso al feng shui del siglo XXI.

'Según el budismo, el momento de la felicidad es el presente', contó Doris Dörrie durante la presentación del libro el pasado jueves. 'Estamos acostumbrados a remitirnos a otro lugar, tenemos siempre la mente en otra parte, ya sea el futuro o el pasado, y no paramos de preguntarnos '¿qué pasaría si..?'. Esta preocupación nos impide vivir en el momento actual. En cambio, el budismo reclama la importancia del aquí y ahora'.

Fred Kaufmann, el héroe de ¿Y ahora qué hacemos?, aspira a corregir el pasado: 'Siempre vacila y no sabe qué hacer; se define continuamente por lo que no ha hecho o teme hacer', afirma Dörrie, 'y ésta es una actitud muy alemana y bastante depresiva. Podría ser casi una definición política'. El Willenbrock de Christoph Hein, en cambio, desconfía del futuro, es pesimista. 'En los noventa', recuerda el autor, 'dije que este proceso de cambio tardaría 40 años y muchos me trataron de pesimista. Ahora, al cabo de los años, lo ven de otro modo y me califican de optimista sin esperanzas. Los políticos ya se han dado cuenta'. Y sentencia: 'El problema de Europa es que produce mucho y le faltan consumidores'.

Sin embargo, también en el presente se mantienen las diferencias sociales, o se agudizan incluso. En Willenbrock, un mafioso ruso toma parte en el debate y afirma que los alemanes siempre viven en el presente y los rusos en el pasado. Hein recuerda el fragmento y sonríe: 'Sí, en Rusia existe todavía esa opinión. Tienden a considerarse como menos importantes. Pushkin dijo que Rusia protegió a Europa de Asia. Chéjov prefería un periódico francés de una semana atrás que el periódico ruso del día'.

Para incidir en esta importancia del presente, Doris Dörrie cuenta cómo le vino el título de la novela. 'Cada vez que mi hija volvía de la escuela, al llegar a casa me preguntaba: '¿Y ahora qué hacemos?' Yo le respondía: 'Nada', y la niña se sentía de repente relajada. Ésta es la respuesta, no hacer nada'. El Willenbrock de Christoph Hein, en cambio, compra una pistola.

Christoph Hein, ayer en Barcelona.
Christoph Hein, ayer en Barcelona.EFE
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