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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Helada primavera

La realidad social que produce la caída de un largo régimen autoritario está hecha, al menos en sus comienzos, de una materia mixta, a medias política y otro tanto onírica o mitológica. 'Por lo general, los dramas, más que en los hechos mismos, se originan en el cerebro de sus protagonistas'.

En Frías flores de marzo, Kadaré hace resaltar la colisión de dos universos que, al acoplarse, generan nuevos dramas y tragedias que remiten a los mitos o a las leyendas populares, y cuya actualización supone una lectura delirante del nuevo estado de cosas. Así, el asalto a un banco, hecho infrecuente bajo la dictadura, se aparece como una variante del robo mitológico del fuego. Del mismo modo, la boda de una joven con una serpiente, leyenda balcánica que se repite cíclicamente, adquiere nuevos tintes de verosimilitud confrontada con los maridos que reproducen ante sus mujeres un comportamiento bestial. La piel de serpiente, por otro lado, es también el uniforme de la policía. Edipo no ha matado nunca a su padre, ni ha yacido jamás con su madre; todo lo que se cuenta de él son representaciones de crímenes posibles, anunciados el día que se convirtió en tirano.

FRÍAS FLORES DE MARZO

Ismaíl Kadaré Traducción de Ramón Sánchez Lizarralde Alianza. Madrid, 2002 175 páginas. 13,12 euros

Albania, con la desaparición del régimen comunista, adquiere una libertad deseada con fervor, pero que llega bajo la forma de la demencia. Mark Gurabardhi es un pintor siempre a punto de abandonar la pintura, que aprovecha la blancura del lienzo para imaginar la parte sumergida del iceberg que hundió el Titanic y escribir en una esquina del cuadro: 'Crónica de la nada'. La novela se sitúa cerca del año 2000, han pasado 10 años de la recobrada libertad, y en Albania se solapan las adaptaciones al capitalismo con las viejas costumbres -venganzas, crímenes- que afloran en el vacío moral de una realidad política aún tambaleante. Kadaré mezcla muy sabiamente sensatez y delirio, hasta conformar un mosaico que participa por igual del documento y la ficción.

Escrita mediante capítulos que, sin llegar a contradecirse, se oponen en busca de otra vía posible (a través de un contracapítulo), Frías flores de marzo es una visión, como no podía ser de otro modo en Kadaré, mordaz y un atormentada de la transición albanesa, una crónica que apunta al pesimismo, pero sin dejar de aludir a esa necesidad de normalización que no termina de producirse por la pervivencia de los espectros del pasado. Una novela de una transparencia asombrosa, que en ningún momento desfallece, pese a la dificultad de ensamblar con fluidez los distintos niveles de una realidad en constante transformación.

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