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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

A la sombra de los dioses

De 1972 data Una enorme cúpula de cristal, el primer libro de poemas de Juvenal Soto (Málaga, 1954) y al que entre otros han seguido, Ovidia, Ephímera, la antología, El hermoso corsario y los que, hasta este volumen, constituían sus dos últimas entregas, Fama de la ceniza y Cuaderno de Bilmore. En el tercero citado -edición de 1983-, un poema, Cómo el adolescente debe oír la poesía, nos da, concentradas, claves que bien pudieran citarse para llegar a Paseo marítimo. Escribía entonces: 'Un adolescente debe oír la poesía, / sentirse amado de modo semejante a ese mar / que imaginamos turbulento / cuando muertos descendemos apacibles'.

Muerte y mar. Poesía y amor. Y la turbulencia del verso juvenil apaciguada por los años, atemperada por el viaje al fondo. Huellas que se marcan en este Paseo marítimo, con el que Soto ha obtenido el Premio Ciudad de Córdoba Ricardo Molina, y en el que el misterio del tiempo y sus paradojas juegan con sus máscaras helénicas.

PASEO MARÍTIMO

Juvenal Soto Hiperión. Madrid, 2002 64 páginas. 7 euros

El desfiladero de la Tesalia, donde griegos y persas combatieron en el 408 antes de la era cristiana, las Termópilas, es el lugar simbólico que inicia y concluye el periplo. Por estos versículos desfilan Aristóteles, Epicuro, la Esfinge... el final de Aquiles y el amor de Héctor. No estamos evidentemente ante un libro de fugaces iconos posmodernos. Su tono conjuga lo épico y heroico con lo íntimo y sensual. Con serenidad, con madurez, construye Soto una metáfora del mundo actual y los temas eternos flotan en un mar, a pesar de todo, aún vivo. O emergen de las aguas infernales de Estigia. Pasado y presente se ven a sí mismos reflejados uno en la pupila del otro, se proyectan en un tiempo en el que la deidad parece haber olvidado al hombre, no hay premio ni castigo. Sobre el humano ya sólo se proyecta la sombra de los dioses. Ni siquiera: únicamente las sombras de las estatuas que un día se alzaron en su honor.

Se cita a Villon y, no podría ser de otra manera, a Borges, hay concepto y concepción borgianas, y bucle juanramoniano: 'Tócala, así es la rosa'. Y, aunque no expresamente, Kavafis late: un par de hermosísimos poemas del de Alenjadría, Esperando a los bárbaros y El dios abandona a Antonio, me ha traído a la memoria la lectura de Paseo marítimo, libro en el que de los cuatro elementos clásicos, dos, agua, fuego, se constituyen primordiales. Pero un libro también en el que hay lugar para lo próximo, para el homenaje cálido, no se nombra -pertenece al terreno íntimo, privado- pero ahí, en El Mago, está el poeta Rafael Pérez Estrada (y, con sus bailarinas muertas, el novelista Antonio Soler). Paseo circular el de este Argos que en su travesía atraca en puertos del corazón y la nostalgia. Y deja poemas -Tebanos (pelópidas), Las estatuas- mediterráneamente tatuados.

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