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Qué se juega Francia en Irak

Chirac, ante el difícil equilibrio entre el apoyo a EE UU, la defensa de una política autónoma y la protección de los intereses de su país

El presidente Jacques Chirac ya no piensa igual que hace 27 años, cuando, como primer ministro de Francia, dio la bienvenida a un joven y prometedor dirigente llamado Sadam Husein a París, le invitó a pasar el fin de semana en su casa, le enseñó una instalación nuclear francesa, le calificó de 'amigo personal'.

En una reciente entrevista, Chirac se distanció del líder iraquí. 'Hace mucho que no le veo', dijo. 'Probablemente ha cambiado desde entonces. Yo también'. Afirmó que Husein es 'especialmente peligroso para su propio pueblo' y añadió que desea la desaparición política del iraquí, y no descarta el uso de la fuerza contra él si lo aprueba el Consejo de Seguridad.

Fue un cambio sorprendente y un indicio de las dimensiones que ha adquirido la lucha diplomática en torno a los dos ultimatos del presidente Bush: a Irak, para que abandone de inmediato la acumulación de armas de destrucción masiva, y a la ONU para que fuerce el cumplimiento de las resoluciones aprobadas desde hace 10 años al respecto. Los franceses habían empezado a actuar antes de que Bush lanzara el guante, y ahora da la impresión de que están dispuestos a impulsar en la ONU la necesidad de volver a presionar a Irak para que ceda y evitar la guerra.

'Tenemos que escoger con quien estamos. Al final tendremos que volver a Irak'
Francia desarrolló con Bagdad una relación más estrecha que ningún otro país occidental

'En cierto sentido, estamos atrapados', dice un alto funcionario francés. 'Por un lado están norteamericanos y británicos. Por otro, rusos y chinos. Hay que escoger con quién estamos. Al final, querremos volver a Irak. Hemos construido una relación estratégica allí. Tenemos un mercado. Queremos el petróleo y queremos participar en la reconstrucción del país. Si se instala un nuevo régimen y no estamos con los norteamericanos, ¿dónde nos quedaremos?'. Están en juego muchas más cosas que el destino de Sadam y la relación especial de Francia con Irak. La crisis iraquí pone sobre el tapete toda la relación de los franceses con EE UU -y, por consiguiente, la relación de EE UU con Europa-, y los franceses lo saben.

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Todavía parece que para Francia bastaría con que Irak volviese a admitir a los inspectores de armas, y que EE UU sólo se conformara con el derrocamiento de Sadam. Pero han empezado las negociaciones. Y hay mucho que negociar. La relación de Francia con Irak se remonta a los años setenta, cuando EE UU se dedicaba a crear un hombre fuerte en el golfo Pérsico (el sha Mohammed Reza Pahlevi de Irán) y Francia otro (Sadam). Entonces, muchos franceses consideraban a Sadam un jacobino, un gobernante dinámico, nacionalista y laico de un país en el que el Ejército era disciplinado, las mujeres no tenían que llevar la cabeza cubierta, las facturas se pagaban sin dilaciones y, como dijo un alto funcionario francés, 'se estaba construyendo un Estado'. Sadam, por su parte, se presentaba como un Charles de Gaulle árabe.

Francia desarrolló con Bagdad una relación más estrecha que ningún otro país occidental. Estaba construyendo un reactor nuclear iraquí cuando los aviones de guerra israelíes lo destruyeron en 1981 para desbaratar las ambiciones nucleares de Sadam. Francia y Rusia suministraron a Irak la mayor parte de su armamento durante los ocho años de guerra con Irán.

La invasión iraquí de Kuwait en 1990 rompió esos lazos. Francia envió a 10.000 soldados a luchar en la coalición dirigida por Estados Unidos, además de carros de combate, cazas y buques de guerra. Sin embargo, al acabar el conflicto, Francia intentó recuperar su relación con Bagdad y, con frecuencia, expresó opiniones distintas a las de EE UU sobre el grado de castigo que debía aplicarse a Irak. Tenía miles de millones de dólares invertidos en el país, e Irak le debía muchos millones más.

