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Columna
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Legado de la Selva Negra

Este otoño el Artium de Vitoria se ha impregnado de matices alemanes. Además de la exposición Tan cerca, tan lejos. Pintura en Alemania y España 1945-1960 nos presenta una retrospectiva del fotógrafo Thomas Ruff (Zell am Harmersbach-Selva Negra, 1958) desde 1979 hasta nuestros días. Son diez vertientes desde las que, además de cuestionar el medio fotográfico y hurgar en los escurridizos pasadizos de la percepción de los espectadores, experimenta con distintos aparatos y técnicas para encontrar nuevos caminos de expresión. Se define como fotógrafo conceptual, quizás guardando la aureola de prestigio que le concede el presentarse como alumno de Bernd e Hilla Becher en la academia de Bellas Artes de Dusseldorf, pero rompe los límites de sus profesores. No sólo señala los objetos y sujetos de manera anodina; el proceso de selección de los mismos, los encuadres elegidos, o sus retoques digitales, implican una clara intencionalidad y marcan un obligado ritmo de lectura, alejado de su pretenciosa afirmación de presentar las cosas como son.

Las 150 obras en exposición se albergan en la sala norte del museo. El montaje genera una agradable ansiedad. Al entrar, se vislumbran varios habitáculos con las distintas series, pero la mirada no puede abarcar todo a la vez; la visita se ve obligada a disfrutar sorbo a sorbo, de manera pausada, los detalles de las imágenes. Las más antiguas son los Interiores domésticos, con fragmentos de baños, consolas, floreros o detalles similares. No faltan los gigantescos retratos de jóvenes a modo de ficha policial, presentados en la Bienal de Venecia de 1988 (Aperto), y con los que Ruff alcanzó el estrellato internacional. Algo menos conocidas son sus fotografías sobre fotografías aparecidas en periódicos, una forma de alterar su percepción y trasformar su contenido inicial. Y menos sugerentes resultan las Estrellas del hemisferio sur conseguidas a partir de fotografías científicas.

En otra línea, las enigmáticas tomas nocturnas con sus dominantes verdosos son dignas de una película de misterio. Los Carteles recuperan toda la tradición de los años treinta del siglo pasado. Son fotomontajes de gran tamaño, realizados con la ayuda de un ordenador, en los que critica irónicamente actitudes adoptadas por políticos contemporáneos. La fuerza de los Desnudos desenfocados es tremenda, la indefinición de las formas estimula un delicado erotismo plagado de sugerentes provocaciones. Su más reciente Substrato, imágenes coloristas extraídas del universo de Internet, adoptan un carácter sinuoso y abstracto. Sin focal precisa y con un intenso cromatismo, consiguen una sensación de mareo evanescente.

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