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Reportaje:

Lemoiz, 20 años después

Viaje al interior de la parada central nuclear, que aguarda el plan para reconvertirla en parque temático

Veinte años después de que se paralizasen las obras, el esqueleto de hormigón de la frustrada central nuclear de Lemoiz aspira a abandonar el silencio. La Diputación de Vizcaya está negociando con la empresa propietaria de las instalaciones, Iberdrola, y con el Gobierno central, responsable de las mismas desde que se aprobase la intervención del Estado, un proyecto para reconvertirla en un parque temático dedicado a la energía, la ciencia, la tecnología y el medio ambiente.

La construcción de Lemoiz se convirtió en un conflicto que movilizó a decenas de miles de vascos, causó la muerte de 13 personas (cinco empleados asesinados por ETA, siete etarras y una ecologista), y sirvió como excusa a la organización terrorista para cometer casi 300 atentados contra instalaciones de la entonces eléctrica Iberduero. Hace seis años, tras la decisión del Gobierno central de retirar la vigilancia de la Guardia Civil, dejó de ser un lugar inaccesible. Hasta entonces era un auténtico búnker, con agentes del instituto armado dentro y fuera del recinto que detenían a los vehículos que circulaban por la carretera comarcal de la costa vizcaína. Ahora se puede discurrir sin cortapisas junto a la central, aunque la seguridad se mantiene para acceder al recinto.

EL PAÍS ha visitado ahora las instalaciones, desde el edificio de oficinas, similar al de cualquier empresa en funcionamiento, hasta el interior del desmontado reactor. En estos 20 años no han cambiado los vallados sucesivos de alambre, con estacas de madera y hormigón, pero el interior denota el abandono. Todo lo susceptible de ser vendido (el reactor o los transformadores) ya fue enajenado en los 80 y lo que queda, que aún es mucho, acabará como chatarra.

Nadie acude a diario como ocurría hasta 1996 a limpiar, pintar, destornillar, ni tampoco los 300 guardias civiles que vigilaban el lugar. Por ello, los 12 millones de euros de mantenimiento anuales de entonces se han reducido ahora a 360.600.

Así se comprende que no haya luz en el interior de los 55.000 metros cuadrados de instalaciones interminables. La visita requiere linternas cuando se atraviesan los pasillos donde se hallaban los armarios de control. En la sala de turbinas de uno de los dos reactores, de 5.000 metros cuadrados, persisten grúas y equipos que ayudan a comprender el funcionamiento de una nuclear. Están en la lista de la chatarra para seguir los pasos del segundo reactor, el que se encontraba sin montar cuando se pararon las obras el 6 de mayo de 1982: un esqueleto de hormigón hueco.

El diputado vizcaíno de Empleo y Formación, Sabin Arana, empeñado en aprovechar Lemoiz, habla del futuro parque temático que su departamento ha ideado: un planetario en la cúpula de uno de los reactores desmontados, la gigantesca turbina y sus elementos auxiliares como ejercicio didáctico del funcionamiento de la central o la espectacular zona del reactor, de 55 metros de alto y seis plantas bajo el motor de la nuclear. Al bajar, el olor, la falta de visibilidad y la interminable sucesión de tuberías siembran la inquietud del visitante. 'La visita aquí abajo es de lo que más llama la atención al estar en la central', afirma Arana, entre el asentimiento de sus acompañantes.

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Las posibilidades son inmensas, recalca Arana. 'Tenemos todavía los elementos fundamentales de una central nuclear para que se puedan ver, sin que sean cartón'. El todavía tiene su explicación: Iberdrola tiene contratada con una empresa la extracción de todos los elementos interiores para destinarlos a chatarra y dejar Lemoiz vacía.

Plazo limitado

La Diputación tiene el compromiso de que las instalaciones de mayor significación, las que puedan utilizarse para el parque temático, se mantendrán hasta principios de año. Por eso, el plazo para concretar la reconversión tiene su límite.

El pasado día 18, se celebró la reunión más importante desde que en marzo la Diputación lanzase su proyecto. El secretario de Estado de Economía, José Folgado, recibió al consejero delegado de Iberdrola, Ignacio Galán, al diputado general vizcaíno, Josu Bergara, y a Arana. No hubo compromisos y todas las partes se dieron de plazo hasta finales de año. El proyecto pasa por ceder a la Diputación todos los terrenos de Lemoiz -casi 100 hectáreas- por un precio simbólico. Uno de los inconvenientes es que, en plena liberalización energética, Iberdrola no ve claro quedarse sin un área reservada a la generación de energía. La eléctrica ya quiso la pasada década convertirla en una central de ciclo combinado, pero los altos costes desterraron la idea.

Lemoiz sigue esperando. Allí, en el corazón del reactor, todavía se conserva la vasija que lo envolvía o la placa antimisiles que parapetaba el núcleo de la central. Dos trozos de historia con su futuro en la chatarra si el esqueleto no se reconvierte.

Una costosa demolición

El proyecto de la Diputación vizcaína es la primera iniciativa seria planteada para aprovechar la central nuclear, una infraestructura que tampoco cuenta con excesivas opciones. Una de las posibles, la demolición, no es muy factible: el derrumbe de los edificios del complejo requeriría gastar unos 60 millones de euros. Y ello sin contar con las instalaciones exteriores, como el gran dique de 350 metros de longitud que protege la central del Cantábrico o la gran presa ubicada un kilómetro más allá para surtir de agua potable al recinto nuclear. Empleados de Lemoiz recuerdan los diez años que costó levantar la instalación, con trabajos espectaculares como la construcción del dique frente al mar: 'Cada bloque que está ahí costaba entonces 200.000 pesetas y para colocarlos se tuvo que traer de Estados Unidos una excavadora especial'. El diputado foral vizcaíno Sabin Arana asegura que si ahora se tuviese que volver a edificar toda la central el presupuesto superaría los 12.000 millones de euros. La reconversión en parque temático tampoco es sencilla. El plan de la Diputación establece una inversión de 72 millones de euros sólo en una primera fase. 'Sólo retirar las alambradas, que muchas tienen estacas de hormigón, cuesta varios millones', remarca Arana. El presupuesto elaborado por la Diputación incluye una inversión de 24 millones de euros para la rehabilitación de los edificios de Lemoiz e idéntica cantidad para la nave que recubrirá la central, ideada por el escultor Néstor Basterretxea.

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