En 1994, cuando los norteamericanos se apresuraron a enviar tropas a la región después de que Irak concentrara dos divisiones de su cuerpo más selecto -la Guardia Republicana- junto a la frontera kuwaití, el ministro francés de Defensa, François Leotard, salió en defensa de los iraquíes. Dijo que Irak no había violado ninguna resolución de la ONU y acusó a Estados Unidos de hacer política de propaganda en un año de elecciones parciales. En 1995, Francia presionó al Consejo de Seguridad para que permitiera a Irak vender petróleo con el fin de comprar alimentos y medicinas, pese a su falta de cooperación con los inspectores de armas de Naciones Unidas. Ese mismo año, Francia volvió a abrir su Embajada en Bagdad, con un encargado de negocios. En 1998, cuando se vio que la labor de los inspectores de armas iba a fracasar, los franceses -y los rusos- intentaron detener un ataque de los norteamericanos y denunciaron una maniobra de EE UU y el Reino Unido cuando se llevó a cabo.

Hoy, las autoridades francesas son sinceras cuando dicen que no se trata de abandonar sus intereses nacionales, sino de inclinarse ante lo inevitable, con la esperanza de que los estadounidenses también se inclinen y acepten la necesidad de un acuerdo multilateral antes de que comience la guerra.

El caso es que, cuando el presidente Bush dijo en la ONU que es preciso obligar a Irak a cumplir todas las resoluciones del Consejo de Seguridad, en París hubo sentimientos de victoria y ansiedad. Victoria, porque EE UU pedía la aprobación internacional de cualquier acción contra Irak; ansiedad, porque las resoluciones existentes son tan amplias que -admiten los franceses- existen muchas bases legales para defender la guerra.

Lo que Francia espera es que se modifiquen las relaciones de Estados Unidos con el resto del mundo. Lo que le preocupa es que Estados Unidos sea capaz de acabar con el régimen de Sadam Husein, pero no logre reconstruir Irak.

'Si los norteamericanos destruyen a Sadam y luego se van, la situación será explosiva', dice Olivier Roy, un autor y especialista francés en la materia. 'Irak no será un país estable. Tampoco lo será la región. Aquí tenemos un punto de vista europeo. Oriente Próximo está al lado. Y nuestras amplias poblaciones musulmana y judía hacen que Irak no sea sólo un problema de política exterior, sino un problema nacional'.

La fórmula de Chirac para actuar prevé dos resoluciones del Consejo de Seguridad que podrían permitir el uso de la fuerza contra Irak si -como es probable- no coopera. Así, Bush dispone de más tiempo para enviar a expertos técnicos y políticos a convencer al resto del mundo de que se una a EE UU.

Chirac reconoce que no tiene ninguna influencia sobre su antiguo amigo. 'Me temo que está completamente aislado', dijo en la citada entrevista. 'De los temas importantes sólo se ocupa Sadam, y creo que no hay nadie que tenga verdadera influencia sobre él, lo cual es peligroso.' Aun así, Chirac no ha abandonado del todo las viejas actitudes francesas. En la entrevista dejó claro que, en su opinión, las potencias mundiales no tienen derecho a derrocar a ningún dirigente sólo porque sea un dictador que oprime a su pueblo. 'Cuando Sadam y su pueblo sean un peligro para el exterior, entonces tendremos que actuar', declaró. 'Pero antes tenemos que estar seguros de que hay un peligro'.

Henry J. Barkey, especialista en Irak y catedrático de Relaciones Internacionales en Lehigh University dice que Francia se enfrenta a un problema importante: 'El viejo mundo va a cambiar y Sadam forma parte de ese viejo mundo. ¿Francia está dispuesta a romper con EE UU por un dictador?'.

© The New York Times.

Chirac (con gafas) acompaña a Sadam (con bigote) en el recorrido de una planta nuclear francesa, en 1975.
Chirac (con gafas) acompaña a Sadam (con bigote) en el recorrido de una planta nuclear francesa, en 1975.AFP

© The New York Times.

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